Esta ciudadana del viento vio luz primera y dacia junto al Danubio. Esta poeta española es infatigable, dúctil, revolvedora. Pinta, escribe, busca, convoca, ama, vive sin tregua. La recuerdo, el pelo entonces por unos días rojo, acunando en su pecho un libro mío, discreta, yéndose de la sala casi de tapadillo. Era 2015. Mariana Feride es un temblor amigo al que he dado desde entonces múltiples abrazos. Ha publicado, bien recientes, los tres libros que se ofrecen en la fotografía. Huracanea. Arde. Es rayo en las motivaciones que la llevan y la traen desde programas de radio para Argentina hasta sus tareas como delegada en Madrid de la Asociación Nacional de Escritores de España. Centinela en las tertulias y organizaciones de poetas, vencedora del miedo, mira a su zaga sin antorchas, sin ansias, sin ninguna necesidad de pagar peaje por lo vivido. He visto a pocas personas más atentas al futuro que ella. Más atentas a la poesía que ella. Ella, que doblegó el dolor, que abandonó su lengua natal por la adquirida. Porque es así como siente la poesía, en castellano, junto a las gentes que quiere, donde percibe ser suelo y azul.
Dueña de una obra represada, el muro se rompió en 2019, cuando publicó Obsequium, una introspección desatada. Luego llegó El oído del viento, justo con la pandemia, y el más reciente, 2021, Odisea sin nombre, donde estalla su concepción existencial del mundo, donde sus dibujos vocean más que ilustran; donde el espíritu confronta lo real sin recelos, sin los papeles de víctima y/o verdugo definidos, separados.
Vivir para la poeta Mariana Feride
es siempre un riesgo asumido, buscado. Basta mirar sus dibujos, basta acampar
en sus versos. Gusta de tildar a sus poemas como avisos, como lámparas
encendidas en territorios rebeldes.
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