sábado, 21 de noviembre de 2020

Un poema: Los clavos
















Llevo días quemando
la casa de mi abuelo,
sus maderas
 
las que elegí, las que hice mías,
las que guardé con cuido
desde el marzo dolor de aquel derrumbe,
cuando cedieron
las tapias ocres y quedó
a la intemperie el antes, mi memoria,
y ellas libres de oficio.
 
Nunca las quise leña,
en su quietud sumisas,
tras décadas guardadas por mi orgullo,
el ocio estéril y el afán
de la lábil carcoma las llenaron de heridas,
fue entonces cuando enfermas me pidieron
el fin de tal custodia, que cediera,
que al venir de los fríos las juntara
por el ansia del fuego con el ansia del mundo.
 
Llevo días en ello,
por turnos alimentan
mi hogar con sus severas cicatrices
las encorvadas ripias de madroño,
los tirantes de pino y su ajada prestancia,
los serios contrafuertes,
la altivez de las cerchas…
y en esta tarde fría,
mientras escribo,
mientras dejo del hecho testimonio,
humilde y lento cumple
el bondadoso fresno que ejerciera de umbral.
 
Arden sin prisa, sin angustias, oigo
hervir sus savias densas, deshacerse mi tiempo
y el suyo doblemente retenido
desde aquel mil
ochocientos sesenta que una mano grabara
–para que yo supiese–
sobre el haz descubierto de una viga.
 
Miro en sosiego
su manso crepitar, las rubias ascuas,
la despaciosa luz de nuestras dos historias;
el aire huele tibio, hay pavesas
que preguntan al borde del papel,
escribo lumbre y las palabras
acuden ya vencidas:
orígenes, edad, juego, desvanes,
José y Emilia.
 
Después, cuando la luz se hunde,
converso con lo gris,
con cuanto queda;
de las cenizas salvo parvamente
la ruda clavazón que las tramaba,
cómplices
hierros de forja,
dobladas furias, óxidos donde hallan
los recuerdos el último cobijo
 
tal vez porque me salven
de la claudicación, porque no quede
mi conciencia sin rastro de lo que ya es desierto.


(De Aquí. Próxima publicación) 

 

14 comentarios:

Alfredo J Ramos dijo...

Un gran poema visual.

fcaro dijo...

Sí, no lo había pensado, pero es muy de percibirse en su gestión. Gracias por el matiz, Alfredo.

miguel ángel dijo...

Bella la forma, ceniza el pasado serenidad en el sentimiento y, siempre, un resto que nos redime del olvido...

fcaro dijo...

Todo pasado tiene voluntad de ceniza, Miguel Ángel,pero aún es posible guardar algo del último calor. Nos hace sentirnos humanos, miembros de la cadena de la vida que nos ha construido. Mi abrazo.

Pedro Torres dijo...

Formidable el poema, tremendo. Y la foto, que también es poema, como dice Alfredo.

Elena Moratalla dijo...

Visual es, pero lo que de verdad es: un pedazo poema!! Gracias Paco, por hacerlo nuestro

fcaro dijo...

Me inclino por la foto, Pedro. Aunque primero surgió el poema (sobre una anécdota cierta, que es lo raro) Y luego la foto. Sorprende como el madroño de más de 150 años sigue dejando una brasa fuerte y permanente. Se usaban como teguillos por ser sus madera impustrescible al agua y aguantaban bien las tejas.

fcaro dijo...

Ay, Elena, uno lo intenta siempre y como bien sabes algunas veces el resultado nos satisface más que en otras. No estoy descontento, dice lo que quería decir. Me conformo.

Antonio del Camino dijo...

Gran poema, magnífico final

fcaro dijo...

Suelo decir que se intenta, como bien sabes. Se trataba de traladar el papel lo que sucede. Me quedan algunos tirantes de pino de las bovedillas del suelocuadro. Los pocos que me robaron de la obra.

JOSÉ LUIS MORANTE dijo...

Querido Paco, la fotografía es un poema visual porque está hecha de sensaciones ópticas, claro, y la extrañeza de sus materiales habla de tiempo y lejanía; pero el poema es un canto elegíaco excelente, que añora el tiempo y la cadencia obsesiva de sus pasos: Imagen y texto dejan una vez más, una moneda valiosa de palabras, ese empeño verbal por preservar lo transitorio. Feliz jornada, poeta.

fcaro dijo...

Preservar lo transitorio, dices. No a otra cosa podemos aspirar, José Luis, sino a capturar instantes y empeñarnos en que no caduquen precipitadamente. En ello estamos. Tal vez la poesía basó su éxito y su permanencia en la cadencia del lenguaje que ayudaba a una evocación precisa de las emociones que se querían fijar. Y tramitir. Ese impuklso al recuerdo es uno de sus motores. A veces conseguimos acercarnos. Gracias siempre por tus lecturas, por tu amistad.

Verbo Azul dijo...

Nostalgico, armónico ese deshacer vida a través de los cosas pasadas. Gran y emotivo poema, Paco.

fcaro dijo...

Gracias por la lectura, Juanjo. Ya sabes que a veces ocurren estas cosas.Hay que dejarse hacer. Un abrazo.