viernes, 13 de noviembre de 2020

10 de América / 2 / Julia de Burgos

 





       Murió sin nombre en un hospital de Nueva York. Depresiva y alcohólica fue recogida de la calle por la policía. Había llegado de su Puerto Rico natal con 25 años. Divorciada, fue luego amante del cubano Juan Isidro Jimenes. Tras el nuevo fracaso, casó de nuevo y obtuvo una nueva soledad como premio. Mayor de trece hermanos, vio morir a seis, maestra, rechazada por la bien pensante secta cultural nacionalista, fuerse por feminista, fuese por su origen (de rastros africanos). Y poeta.

Su carácter libertario y decidido hizo insoportable su estancia en la Isla, donde siempre defendió su identidad hispana frente al coloso protector. Y a los pobres. Con 24 años publicó su primer libro donde ya figura su poema Río grande de Loiza, que la identifica. En 1938 publicó Poema en 20 surcos. Pero fue con su segunda entrega Canción de la verdad sencilla cuando recibió reconocimiento, aunque para entonces ya estaba en NY, de donde no regresaría. Siguió escribiendo a ráfagas, como vivía. Su obra fue recogida con posterioridad y elevada a emblema de muchas realidades actuales. Tal vez se dejó morir, 1953, tal vez la vida a veces.

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A JULIA DE BURGOS

Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga
porque dicen que en verso doy al mundo mi yo.
Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de Burgos.
La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz
porque tú eres ropaje y la esencia soy yo; y el más
profundo abismo se tiende entre las dos.
Tú eres fría muñeca de mentira social,
y yo, viril destello de la humana verdad.
Tú, miel de cortesana hipocresías; yo no;
que en todos mis poemas desnudo el corazón.
Tú eres como tu mundo, egoísta;
yo no; que en todo me lo juego a ser lo que soy yo.
Tú eres sólo la grave señora señorona; yo no,
yo soy la vida, la fuerza, la mujer.
Tú eres de tu marido, de tu amo; yo no;
yo de nadie, o de todos, porque a todos, a
todos en mi limpio sentir y en mi pensar me doy.
Tú te rizas el pelo y te pintas; yo no;
a mí me riza el viento, a mí me pinta el sol.
Tú eres dama casera, resignada, sumisa,
atada a los prejuicios de los hombres; yo no;
que yo soy Rocinante corriendo desbocado
olfateando horizontes de justicia de Dios.
Tú en ti misma no mandas;
a ti todos te mandan; en ti mandan tu esposo, tus
padres, tus parientes, el cura, el modista,
el teatro, el casino, el auto,
las alhajas, el banquete, el champán, el cielo
y el infierno, y el qué dirán social.
En mí no, que en mí manda mi solo corazón,
mi solo pensamiento; quien manda en mí soy yo.
Tú, flor de aristocracia; y yo, la flor del pueblo.
Tú en ti lo tienes todo y a todos se
lo debes, mientras que yo, mi nada a nadie se la debo.
Tú, clavada al estático dividendo ancestral,
y yo, un uno en la cifra del divisor
social somos el duelo a muerte que se acerca fatal.
Cuando las multitudes corran alborotadas
dejando atrás cenizas de injusticias
quemadas, y cuando con la tea de las siete virtudes,
tras los siete pecados, corran las multitudes,
contra ti, y contra todo lo injusto
y lo inhumano, yo iré en medio de ellas

con la tea en la mano.

 

6 comentarios:

Pedro Torres dijo...

Como dirían los jóvenes: brutal. La serie promete.

Juan Carlos dijo...

El poema es fantástico. Tu serie muy interesante, Paco. La sigo con interés
Un abrazo

fcaro dijo...

Para veas, Pedro, que esto de la autoadmonición no lo inventó Jaime Gil. Una vida tormentosa la de Julia, pero es poeta venerada en Puerto Rico.

fcaro dijo...

Y tanto, Juan Carlos, imposible disociar su yo vital y el poético, que se confunden en ella irremediablemente.

M. Luisa García Ochoa dijo...

Muy potente Paco. Tras su lectura me he quedado exhausta.

fcaro dijo...

Demasiado, M luisa, una poesía desbocada, con era su persona. Pero es aire puro.