miércoles, 4 de noviembre de 2020

Carta pública a y dos poemas de RAÚL NIETO DE LA TORRE

 



      Querido Raúl, poeta, tu cuaderno sin leyenda en portada agranda la sorpresa. Dentro tú y tu nueva densidad. Por él sé que has ido apartando las cosas que estorban a manotazos leves, para saber tras ellas, para aventar lo que pretenden ocultarnos. Y lo cuentas. Con esa decisión, con ese temblor en rama, está escrito El retrato del uranio. Con la intensa ingravidez de atender a lo que tan escamente se insinúa, pero tanto nos importa: el murmullo del mundo. Es el tuyo un libro compuesto de provocaciones y sujetos alejadas/os en el tiempo. Distintas y concertados. El poeta que eres, el poeta incisivo que eres, se interna en el fragor de los desvelamientos, en un yo de mazos golpeadores; en la madera que en círculos concéntricos engendra la memoria, y se alza en árbol, y es sigilo y vigilia. El poeta que pretendes se refugia en los berbiquíes dialécticos de escribir lo inestable, lo inaprensible, lo sospechoso; en un tú que no se resigna a retirase y te reta. Diluyes demasiada poesía, sal de Urano, en tus poemas –esas oposiciones en aposición-­, y sé que callas todavía urgencias. También sé que en lentitud pautada, pero irrenunciable, nos seguirá llegando tu voz leopardo ya en vuelo abierto, que acamparán los veranos de tu voz en nuestras playas: te oí anunciar que Cuadernos de la Errantía, promotor de tu libro, es un proyecto de ilusión presente y de ambición futuro futura Y tú, ya nacido y lavado para lo tuyo y para todos, eres boca que no cabes en tu boca, por decirlo con tus palabras. Yo digo que este título que encripta tu nombre encierra el punto más alto de tu hacer. La poesía es en él un acto de lenguaje reclinado, un decir puesto al servicio de la mirada, de la interrogación, de lo errante sin respuestas, porque la poesía en tus manos es un titubeo por los alrededores de un abismo, un saber inmoral, por libre, que no atiene a malicias ni a ingenuidades. Y digo item más que, sin caminos pactados, en tus poemas se interna la alegría del azar, lo afrodisiaco del tanteo, las sugerencias que alumbran o equivocan. Digo a tus lectores que El retrato del uranio debe ser leído desde la desposesión, desde la luz abierta. Leído lentamente, buscado como brisa. Hay en él un ansia incontenida de poblar tras ser poblado. Y se derrama. 

Sé que no está en librerías, que debe ser solicitado a cuadernosdelaerrantia@gmail.com.


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38

Los gorriones se mueren cada día
de un giro inesperado.
A veces uno pasa junto a mí
y entonces soy tu casa,
donde no morirá mientras lo miro.
No los matan:
se mueren de gorriones, de inocentes,
de grises, de aire extraño.
Nada los mata ni les hace daño.
Se mueren como yo,
de ser gorriones.
Pero también se salvan por lo mismo.
(Lo que no puede levantar un hombre
a veces lo levanta un niño).
Ved ahora el gorrión volando
y dadle nombre
y agua para saciar la misma sed
y pan para salvarse de lo mismo.

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24

No acabo de llegar
a mi madera. Estiro lengua, manos y ojos
hacia la vieja juventud del mundo,
hacia quien yo era y yo no era
(aquel joven sentado
en esta misma silla, anclando como un barco
a su destino inmóvil).
¿Qué amor mientras camino
se queda donde estuve, en la otra orilla?
¿Qué esfuerzo para no
partirme en dos, cuando ando con dos pies
pero con una sola vida?
No alcanzo mi madera.
No la puedo escuchar,
como si dos extraños pájaros de hierro
tirasen de una sola canción de amor
y se rompiera.

4 comentarios:

Pedro Torres dijo...

Tienes la virtud de hacer apetecibles los libros o autores de que hablas; y, con el aperitivo de los poemas, se nos acaban de abrir las ganas de leer despacio, paladeando (no diré degustando: 'vade retro'), lo que intuimos sabrosísimo. Gracias.

fcaro dijo...

Pedro: No sé si lo que digo abre apetitos, procuro escribir el poso que me queda. Aunque sé lo difícil que es trasmitir sensaciones. Que por otra parte no tienen por qué ser compartidas. Me sigue gustando leer poesía.

Federico Gallego Ripoll dijo...

Raúl Nieto de la Torre ya no es ninguna sorpresa, pero sigue siendo un asombro. Hemos de desaprender de tantas cosas... ¡Menos mal que ahí está Raúl, para desenseñarnos!

fcaro dijo...

Federico, tú lo conoces bien y sabes de sus estrategias, de su manera de narrarse en las cosas pequeñas, y su habilidad en no agotarse.