Querido Raúl, poeta, tu cuaderno sin leyenda en portada agranda la sorpresa. Dentro tú y tu nueva densidad. Por él sé que has ido apartando las cosas que estorban a manotazos leves, para saber tras ellas, para aventar lo que pretenden ocultarnos. Y lo cuentas. Con esa decisión, con ese temblor en rama, está escrito El retrato del uranio. Con la intensa ingravidez de atender a lo que tan escamente se insinúa, pero tanto nos importa: el murmullo del mundo. Es el tuyo un libro compuesto de provocaciones y sujetos alejadas/os en el tiempo. Distintas y concertados. El poeta que eres, el poeta incisivo que eres, se interna en el fragor de los desvelamientos, en un yo de mazos golpeadores; en la madera que en círculos concéntricos engendra la memoria, y se alza en árbol, y es sigilo y vigilia. El poeta que pretendes se refugia en los berbiquíes dialécticos de escribir lo inestable, lo inaprensible, lo sospechoso; en un tú que no se resigna a retirase y te reta. Diluyes demasiada poesía, sal de Urano, en tus poemas –esas oposiciones en aposición-, y sé que callas todavía urgencias. También sé que en lentitud pautada, pero irrenunciable, nos seguirá llegando tu voz leopardo ya en vuelo abierto, que acamparán los veranos de tu voz en nuestras playas: te oí anunciar que Cuadernos de la Errantía, promotor de tu libro, es un proyecto de ilusión presente y de ambición futuro futura Y tú, ya nacido y lavado para lo tuyo y para todos, eres boca que no cabes en tu boca, por decirlo con tus palabras. Yo digo que este título que encripta tu nombre encierra el punto más alto de tu hacer. La poesía es en él un acto de lenguaje reclinado, un decir puesto al servicio de la mirada, de la interrogación, de lo errante sin respuestas, porque la poesía en tus manos es un titubeo por los alrededores de un abismo, un saber inmoral, por libre, que no atiene a malicias ni a ingenuidades. Y digo item más que, sin caminos pactados, en tus poemas se interna la alegría del azar, lo afrodisiaco del tanteo, las sugerencias que alumbran o equivocan. Digo a tus lectores que El retrato del uranio debe ser leído desde la desposesión, desde la luz abierta. Leído lentamente, buscado como brisa. Hay en él un ansia incontenida de poblar tras ser poblado. Y se derrama.
Sé que no está en librerías, que debe ser solicitado a cuadernosdelaerrantia@gmail.com.
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Los gorriones se mueren cada día
de un giro inesperado.
A veces uno pasa junto a mí
y entonces soy tu casa,
donde no morirá mientras lo miro.
No los matan:
se mueren de gorriones, de inocentes,
de grises, de aire extraño.
Nada los mata ni les hace daño.
Se mueren como yo,
de ser gorriones.
Pero también se salvan por lo mismo.
(Lo que no puede levantar un hombre
a veces lo levanta un niño).
Ved ahora el gorrión volando
y dadle nombre
y agua para saciar la misma sed
y pan para salvarse de lo mismo.
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4 comentarios:
Tienes la virtud de hacer apetecibles los libros o autores de que hablas; y, con el aperitivo de los poemas, se nos acaban de abrir las ganas de leer despacio, paladeando (no diré degustando: 'vade retro'), lo que intuimos sabrosísimo. Gracias.
Pedro: No sé si lo que digo abre apetitos, procuro escribir el poso que me queda. Aunque sé lo difícil que es trasmitir sensaciones. Que por otra parte no tienen por qué ser compartidas. Me sigue gustando leer poesía.
Raúl Nieto de la Torre ya no es ninguna sorpresa, pero sigue siendo un asombro. Hemos de desaprender de tantas cosas... ¡Menos mal que ahí está Raúl, para desenseñarnos!
Federico, tú lo conoces bien y sabes de sus estrategias, de su manera de narrarse en las cosas pequeñas, y su habilidad en no agotarse.
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