Manolo Romero y al fondo Cristóbal L. de la Manzanara |
Fue en Getafe. Tuvo de fiesta lo que el ambiente permite. Poco. Pero hubo alegría, hubo savia, hubo saberse. Lo vi en las caras de Antonio Huerga y Charo Fierro, editores no quejosamente dolidos por la situación –ocho meses ya–, y sí felices por un libro como este que surge de la generosidad fraterna, vivencial, bebencial, del poeta y boticario Cristóbal López de la Manzanara, más maese que nunca. Digamos que es una entrega heterodoxa, un libro colectivo de poetas madridsureños bajo el título Los poetas de la Venida, que vive su aventura en la prestigiosa colección Signos. Participaron con lectura de algún poema diez de los 14 del índice. Abundan en la relación los manchegos, con alguna inclusión de castellanos del norte, gentes del fuerojuzgo.
José Luis Morales |
Espléndidamente editado, cada autor ofrece cinco poemas anteriores y cinco de su trabajo reciente. Vario, abierto, desigual, extraño, atrevido y tan necesario / innecesario como cualquiera otro. Nacido a los asfaltos con la misma voluntad que nacen las flores: sin intento ninguno de crear tendencia y/o selección, sino de ser degustado. El acto fue el martes 24 y en la tarde, ante y con setenta personas –distanciadas, tapabocadas– de las que normalmente disfrutan poesía y abrazos en esta aldea gala que fue sede de Cuadernos del Matemático. Los nombres de los poetas invitados que ocupan el libro son: Ezequías Blanco, Francisco Caro, Juan Pedro Carrasco García, Manuel Cortijo, Isabel Flors Aparicio, Miguel Galanes, Federico Gallego Ripoll, Pedro A. González Moreno, Cristóbal López de la Manzanara, José Luis Morales, Matías -Muñoz, Davina Pazos, Manolo Romero y Teo Serna.
Huerga y Fierro. 330 pgs. 20 euros.
Avispero insurrecto
Contigo, cada vez,
es aprenderme,
conocer el camino
de mis ansias
que lleva al
palpitante acantilado
en que renaces,
y mueres como un
hombre en pie de guerra.
Contigo la derrota
y la conquista,
solsticios de
gemidos que en la cumbre
remontan hasta
fuego y cataclismo.
Tormenta de verano
en la extensión
entera de tus
besos,
latido seminal de
la alborada,
calor de ahogarse
mucho en tu marea.
Avispero
insurrecto que te crece,
a derramarse en mí,
para vestirme
tan solo de sudor
y de agonía.
conocer el camino de mis ansias
que lleva al palpitante acantilado
en que renaces,
y mueres como un hombre en pie de guerra.
Contigo la derrota y la conquista,
solsticios de gemidos que en la cumbre
remontan hasta fuego y cataclismo.
Tormenta de verano en la extensión
entera de tus besos,
latido seminal de la alborada,
calor de ahogarse mucho en tu marea.
Avispero insurrecto que te crece,
a derramarse en mí, para vestirme
tan solo de sudor y de agonía.
Davina Pazos (Inédito)
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La
maestra
En memoria de Casilda y de los miles de maestros y maestras de las escuelas de la República asesinados por serlos y que aún permanecen desparecidos.
Mamá, mamá. ¿Dónde
estará mi madre, la maestra?
Llora la anciana
huérfana.
Aquel jabón de
olor sobre la ropa,
un retrato,
de la mano, las
dos, junto a la escuela.
Mamá, mamá, ¿por
qué te empujan?
Son todos sus
recuerdos…
y el miedo desde
entonces.
¿Dónde estará mi
madre?
Ochenta años pesa
la losa del
silencio.
¿Dónde estará mi
madre?
Alguien dice que
más allá del río,
en un hoyo, camino
del hayedo:
el abrigo del
bosque también se lo negaron.
Allí la buscarán,
a mi madre, la
maestra del pueblo.
Mamá, mamá.
Hoy es el día.
Medio metro de
tierra, pies abajo,
son quinientos
milímetros de sombra.
Mi madre, mi
madre.
Apenas cien
paladas, cuidadosas,
para alcanzar la
luz el primer hueso:
fémur de mujer,
cuarenta y seis
centímetros y medio.
Allí alumbran su
tibia, su cadera,
un pie completo
dentro del zapato,
sus dos manos
atadas con alambre.
Hay girones de
ropa y un anillo.
Mi madre, mi
madre.
Mamá no volveremos
a estar solas.
Matías Muñoz (De Un
temblor compartido)
Llora la anciana huérfana.
Aquel jabón de olor sobre la ropa,
un retrato,
de la mano, las dos, junto a la escuela.
Mamá, mamá, ¿por qué te empujan?
Son todos sus recuerdos…
y el miedo desde entonces.
¿Dónde estará mi madre?
Ochenta años pesa
la losa del silencio.
¿Dónde estará mi madre?
Alguien dice que más allá del río,
en un hoyo, camino del hayedo:
el abrigo del bosque también se lo negaron.
Allí la buscarán,
a mi madre, la maestra del pueblo.
Mamá, mamá.
Hoy es el día.
Medio metro de tierra, pies abajo,
son quinientos milímetros de sombra.
Mi madre, mi madre.
Apenas cien paladas, cuidadosas,
para alcanzar la luz el primer hueso:
fémur de mujer,
cuarenta y seis centímetros y medio.
Allí alumbran su tibia, su cadera,
un pie completo dentro del zapato,
sus dos manos atadas con alambre.
Hay girones de ropa y un anillo.
Mi madre, mi madre.
Mamá no volveremos a estar solas.
6 comentarios:
Estupendos poemas. El primero, gozo elemental que se derrama en metáforas muy sugerentes. El segundo, dolor elemental que se condensa en imágenes, por objetivas y distanciadas, tremendas. Y la crónica, claro, estupenda como todas. Habrá que leer el libro.
El recopilador, buen amigo, ha tenido la gentileza de incluirme junto a tantos buenos poetas. Ha quedado un libro agradable al tacto y a la vista. Heterodoxo también.En fin, la vida, amigo Pedro.
Querido Francisco Caro: Nadie sobra ahí. Donde abundó el pecado... sobreabundó la gracia de Cristóbal, su alma amplia, su corazón antiguo que no sabe mirar de reojo, ni al suelo, y pisa charcos y saca los zapatos limpios (cosas de boticario, o de poeta minucioso y dulce). Es un orgullo para mí formar parte de esa preciosa y rotunda edición, bella desde la tinta... al corro de la patata de tan buenos y buenas poetas que me hacen sentirme importante. (Miedo me da Don Pedro -el del rotulador implacable- y su gusto por hallar ese hilo suelto en cada pieza de tejido que cae en su manos. No lo ha de hallar aquí, y si así fuera, lo castigaremos sin merienda y sin haiku, por tiquismiquis). No me había subido tanto la autoestima desde "Cardinales", también con Santa Charo Fierro y usted mismo, Don Francisco, como buenos hilos de urdimbre de este telar utópico en el que sobrevivimos. ¡Viva la poesía! (alguna), y ¡Vivan los poetas! (todos).
Yo también estoy a gusto rodeados de tantos buenos amigos y tan sabios, poeta Federico. Qué menos que valorar este nido de afectos, este telar que teje la urdimbrede los poemas, este hogar entre tintas que se nos ofrece. Plantemos aquí la tienda. San Cristobalón tiene el alma grande y los brazos abiertos. Y no se preocupe por don Pedro, es buen perdonador. Vivan los poetas.
Bonita crónica te has sacado de la manga, querido mago Paco Caro, sobre la presentación de la muy "heterodoxa Antología" que ha levantado de la nada con su contagioso entusiasmo el amado amigo Cristóbal. Muy a gusto también con los compañeros de viaje, almas tocadas todas por la gracia poética, la generosidad y la empatía, en esta nueva aventura que ha surgido de las cenizas de "Cuadernos del matemático" como no se ha cansado de repetir nuestro Cristóbal López de la Manzanara. ¡Viva Maese Botica!
Ay, Ezequías, que la vida nos vaya acometiendo con sorpresas como estas, tam cariñosas, tan soportables, tan de seguir en el gozo. Hay veces que los empeños nobles se ven premiados con obras bien hechas, como es el caso. Ya lo dijo Machado, "déjala que beba, San cristobalón". Aquí estamos y seguiremos.
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