Dice José Luis García Martín que el dolor personal puede hacerse poesía, confidencia susurrada, pero no convertirse en espectáculo. Recuerda que Ángel González decía que era incapaz de leer en voz alta sus poemas más íntimos. Que a él le pasa igual. También que solamente con sugerir su dolor sobre el papel, al alcance solo de un puñado de confidenciales lectores, se siente como el mendigo que muestra sus llagas para obtener más limosnas. O como quien convierte en oficio exhibir su monstruosidad –vean al hombre elefante– de feria en feria, o de libro en libro. ¿Le comprendes? ¿Lleva razón?
8 comentarios:
Yo siempre he sostenido que el dolor, sobre todo si es por duelo, cualquier duelo, es el peor momento para hacer poesía. Se suelen decir cosas que suelen escocer cuando todo se serena. Yo aconsejo tomar notas y guardarlas para cuando amine esa sensación alienante y deformadora que indice el duelo. Hablo por experiencia. No sé si será o no extrapolable.
Nada es extrapolable, Daniel, porque la experiencia de uno no sirve a otro, pero el hecho de distanciarse del acto que nos provoca puede allanar el camino de la poesía y sobre todo aclarar lo que el dolor o la experiencia tiene de pureza, de emoción permanente e incotaminada por el instante. No obstante eso dicho, hay momentos en que la inmediatez y la intensidad provocan la inspiración. Por eso entiendo lo que dices de tonar apuntes y ver en que queda. No hay norma, no hay normas. Lo que dice JL García Martín es que él se siente así, como expuesto en escaparate. Y en eso le entiendo. Un abrazo.
La entrada me ha hecho ir al blog de Martín, que llevaba algunas semanas sin visitar. Encuentro esto: “Voy contra mi interés al confesarlo”. Me paso la vida repitiendo ese verso de Bécquer porque no hago otra cosa que decir lo que me sería mejor callar. Pero ya se sabe, o por lo menos mis amigos lo saben bien, que soy un bocazas incapaz de guardar un secreto.
Martín es un personaje (como todos los que escriben, como todos los que charlan en los bares), pero más grande y mejor construido que la mayoría. Y es un personaje cuando escribe prosa, y otro cuando escribe verso. Como Pessoa, Martín es una multitud, "un baúl lleno de gente". Naturalmente, no me atreveré a decir que sea también un fingidor.
Pedro, Martín es un personaje en busca de su personaje, al que a veces encuentra para volver a abandonar. Su débil presencia como poeta busca remedio en su fortaleza como lector. Lo leo con cierta periodicidad, me hace gracia su decisión por llevar razón (y tazón) ante todos, su minuciosidad para señalar los detalles en que los autores fallan o falsean la información. Pero es alguien necesario, incluso en sus injusticias personales. Él bien sabe. Sobre el tema que nos atañe, decir que en cualquier momento puede enseñar la patita contraria, la de la desenvoltura y la provocación como actitud buscada, también en poesía. Por lo que a mí respecta me he visto afectado, me cuesta entrar en intimidades en los discursos. Pero cada uno es cada cual. él finge para encontrarse. No sé si lo consigue.
Supongo que algunos poetas sentiréis el pudor de desnudaros en público (si es que la poesía tiene público, etcétera), pero la mayoría, imagino, crea una máscara (o sea, un personaje) y se parapeta tras ella. Nos está mal el ardid y, si cristaliza en buenos poemas, aplaudimos emocionados.
Y volviendo a Martín, a mí me fascina, pero dudo mucho que me pudiera tomar unas cañas con él.
Estar cómodo, conforme, con la máscara es la única solución para conciliar verdad y poesía. Quiero decir una máscara que te proteja y no te traicione. Tal vez eso dé un poco de más libertad. Pero... ¿quién sabe?
Creo que lo que dice Martín es así y además lo suscribo personalmente (esto es: con mi propia máscara). Aunque sólo con una apostilla: no sólo el amor (Machado dixit), cuya condición es siempre imaginaria; también el dolor se inventa. Por lo demás, nada queda fuera de la literatura. Ergo...
Me gusta mucho, querido Paco, esta sección de las 100 palabras. Que no decaiga.
Intentaremos mantener la sección, Alfredo, que viene un poco de la mano de tus esenciales NUL, pero, claro, sin tu potencia. Un abrazo..
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