No había leído a Louise Glück. Llevo días de atracón (todavía en las redes). No es poeta confesional como tildan algunos. Su yo transciende, busca el tú íntimo y universal. Habla de lo que importa. De lo débil del ser humano, del amor como arquitectura y techo. De lo radical de ser mujer. Del deseo. Como nuestra Juana Castro. Nada de mostrar heridas para hallar compasión o atraer incautos en el ferial. No es preciso sajar un cuerpo que mana. Mis parapetos ante la poesía traducida, mal traducida, me depararon esta carencia. Y el pecado de no haberla leído antes.
2 comentarios:
Yo tampoco la he leído. Y por la misma razón. Las traducciones de poesía se me indigestan: casi siempre tienen un son de hojalata que, llevo comprobándolo un tiempo, se les está pegando a algunos poetas vernáculos; es decir, los poemas de ciertos poetas de aquí parecen traducidos.
Pedro, entiendo la necesidad de traducir para los que no somos duchos en idiomas. Es una manera de aproximarnos a. Pero no consigo emocionarme, empaparme, con ella, en ella. Si lo hice con la Wislawa, por cierto. No sé como corregirlo, pero la verdad es que tampoco me esfuerzo demasiado. Alguien dice que en las traducciones se pierde el intangible del que está hecho la poesía, lo que me reforzaría en la idea de que la poesía es también un acto de lenguaje, mucho más que un discurso. Aunque puedo estar equivocado en la opinión, por shpuesto.
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