(para Raúl Nieto de la Torre, poeta,
y su aventura íntima de El retrato del uranio)
Como aquel que pretende
construir el poema a que se ve abocado
y en aparte procura
convocar junto a él a unas cuantas palabras
que no existen aún,
pero son,
porque desea fuerte
salvarlas de la broza,
de la obviedad,
de los tristes adornos y añadidos,
y al fin consigue
escuchar su rumor al escribirlas,
y camina después
por la calle empedrada con ellas de la mano,
y respira su aroma, su voluntad de juego,
y las deja alejarse para poder llamarlas,
porque todo
–piensa– poema es verbo y para
que nazca y viva debe pronunciarse,
darse al aire,
que nos decía Claudio, y atender, con qué mimo,
si regresa canción,
árbol, niño, bisonte,
metal, piedra, bolsillo… por si así pretendiera
ser, quedarse
en nuestro alrededor
y buscara refugio.
7 comentarios:
El poema es muy bueno. Y es muy poderosa la imagen de convocar palabras que no existen pero son necesarias, acariciarlas, examinarlas, dejarlas ir... y que regresen hechas poema.
Amigo, Pedro, hay poemas que caminan a su amor. Uno debe procurar no poner obstáculo. O por lo menos los menos posibles. Gracias.
A veces lo más difícil es la fluidez. Muy conseguida en este poema. Me gusta.
No siempre acompaña, M Luisa, es cierto. Bienvenida cuando llega. Gracias.
Maravilloso, maestro. Y también me gusta la ilustración.
Un fuerte abrazo, amigo Fernando.
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