Con pasión indecisa llega el Jefe al nuevo curso. Y van once aperturas. Se le nota en los gestos, en un rictus sin fuego ni acidez. Casi ambizurdo. Que cavila más en dolorido que en aparente deriva. Buenos y tempranos días, dice, la verdad es que no sé si desdecirme de lo que se dijo en junio o si mantener aquello de “lo benigno y la dicha/ del regreso que trae/ cada septiembre”. Volver a estar juntos de esta manera, separadamente y enmascarados, dota a esta redacción de un aire a clandestinidad conspirativa que tiene un aquel cursi, un aire decimonónico. Conocemos que la poesía dota a sus adeptos de una tentación de logia, de secta a lo fraterno, eso es sabido, pero no sé si tanto. La becaria, sentada frente al Jefe, quiso matizar, proteger, con prontitud: Se podrá comprobar que estamos todos, nadie en Covid y nadie huido. La redacción tiene los cuerpos sanos y las conciencias tranquilas. Lo que no sabemos es la calidad del trabajo que nos espera en estas condiciones de apaciguamiento, de timidez pública. Levantó la mano el redactor colmillo: Soy grupo de riesgo, declino asistir a actos multitudinarios, me pido por edad y pillería leer y comentar en domicilio, luego si eso… En fin, siguió el Jefe, así estamos todos, con las esperanzas y los prados de fin de junio desbaratados, pero en aguante, nunca en doma. Sepan que los poetas –nuestra materia de trabajo– se resisten a no ser. Y sobre todo a no publicar. Miren con qué fe y con qué caridad han aguantado la semana de Exposía en Soria: disfrutando, comprándose unos a otros –incluso los propios editores- avariciosamente. Viendo tal ¿podemos nosotros enmudecer, dejarlos solos? El novato quiso y consiguió hablar en su turno de las presentaciones virtuales. Esas zarandajas no pueden mitigar el dolor de una Feria del Libro ya en suspenso, decía. Luego añadió: Lo que sí me consta es que han aumentado algo las ventas por correo, bien desde las editoriales, bien por Amazon. Recomiendo y animo a lo primero por razones obvias, dicen que el gran enviador ha aumentado en miles de millones su cuenta particular durante la pandemia y ya no necesita nuestra bien probada generosidad. Volvió el jefe a la carga, ahora enérgico: Escuchen esta exigencia, y es importante, no quiero que participen en ningún escrache a poetas que no sean de su gusto: militen en valentes o en marwuanes. Y mucho menos acudan ante la casa de los asmáticos. Añadan a la orden este ruego: pidan a Manitú con danzas y coros sollozantes que puedan regresar los actos y las presentaciones, hagámoslas reguladas y con garantías, seguras, pero que vuelvan. Sería la señal de salud pública y poética que nuestro bienestar necesita. Precisamos llenar de sentido el verbo volver. Y dicho esto, quiero que miren la ventana. Quiero que gocen este sol fructidor., este sol que presiente el membrillo, que nos espera en la calle: cálido, indiferente a las pequeñas miserias que revuelven y aturden. Sepan que seguirá luciendo para todos, que vencerá a lo guardado, que volveremos más pronto que tarde a sentir su roce en nuestra piel. Y el roce de otra piel. Y la alegría.
Por
vez primera, nadie hizo intención pronta de abandonar la sala.
8 comentarios:
Volver,sentir,vivir...
Pues aquí estamos. Ojalá por tiempito. Bienvenidos, mañanas.
Y tanto, Miguel, Ángel, y tanto. Resistir es vencer, decía Narváez y tenía razón.
Por supuesto, Alfredo, vivir aunque sea a sorbos.
Siempre es un lujo leerte. ¡Bienvenido!
Gracias a, siempre es un gusto saber que hay alguien ahí fuera, esperando.
Llenar de sentido el verbo volver. Gracias, Paco, por tu luz. Un abrazo enorme
Javier
Hay que intentarlo, Javier. Aguantar y volver a ser.
Publicar un comentario