miércoles, 24 de junio de 2020

Un poema: El cine de Antonio

















Era un cine, sin más, al aire libre,
un viejo corralón enjalbegado
de cal y una pantalla que a las once
ardía sobre el tedio castellano.

Confieso que no sé 
los años –cuánto tiempo– que cerraron
sus divergentes luces y las sombras
que habitaran el serio y solitario
sentido del deber en Gary Cooper,
las sillas de madera, yo asombrado
del arte de expulsar en Lauren Bacall
el humo del tabaco,
y el olor de dondiegos en la noche
sobre el suelo de un tímido empedrado,
un escéptico Bogart que dispara,
que gruñe masticando,
los roncos altavoces, Brigadoom
y Duelo al Sol, los limpios puñetazos
de un Eddie Constantine insuperable,
un Gassman desgarbado,
Marabuntas feroces de recuerdos,
o de hormigas, de un tiempo que he guardado
cerca del corazón, como si fueran
a volver los amigos y el milagro
de una infancia feliz, al aire libre,
y a las once en el cine de un verano.


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