viernes, 7 de febrero de 2020

Cuatro poemas de Jesús Aparicio



      Dice Jesús Aparicio –nacido en Brihuega y 1961– que una cuartilla en blanco sabe su condición de tierra preparada para la lluvia. Él es hombre de campo, él es un agricultor, él sabe que las palabras son gotas de lluvia, él sabe cómo se fecunda el papel. Y cómo este devuelve el ciento por uno a los esfuerzos del que labra. Jesús Aparicio es poeta por destino. Sentado cuando atardece a contemplar la luz cobre, mira. Y ve. Y cuenta. Los tiempos, que no paran en su hacer, le han recluido en una nueva intimidad. Pero poeta siempre, acude a sus afanes con la precisión del relojero. Desde hace unas temporadas ha encontrada en las ediciones de Ars Poética el hogar donde habitar para sus textos. Y desde allí le han devuelto, nos han entregado, su última entrega, Sin saber qué te espera, donde Jesús, sin olvidar su vocación naturalista, su gozo por lo minúsculo, su observación intelectiva, añade sus reflexiones sobre el coraje del escribir y los enigmas del existir. Con amplio hálito, sin casuísticas que empequeñezcan el mensaje. Quien lo ha leído bien sabe de su mundo emotivo, de esa fortaleza espiritual sobre la cual se levanta.
De esta entrega que nos ofrece, de su extensión (64 poemas), escojo para los lectores de Mientras la luz, la parte última. Sé que para incluirla hubo que removerse una edición que ya estaba casi en máquinas. Son cuatro poemas en donde impresiones e imágenes conforman la conciencia del poeta ante la muerte del padre. Vivida tan a flor, tan consecuentemente.

I   En aislamiento 205C
      (31 de agosto)

Esta pequeña celda de hospital
contiene todo el tiempo que nos sobra.
Tras la ventana ese otro
que no hemos sabido redimir.
Sobre sábanas blancas sin memoria
se revuelve el espejo en que me miro
y no me reconoce.
Por el alma de un cable baja
La transparencia que hoy estamos siendo: 
un goteo de vida
que se ha de reponer.
Aquí está el dolor
para servirlo.

II   Fluir 
       (9 septiembre 2019)

Polvo al polvo,
agua al agua.
Y el barro deshaciéndose.

Todo fue para nada,
nada por donde fluye
lo que fue todo.
Flujo de tempestades
ya pasadas que van
a dar a la mar,
infundiendo ese sueño
del que no se regresa.

III   En vela  
       (10 de septiembre 2019)

La noche tiene un fin,
un deseo y un ruego, una oración:
que nuestra vela encuentre su sentido
a esperar que la respiración deje
su cadencia de sombras
en la blanca pared del silencio.

IV   Unas horas después
          (13 de septiembre)

          Examiné todas las acciones que se hacen bajo el sol:
          todo es vanidad y caza del viento… Eclesiastés 1, 14

Unas horas después de enterrar a tu padre
te entran ganas de hacer de todo
y de no hacer nada,
de ponerte a leer todo
y de no leer nada,
de obligarte a escribir de todo
y de no escribir nada,
de sentarte a pintar de todo
y de no pintar nada,
de pararte a pensar de todo
y de no pensar nada,
de caminarte el campo todo
y de caminar nada…

Leer y escribir
y cantar y pintar
y pensar y andar…
sueñas que todo eso
llene toda la nada.

Unas horas después
de enterrar a tu padre te das cuenta
de que la vida es todo para nada.

6 comentarios:

Javier Díaz Gil dijo...

Admiro a Jesús Aparicio. Es un poeta enorme y un ser humano generosísimo. Gracias por compartirlo en tu blog, Paco.

fcaro dijo...

A ti, Javier. Por tu comentario con el que me identifico. Por eso y por su hondura está en Mientras la luz.

Isabel g de la fuente dijo...

Es grande Jesús,sus poemas te hablan muy claro, y más grande como persona.

Mayusta dijo...

Poesía-Verdad. Bello. Justa la palabra prendida de emoción. Qué gusto leer poemas como estos, que reconcilian con la poesía...

fcaro dijo...

Cierto, Isabel, por eso siempre tiene un sitio cerca de mí.

fcaro dijo...

Poemas que nos reconcilian con nosotros y con el mundo, qué más podemos pedir a los poetas, Mayusta.