sábado, 29 de febrero de 2020

Consejo de redacción de marzo: La encuesta




     Está el consejo contrito, muy contrito. El accidente de la becaria, resbalada sin excesivos daños desde uno de esos patinetes que tantos jóvenes usan y ella quería, ha sumido a sus miembros en la congoja. La becaria permanece en casa, leyendo, con los pies sobre la mesa del salón. De momento el Jefe ha aparcado, hasta su recuperación, el tema de la crítica dócil, cuando no servil, que ella proponía para marzo. Sin su presencia, en Consejo pierde rumbo. Lo saben, pero hay que seguir. El Jefe no está para discursos. Ni eclécticos ni elípticos. Nos ha entregado una pequeña encuesta que debemos rellenar primero y luego procurar que contesten nuestros conocidos. Se trata de crear una taxonomía cuantificada de poetas, dice serio. Para ello ha tomado la propuesta que el pasado 5 de enero hizo Tomás Rodríguez Reyes en su blog Trópico de la Mancha. Con parsimonia ceremonial nos distribuye un papel impreso con las opciones. Dice que podemos señalar hasta dos de ellas siempre que no sean demasiado contradictorias. Helas.

1___ Aprendices de poeta
2___ Poetas que nacen del útero
3___ Los que se hacen a fuerza de leer e imitar
4___ Que tienen destellos y se apagan
5___ Que tienen dotes y se amuerman por el murmullo de la vanidad
6___ Los que poseen genio pero lo desperdician por otras bagatelas
7___ Que no son nada de nada y se empeñan en serlo

Los culos se remueven en las sillas. La verdad es que cuesta taxonomizarse con estos ítems de tan mala milk que no cubren todo el panorama. Son asuntos que se reconocen bien en los demás, pero algo menos en uno mismo. Podrían añadirse otros, dijo, pero he optado por respetar el pronto de Tomás. El redactor colmillo pregunta si es preciso cumplimentarlo y con qué grado de sinceridad. Sí, dice el Jefe. Y apostilla: Porque a fin de mes “a cobrar nadie falta”, así que ahora tampoco. Cumplan. El que inquirió se decide por señalarse en la sexta. Piensa que ha desperdiciado su tiempo en lugares bagatelas como los blogs cuando su talento le hubiera permitido volar hasta dar alcance a la caza. El redactor novato calla y se aplica. No tiene demasiado pudor en poner su cruz en el primer apartado: asiste desde hace siete años al taller de cada lunes. Los demás, sin grandes seguridades ni grandes sinceridades, van introduciendo cumplimentadas las papeletas en los sobres. El asunto es anónimo, pero saben que el Jefe, que bien los entiende, asignará a cada uno con precisión la respuesta elegida. Se conocen. Nos conocemos demasiado. Tal vez si la becaria hubiera asistido, piensan algunos, no hubiera sucedido este ejercicio obsceno de plasmar por escrito y sin matices lo que uno sospecha de sí mismo. Antes de salir, el Jefe recordó: Lleven la encuesta a los eventos a los que asistan y propongan rellenarla a todos los que hayan editado al menos un libro y se sientan satisfechos. Publicaremos los resultados a partir del 30 de junio en los principales diarios del país. 

(Ilustración: MCBarri,. Foto de una foto de Chema Madoz)

martes, 25 de febrero de 2020

Un poema de Alfonso G. Calero: La casa del viento



       El poema aparece en la revista Oropeles y Guiñapos, ese milagro nacido de la generosidad y la sabiduría de Agustín Porras, de donde lo tomamos.
Hace unos años, tres exactamente, apareció Ida y vuelta, el único libro de poemas de Alfonso González Calero. Un tomo que recogía una selección de la obra poética levantada a lo largo de la vida. Poemas escritos y guardados que al final pidieron y obtuvieron luz. Amante de la poesía y salvaguarda de muchos poetas –dirige la colección Añil Literaria–, este manchego ilustre siempre había mostrado pudor ante la publicación de lo suyo. Traemos ahora este poema que dedica a Oliva, su mujer y su aliento, por la sorpresa de su aparición, conocedores que somos de su recato público. Y como muestra de respeto y cariño a su persona de este blog, de esta pequeña ventana abierta hacia el paisaje de los que aman y defienden la poesía.
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La casa del viento

                                                 A Oliva

Tú vienes, porque quieres, a la casa del viento.
El camino es de arena, hay sombras y vinagre.
Las alcuzas alumbran la linde, y es la tarde
en que viniste a descubrirme.

Luce el sol y sopla el aire, como el mundo.

Dijiste que me querías por nada,
porque encendí la luz cuando la noche
empezaba a dolerte,
por eso quiero ir contigo
hasta el límite efímero de la casa del viento
donde las palabras cobran fuerza al sentirlas
y son como diamantes, brasas en la ceniza.

martes, 18 de febrero de 2020

Noticia de febrero en su mitad

          Febrero, en su mitad alado, ha ofrecido cierta brisa por las alacenas poéticas de la ciudad. Afortunadamente hemos podido ser testigos. Al tiempo que provocado por dos poemas. Tal vez no sea posible pedir más a un mes tan escondido tras las puertas, tan en disimulo y sosca como es febrero. Por muy bisiesto que quiera mostrarse.

Viernes 14  / Ana Ares

Carmen Bermejo y Ana Ares
(Foto: Paco Moral)
   
  Vestida en negro frágil y diadema, desnuda frente al hálito del desafío, apareció la poeta Ana Ares para lanzar su nuevo libro, City (Vitruvio, 2020). Se quiso exenta, sin confusiones, presentada sólo por su voz, no por otras ajenas. Dijo, leyó, dejó. Dejó en nosotros un texto preciso y libre sobre su voluntad escribidora y sus afanes de vida, tintado de una sinceridad pocas veces vista en estos aconteceres. Nada discurrió durante la tarde del viernes 14 sin temblor en la antigua Casa de Fieras del Retiro. Incluso las palabras del editor fueron aseadas. De negro también, floreada y libre, Carmen Bermejo. Que acudió a la llamada para subrayar tras Ana la lectura de los poemas. Dos mujeres en pie, dos mujeres vanguardia para contar una ciudad, Madrid y/o, en sus calles y noches, en sus parques travesti, en sus heridas lluvias. Y sin mentirse. Una ciudad que busca y es buscada. Ana Ares es manantial inconfundible, nada en tinta y papel que no haya sido vivido, soportado o arrastrado por los aires del anhelo. Frenéticos los poemas de la primera hornada, pero fue el que cierra la segunda parte, situado en Paris, el que eligieron las maderas del techo para que lo trajera al blog. Así lo cumplo. Envuelto con él volví. Madrid me pareció más mío.

Lunes 16 / Chamán, Cerezal, Pilar y Corraliza.

Nicolás Corraliza, Pablo Cerezal, Pedro Gascón y Pilar Blanco Díaz
(Foto: Álvaro Hernando)
   Suele el Comercial atender a lo necesario. Escaparate de lo que debe, en esta ocasión estuvo a abierto a una editorial pequeña y fuerte. Chamán, de Albacete. Sí, de Albacete. Es su responsable Pedro Gascón, poeta, librero que fue, gente decidida ahora y de común sentido. Va elaborando con decisión y prudencia –o tempora, o mores– un catálogo a tener en cuenta. Y vino para acompañar a tres de sus autores. O viceversa. Estuvo Pablo Cerezal, que dijo textos de su boliviano Breve historia del circo, donde la poesía y la descripción sociológica se aman y multiplican. Estuvo Pilar Blanco Díaz, que mientras leía de su libro anterior tenía el corazón puesto en el siguiente, para nuestro doble beneficio, lo conocido y lo por conocer. De su próximo libro traigo el poema Mujeres, que ya ha aparecido en su blog. Estuvo Nicolás Corraliza, que se tilda de tardío en vocaciones, y que es dueño de unos poemas cortos y contundentes. Dijo en perfecto contrapunto. Dijo con el sonar metálico que tiene la poesía cuando se acera y saja, algo que en él es cualidad. 
El coloquio final no añadió gran cosa a las cotidianas quejas de los actuales editores y libreros, a los cuales, bien sé, tiene Dios reservado sitio a su diestra.
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Muerte en Paris

Recorrimos las calles de Paris
a la desesperada.
Fingíamos buscar
para darle un motivo
que llevarse a la boca
a la desidia.

Pero cada paseo
moría en la certeza de esa falta.
El amor, aquel fruto
prestante de dulzura
al borde mismo de la putrefacción.

Reconocimos juntos la aflicción
y la ausencia en la punta de la lengua.

La liberté después
tenía cara de puta.
Los Inválidos eran sarcófagos vacíos.
La torre un pararrayos.
Mas no nos atrevimos a decirlo,
que jodan a París

A la orilla del Sena
tan sólo fui capaz de sentir frío
y al trasluz te volviste
definitivamente transparente.

Los amantes 
                           se perdieron.
Allí los enterramos
                                                  (Ana Ares)
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Mujeres

Soy las dos Fridas, la del dolor y la de la fuerza.
La que bombea sangre roja.
La que vio su sangre precipitarse por las laderas 
      de la terca pirámide del amor.
La vueltabajo en su llaga,
la del secreto a labios. Las dos soy.
Y Emily en su jardín de flores turbias,
clara y lunar, amapola amarga de la transparencia.
Y esa Virginia de los ojos de avellana
y la que arroja el rayo
y la que mueve el agua con su cuerpo dormido.
Esa Ana con la aguja de la nieve sobre el corazón yerto,
Rosalía lloviendo musgo y piedra mientras oye 
       las campanas del ya nunca,
mientras amasa la sombra negra de la nostalgia 
       y todos sus acasos.
Anne embarcada en sus bahías blancas,
y los ojos de Carson
y la sal en los pulmones de Alfonsina.
En mí el cuchillo de la herida de Alejandra,
la mordedura de cadmio, la pólvora sobre la lengua 
        y su desierto químico.
Y la desolación del abandono,
flor ajada del hombre que pulveriza el pétalo 
        de la pasión de Sylvia.
Soy las dos Fridas. Soy todas las mujeres que lloraron.
Cierro mi pecho donde van sus palabras y se recogen 
         astros como maletas llenas,
como albergues de sueños en una espera inútil.
Toda la luz aquí, también la luz cobarde.
Toda mi patria aquí, en su recinto líquido.
El cauce de una lágrima que desbordó el poema.
Toda la lluvia soy, el océano inverso en su estatura.
Agua y habla cautivas.
                                                       (Pilar Blanco Díaz)

sábado, 15 de febrero de 2020

Un poema: Soledad y pájaro
















Como un falso dios
que te observa y admite

en las dudas la ejerces
como raíz, como cuchillo

también con ironía
frente a tanta amenaza

sé que entiendes
tu libertad como una
íntima forma de soberbia

que la sufres,
que la amas.


                                    (Para Carmen Bermejo)

Fotografía: AníbalBC



martes, 11 de febrero de 2020

Un poema de J.A. Valente: Cementerio de Morette-Glières, 1944.



   Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, diría después Luis Cernuda en su poema 1936, celebrando el recuerdo de la venida a España de combatientes por la libertad. Este poema de José Ángel Valente es anterior, pertenece a Poemas a Lázaro (1960) y debió escribirse hacia 1958/59, al poco de fijar su estancia en la cercana Ginebra. En el memorial existente en Morette-Glières sobre la Resistencia encontró estos nombres que le emocionaron y me emocionan. Los de españoles que murieron por la libertad del mundo en tierra extrajera.
La imagen corresponde a miembros de La 9, la compañía formada mayoritariamente por españoles que inauguró el París liberado.


No reivindicaron
más privilegio que el de morir
para que el aire fuese
más libre en las alturas
y los hombres más libres.
                                                   Ahora yacen,
con su nombre o anónimos,
al pie de Glières y ante la roca pura
que presenció su sacrificio.
                                                       Hombres
de España entre los muertos
de la Alta Saboya:
ellos lucharon por su luz visible,
su solar o sus hijos, mas vosotros
sólo por la esperanza.

La nieve aún dura prodigiosamente
viva en el aire mismo
donde morir fue un puro
acto de fe o de supervivencia.

¿Quién podría decir que murieron en vano?

Al cielo roto y a la tierra vacía,
a los pueblos de España,
a Hervás, a Mula, a todas
las islas Baleares,
a Mendavia, Viñuelas,
Ambrán, La Almunia,
Terrecampe, Tembleque,
devuelvo el nombre de sus hijos:
                                                                 Félix
Belloso Colmenar, Patricio
Roda, Gabriel Reynes o Gaby, Victoriano
Ursúa, Pablo Fernández,
Avelino Escudero,
Paulino Fontava, Florián Andújar,
Manuel Corps Moraleda.

Otros duermen tal vez
bajo una cruz desnuda, lejos
de su país, de su memoria, donde
todos los muertos son
un solo cuerpo ardiente:
carne nuestra, palabra,
historia nuestra que no conocimos,
sangre sonora de la libertad.


                                          (De Poemas a Lázaro, 1960)

viernes, 7 de febrero de 2020

Cuatro poemas de Jesús Aparicio



      Dice Jesús Aparicio –nacido en Brihuega y 1961– que una cuartilla en blanco sabe su condición de tierra preparada para la lluvia. Él es hombre de campo, él es un agricultor, él sabe que las palabras son gotas de lluvia, él sabe cómo se fecunda el papel. Y cómo este devuelve el ciento por uno a los esfuerzos del que labra. Jesús Aparicio es poeta por destino. Sentado cuando atardece a contemplar la luz cobre, mira. Y ve. Y cuenta. Los tiempos, que no paran en su hacer, le han recluido en una nueva intimidad. Pero poeta siempre, acude a sus afanes con la precisión del relojero. Desde hace unas temporadas ha encontrada en las ediciones de Ars Poética el hogar donde habitar para sus textos. Y desde allí le han devuelto, nos han entregado, su última entrega, Sin saber qué te espera, donde Jesús, sin olvidar su vocación naturalista, su gozo por lo minúsculo, su observación intelectiva, añade sus reflexiones sobre el coraje del escribir y los enigmas del existir. Con amplio hálito, sin casuísticas que empequeñezcan el mensaje. Quien lo ha leído bien sabe de su mundo emotivo, de esa fortaleza espiritual sobre la cual se levanta.
De esta entrega que nos ofrece, de su extensión (64 poemas), escojo para los lectores de Mientras la luz, la parte última. Sé que para incluirla hubo que removerse una edición que ya estaba casi en máquinas. Son cuatro poemas en donde impresiones e imágenes conforman la conciencia del poeta ante la muerte del padre. Vivida tan a flor, tan consecuentemente.

I   En aislamiento 205C
      (31 de agosto)

Esta pequeña celda de hospital
contiene todo el tiempo que nos sobra.
Tras la ventana ese otro
que no hemos sabido redimir.
Sobre sábanas blancas sin memoria
se revuelve el espejo en que me miro
y no me reconoce.
Por el alma de un cable baja
La transparencia que hoy estamos siendo: 
un goteo de vida
que se ha de reponer.
Aquí está el dolor
para servirlo.

II   Fluir 
       (9 septiembre 2019)

Polvo al polvo,
agua al agua.
Y el barro deshaciéndose.

Todo fue para nada,
nada por donde fluye
lo que fue todo.
Flujo de tempestades
ya pasadas que van
a dar a la mar,
infundiendo ese sueño
del que no se regresa.

III   En vela  
       (10 de septiembre 2019)

La noche tiene un fin,
un deseo y un ruego, una oración:
que nuestra vela encuentre su sentido
a esperar que la respiración deje
su cadencia de sombras
en la blanca pared del silencio.

IV   Unas horas después
          (13 de septiembre)

          Examiné todas las acciones que se hacen bajo el sol:
          todo es vanidad y caza del viento… Eclesiastés 1, 14

Unas horas después de enterrar a tu padre
te entran ganas de hacer de todo
y de no hacer nada,
de ponerte a leer todo
y de no leer nada,
de obligarte a escribir de todo
y de no escribir nada,
de sentarte a pintar de todo
y de no pintar nada,
de pararte a pensar de todo
y de no pensar nada,
de caminarte el campo todo
y de caminar nada…

Leer y escribir
y cantar y pintar
y pensar y andar…
sueñas que todo eso
llene toda la nada.

Unas horas después
de enterrar a tu padre te das cuenta
de que la vida es todo para nada.