Foto de Mercedes Espinosa Victoria |
Buenos
días, buen año. Este veinte 20, viene con brisa salvífica, con el aroma de las piedras moradas. . El jefe llegaba
cursivo y próspero en sus metáforas. Por lo cursi de su saludo, no sé si nos llega harto
de lecturas o del industrial panetone que Manitú confunda, susurró más
fuerte de los debido el redactor novato. Lo más probable es que haya estado
leyendo alguna traducción nueva de Tranströmer, apostilló el idem
colmillo, y venga obnubilado. De ambos supuestos podría dar cuenta cierta la
becaria, que parecía encerrada con llave en un arrítmico silencio momentáneo. Y les diré
más –continuó el prota, vista baja a los apuntes–, sé por JL Martín
que los críticos franceses de hace unas décadas descubrieron que un poema
comprensible que hablara de un determinado tema es simple periodismo poético.
¿Qué les parece? Afirma que se lo contó Zagajewski en Venecia. Dicen ambos que hay
que procurar librar a los poemas de un relato demasiado accesible para que
puedan acercarse, balbuciendo, a los alrededores de la poesía. La becaria bebió, déjala
que beba San Cristobalón. Humedecidos los labios, puso nervio: Parecen
valentianos henchidos esos franceses de tentación onfálica. No sé qué opinarán
de tal boutade nuestro Rosillo y nuestro d´Ors. Yo por supuesto
no estoy con ellos, pero tampoco lejos. Remachó. Alguien, bajo el tablero,
tecleaba su móvil para traducir el fraseo anfibológico. El jefe, que ya se lo
había escuchado en ocasiones, traía su réplica como espuerta de cal. Miren,
piensen lo que les parezcan, o no piensen, pero –sin llegar a lo gabacho– ojalá
que para este 2020, construir un poema sea algo así como trazar un camino y que
por él transiten los fragmentos del aire, un mundo sin costumbre, la verdad
intranquila. Y lo flanqueen ruidos pobladores, los árboles morados de los
desasosiegos. Luego calló para escucharse bien. Lo tiene por rutina. Alguien dijo desde el
cansancio: Cada mes nos descubre usted una Cibeles nueva. ¿Un camino? ¿eso
propone? Cualquier poema que se respete es siempre un camino o no es nada. La
cuestión es hacia donde, hacía qué vértice, hacia qué lugar soñado, junto a qué
acantilado trazarlo. Añádale lo necesario de encontrar el mojón desde el que iniciar el regreso. Entonces podrá ser poema. El jefe, que lo es aquí y en Siracusa. no tardó
en su argumentario. No importan tanto los condicionantes, importan sólo apenas. Tal
vez tenga usted razón, pero la que tiene es poca y además no sirve. Mire la
fotografía, lea usted en el metro el pasquín de Berta García-Faet, el
camino del poema es, o debe ser, apenas penumbra ensimismada, qué importan las adherencias. Nadie intuye ni sabrá nunca la meta de la poesía. Ni la nuestra. Camino, sólo camino e incertidumbre. Eso sí, el poema que
propongo debe dejar abiertos, muy abiertos, para actor y lector, sus dos
puntos de fuga. Para poder volar. En eso soy irreductible. Algunos lo entendieron como el momento
propicio para la huida. Y ejecutaron. Veinte–veinte,
piedras moradas, caminos. Veremos.
4 comentarios:
Que los dioses te escuchen, Maestro, y confundan a juntaletras, youtubers de O.T. trepacargos, feisbukegos y otras especies que pululan por el noble paisaje de la poesía que con tanto esmero piensas, dibujas y coloreas...Yo, por si acaso, intentaré guardar sabiamente un discreto silencio mientras leo y aprendo... Feliz 2020
Usted, después de sus reflejos rotos de un espejo, puede descansar lo que desee, La poesía le reconoce como su suyo.
Feliz 2020.
Feliz 20 20!!!
Y la luz morada brille e ilumine nuestro camino!!
Brillará, Soraya. Un abrazo.
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