jueves, 31 de enero de 2019

Consejo de redacción de febrero. Oír y ser oído, comprar y ser comprado.




       La gente del mundillo, dicen los que de esto saben, está agotada y algo más. Aunque de ello suele hablarse después, mientras los vinos. Esto es un sindiós, un sin parar de noria. Esta feria infinita de las presentaciones, esta ovoide espiral de las lecturas. Este Madrid lírico que a veces nos aturde en sus atardeceres. Miren las redes –dijo enfático el Jefe–, algunos y algunas denuncian ya su cansancio de asistentes sistemáticos. Otros, sin proclamarlo, renunciaron hace tiempo a comprar libros de cualquiera. Los primeros terminan cediendo, rehenes como son de las sanas amistades y su voluntad de abrazo. Los segundos se mantienen erectos en su decisión. Alegan que tienen la casa desbordada de papeles ociosos, alegan lo precario de su bolsa. Y tiene razón bastante  ¿no les parece? Calló un instante el Jefe, lo preciso para un sorbo de café. A nosotros nos parece, interrumpió el novato, cada vez más desenvuelto, pero me explican los editores que tan sólo venden en las presentaciones, que los libros tienen luego poquísimo recorrido en librerías, que es preciso aprovechar el momento afectivo de la presentación, que no pueden dejar esta rutina. Además, ocurre que el autor, cansado de escuchar 30 veces a otros, desea que a él le escuchen 30 otros, cuando menos una vez. ¿No es razonable? La redacción se resolvía poco excitada ante un tema sobradamente sobado. La becaria, que va desarrollando un sentido común de enorme densidad, se atrevió. Aplicar el do ut des, o el quid pro quo, como sé de algunos,“ir a quienes van, comprar a quienes compran”, termina por reducir horizontes y fomenta sectas dentro de la secta. Sin perderse de vista unos a otros es necesario salir de, abrir ventanas a, airearse en libertad, visitar nombres desconocidos, seguir a la espera, no desfallecer. Quiso el Jefe responder a tales ánimos, pero se le adelanto el redactor colmillo. Lo mejor es que te echen a faltar, yo quiero mucho a todos, pero vivo lejos, y aún así la poesía me encuentra, y los poetas, si lo desean, también; haga usted lo que desee, Jefe, pero no le vendría mal darle unas vacaciones a ese escuchante-comprador que lleva dentro, nosotros mantendremos mientras el kiosko, no se preocupe. Y el Jefe, muy callado, no sabía si seguir o si dejarlo, si invertir en el bonotransporte de febrero o si ahorrárselo, si leer o escribir, si encargar una estantería nueva o sacar a la calle diez cajas de libros. También le preocupaba la obsolescencia.

6 comentarios:

JOSÉ LUIS MORANTE dijo...

Mea culpa de conciencia desasosegada: No fui a las presentaciones de amigos entrañables cuya poesía abraza... Sin Margarit, García Montero, Antonio Jiménez Millán, Andrés García Cerdán, Álvaro García y tantos otros, la vida es menos vida y más atardecer. LLamaron para afear la ausencia y me sonrojé... Pero vivo en la periferia del mundo, en Rivas, y sobre mi mesa duermen tantos libros que ando con ellos en horario insomne. Es raro que cada día dure tan pocos minutos y tantas páginas. Un abrazo, querido Paco y otro a la redacción, que lo que dice es sensato y convincente. Así que ojalá se mantenga abierto el kiosco mientras leemos. No es poco acuerdo.

Alfredo J Ramos dijo...

Quizás nadie se atreve a poner el dedo en la llaga. O quizás no hay llaga. Lo irracional es ese empeño en publicar lo que puede difundirse de otro modo (el prestigio de fondo como coartada) en estos tiempos en los que otros modos de difusión sin posibles. Pero vivimos un mundo de egos revueltos (gracias, JC) y la sindéresis no es moneda habitual. Y hablo, más que nada, como lector no sé si exhausto (¿exangüe?) pero si por completo desbordado desde hace tiempo.

fcaro dijo...

José Luis, 14 personas hemos estado hoy en Tipos Infames para escuchar a Roger Wolfe. Quería conocer su persona y me ha encantado su saber estar, mitad de tímido confiado, mitad de hombre que se asoma. Coincide con su escribir. No tan sucio como el tópico le atribuye. Estuvo a reventar la Alberti, y sí, tengo que leer más a Jiménez Millán, pero cuando le oigo parece que los poemas discurren por un cauce conocido para mí. Algo en común debemos tener. Por lo demás el kiosco, durará, bien lo sabes tú, lo que los ánimos. Hoy hay un nuevo libro en casa. Wolfe se lee como Karmelo.

fcaro dijo...

No es fácil juzgar con acierto, Alfredo. ¿Dedo? ¿Llagas? Si la situación está así sus causas tendrá. El hecho de publicar se ha vuelto extremadamente fácil para todos. No sería problema, pero algunos descansamos poco del ajetreo. Otras personas son más selectivas en sus acudidas a los lanzamientos, como dicen los hispanos de allá, en sus publicaciones. Ciertamente coincido con lo exasperante de no poder terminar de leer lo que se acumula. Yo no soy ejemplo de nada, sino al contrario. Llaga y dedo.

Miguel Ángel Yusta. dijo...

Sabia reflexión, querido Paco Caro. Esto ya es un sinvivir, una espiral, una pescadilla (pesadilla) que se muerde la cola. Sigan en el carrusel (tan propiciado por la vanidad y las redes sociales) quienes creen disfrutar en él. La lectura sana y sosegada, la visita al librero, debería imponerse. El apaciguamiento, la reflexión y, a veces, el valioso silencio, también. Pero los tiempos son los que son y todos (todos) estamos, de una forma u otra, dirigidos y manipulados. Tampoco es tan grave: ir o no ir, estar o no estar. Al final, si por cualquier causa estás una temporada "fuera de foco" nadie nos echará de menos: el tiovivo continuará rodando...


fcaro dijo...

Ninguno estamos libres, buen Mayusta, todos estamos dentro y todos estamos fuera. Todos pecamos, todos sufrimos. Siempre pensamos que un cierto alejamiento no vendría mal, pero... No no obstante, como bien señalas, nuestra presencia o nuestra ausencia no cambiará el bioritmo. Señalemos y dejemos seguir.