Puede parecer que sus poemas no cuentan, que desprecian el
discurso. Que están escritos a golpes de emoción y lenguaje, que la poeta se siente llevada por el instante, por la necesidad de verter. Ella sabe que el poema es el continente de la poesía cuando la poesía desea vaciarse, y lo cuida hasta el extremo. Para que sea digno de acoger el temblor, la explosión de la carne, los zarpazos. Puede que sus poemas carezcan de principio, de final. Puede que sus poemas sean instantáneas, disparos, flashes que duelen. Puede que lo sean, sí, porque iluminan preludios de la culminación. Hablo de Paloma Corrales, que ha publicado Celebrar
el aullido en Isla de Siltolá.
Paloma Corrales es poeta que atiende decidida a lo imprescindible del hacer
poético: a construir guardando el orden de la palabra y los huecos, a la
sugerencia. Que no es sino desvelar lo oscuro desde la luz pequeña. 62 poemas
de trazo leve. 62 silenciosas dagas. Hay tanta vida, vida vivida, como pureza poética.
Limpios hasta la desolación, por ellos se enseñorea el verso corto, el que da paso
al sosiego y a la herida. Cuesta encontrar endecasílabos. Es preciso leerlo
como está escrito, en el atento silencio del sorbo a sorbo. Como el mejor
brandy. No es Ada Salas. No es Chantall. No es Isabel Bono. No. Es Paloma
Corrales. Siempre ha escrito así. No concibe el poema de otra manera, si no es
en depuración, limpio de signos y palabras que no trabajen. Palabras a las que
hace que multipliquen sus significados. Hay en ellos tanta levedad como
potencia, como provocación. Dividido en dos partes: Con los ojos plagados e Íntimos
de miedo, se extiende en la primera la observación, no de la naturaleza
física, no de los días y sus afanes. que también, sino de la incapacidad del
hombre, de la mujer, para concretar un horizonte de felicidad. La dicha aparece
siempre como sombra huidiza en territorios inexplorados. Devastadora felicidad, imposibilidad que
tienta. volverme nadie/ volverme niña/
volverme rama/ escribir/ pues siempre hay otro vuelo/ para un pájaro herido de
jaula.

Esa es Paloma Corrales, poesía forjada en las trincheras que
enfrentan a la palabra y al silencio, enemigos necesarios en el combate a
muerte que supone escribir:. Léanla.
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(para escribirme lluvia)
y de nuevo la luz
en umbral más terco
ofreciéndose
con esa tentación
que inunda los muebles
sobre los símbolos
y los misterios
sobre el papel en blanco
y lo que invoca
como una sumisión imprevisible
hacia la carne
como una sed crecida
absoluta
invasora
y de nuevo la luz
en ráfagas de ti
para escribirme lluvia
en esta doble sombra de nosotros
para escribirme lluvia
y tocarte
en el poema.
2 comentarios:
Mi querido poeta manchego, me emocionas. Gracias.
Tu si que emocionas Paloma¡¡ con tu fuerza poética y tu rasgo único que lleva a las palabras a la cumbre del misterio.
Un abrazo
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