Es un titulo sugestivo,Cuadros sin colgar, lleno de significados
múltiples. Entre otros remite al anhelo inacabado, al esfuerzo sísifo, a la
acción de una voluntad jamás recompensada. Cuadros que permanecen arrumbados,
superpuestos, ocupando el ángulo de la pared y el suelo, ocultándose unos a
otros. Cuadros o poemas. Poemas o fragmentos de vida. Fragmentos de vidas o
sensaciones. La vida es un argumento desconsolado para quien así titula, que no
es otro que José Luis Nieto en su
último libro (publicado por Tigres de
papel). No hay sorpresa en él, lleva años titulando así la serie de poemas
inéditos que nos ha ido entregando en su blog Diario de improvisaciones. Porque José Luis Nieto usa
la ventana virtual para alternar sus letras propias con las letras ajenas que
le eligen por lector.
El libro apareció a principio de la primavera y llegó pronto
a Mientras la luz. A una luz alumbrada por el prólogo inconmensurable de Alejandro Céspedes, el asturiano y
prodigio. El maestro de una generación de poetas madrileños que le veneran,
algo no difícil conociendo su obra y su persona. En él se dice que el desamor
es único y repetido cuadro ante el que el poeta ve amarradas sus manos y su
voluntad, lo que hace imposible su izado en la pared hasta la altura de los
ojos. Hasta la altura del desafío que supone saberlo domeñado. Cuadro pintado
una y mil veces con el color de la melancolía, con el pincel con que la vida
convierte al tiempo en un desierto. No
es un libro alegre, es un libro verdadero. El poeta, el pintor no finge,
simplemente aboceta aquello con que los afanes y los días nos castigan o
advierten. Es por tanto un libro doloroso donde palabras como gemido, noche, capa oscura, decepción,
soledad, indigente, incierto, rutinas, treguas, láminas rotas, afonía,
tristeza… (páginas 100 y 101) campan a bastidor abierto.
Es sin dudas un libro escrito en tiempo dilatado, a juzgar
por sus entregas, pero por el que se transita sabiendo que los cuadros, los
poemas, pertenecen a esa identidad de paisaje en donde se mira a la vida cara a
cara, sin engaño, porque ni entorno ni caminante aceptan simulaciones. Ambos
aparecen como fatalidad y destino: como escritura. José Luis Nieto es un poeta
de convicción para el que las emociones, sobre todo las que proceden de la
pérdida, se imponen a la hora de tomar la paleta. Pocas veces levanta su paleta
en la exaltación. Hay poco que celebrar cuando el alma, tan transparente, se
vuelca pedazo a pedazo en el lienzo, inacabada siempre y en espera. En cuadros
que aguardan, lejanamente, la hermosura de un vuelo que a vecs llega. José Luis
es el pintor honrado, es el poeta que no enmascara, pero tampoco exhibe, que
solamente cuenta. Y pinta desalentado, quiero decir convencido.
Game over
Abrir la puerta y cerrarla.
Encender la luz que borra la oscuridad,
esa luz
que tarda en prender tanto
como ha tardado el día en morir.
Colgar la chaqueta y, con la desgana habitual
despojarse de la ropa.
Ver como el espèjo comienza su burla mientras
en el pomo de la puerta queda pegado un saludo
de hace horas.
Nada nuevo hace renacer el intervalo que acontece
si se mira el bonsái deshilachado en hojas secas.
Rebuscar en los cajones un sueño.
Entre los calcetines una ilusión oculta.
Abrir la puerta.
Cerrarla.
Un pedazo de rutina queda pegado en la espalda.
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