No es David Morello Castell poeta de juegos. Ni florales ni
líricos. No busca los arreglos ni los deslumbramientos. Ni métricos ni fónicos.
Hay demasiados poetas que se dedican a adornar las calles, los salones, los
escaparates. Y son necesarios. Hay ya demasiados poetas que se dedican al poetiqueo y a las felices crónicas de sociedad. Otros a la denuncia urgente. Y todos
son necesarios. Tampoco es poeta de hallazgo fácil, de la ironía chocarrona,
del contentar el gusto de los oyentes con alusiones a lo actual, con el guiño. No lo
tiene fácil entre sus contemporáneos. Tal vez porque es un poeta.
Tal vez porque es un poeta a la antigua usanza, de los que
piensan en el hombre, de aquellos que le toman como objeto y sujeto de su preocupación. Del hombre como
individuo, del hombre único y no necesariamente solo, del hombre como proyecto
siempre inacabado. David Morello es poeta radical tras el tono educado de su
gesto y su verso. Hay algo –mucho- del Otero existencialista, de José Luis
Hidalgo, aunque tras ellos, después de ellos, haya descorrido la cortina
engañosa de Dios, ese visillo que oculta con promesas la cegadora luz del dolor humano en
las ventanas. Del dolor físico a veces. Y siempre del dolor que producen los
otros, advertida o inadvertidamente. Los otros, esos que existen, pululan,
ciegan caminos, cortan alas. Conspiran. Los otros: simplemente los hombres que rodean al
hombre. Al autor sí, pero a cualquiera que desde la conciencia indemne desea
ser hombre. Único y hombre. No es David Morello poeta que levante escaparates,
no. Tampoco hay moraleja, ni monserga vacía, su verbo atiende sólo al fuego del
existir. A lo que quema.
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VIII
Me falta oxígeno
para construir la teoría de un hombre cabal
para ponderar con acierto el valor de las cosas
más allá de la ardorosa sierpe
del látigo de la emoción.
Mientras las estadisticas tienen sus librerías
repletas de reflexiones, los desgaciados
vestimos las paredes con el recuerdo
el color del tiempo vivido,
sacamos la dignidad de los cajones
y pisamos cuando podemos las calles
con la desnudez y el miedo de los animales
que han deshabitado el hombre.
4 comentarios:
Una vez más, Paco, gracias por traerme una lectura que me hace albergar esperanzas en este mundo tan lleno de cosas zafias.
Aunque breve la muestra, suficiente para creerte cuando dices "No es David Morello poeta que levante escaparates, no. Tampoco hay moraleja, ni monserga vacía, su verbo atiende sólo al fuego del existir. A lo que quema."
Lástima no haber llegado aún a la facultad de ser ubicuo.
Un abrazo.
Lamento, Manuel que no pudieras asistir. David es un gran tipo, un gran poeta también en opinión de Mientras la luz. No se puede ser ubicuo, pero hay que intentarlo. Mi mejor abrazo.
Aunque ya parezca reiterativo el asunto de la ubicuidad, tenía tres opciones,Rivas, David y Poetas en la calle con la gente del 15M de Alcorcón. Tuve que decantarme por lo último que era el primer compromiso. He tenido el placer de conocer al poeta y su paisaje hace poco tiempo, pero su seriedad poética y vital me parecen profundamente necesarias.
Mis respetos
Muy interesante,
es importante la génesis poética,
siempre se agradece la luz que brilla
entre el gris cotidiano.
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