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Me gustaba leer
despacio a los poetas que me amaban
me hicieron tanto mal
que sin piedad, ni furia, ni esperanza,
sabedlo, los denuncio.
Abrir cualquier poema
era andar los anhelos,
su mirada inicial, el primer pacto,
la inocencia febril
de quien se sabe
un amado sin dudas
en los brazos sin dudas de la amante
me excitaban sus voces, su experiencia,
saber que mis excesos
eran sólo detalles cotidianos:
el final de una juerga,
dos cuerpos en misterio,
lo frágil de vivir enamorado.
Poco a poco avanzaba
descendía
en las tardes de siesta, sin presura,
por aquellos renglones,
epidermis
a mi tacto en minutos
siempre calmos.
Me gustaba leer despacio a los poetas.
Lentamente,
el calor y sus verbos
me ganaron
hasta el favor del solitario vicio
al público secreto
que a nadie confesaba
de masturbar palabras y veranos.
(Jaime Gil y Claudio
Rodríguez, os lo juro, fueron ellos;
yo no sabía nada de la vaina
entraron con sigilo,
con estíos y sombras
en la casa
fueron ellos, canallas, que me amaron).
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5 comentarios:
Como se te lee a ti, amigo, como se te lee a ti.
Un abrazo, Paco!!
A mi modo de ver espléndido modo de explicar cómo se lee poesía y de 'señalar' a tus maestros.
Me ha gustado mucho.
Amigo José Luis, ya me gustaría que me leyeran despacio, o simplemente que leyeran algo mío.
Ya lo dijo Campoamor ¡Quíén supiera escribir!
Gracias Amando, sin maestros la vida y la escritura se hacen cuesta insufrible. Mi abrazo.
Le felicito. He disfrutado de su poema y, como no, también de los de Biedma.
Un saludo
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