Un poema: ¿Dónde el testigo?
¿Dónde el testigo?
No lo hay.
Si existiera y hablase
para qué tanto
pope de cruz y plata,
para qué tantos
chorlitos de filósofas cabezas
que nos amansedumbran.
(Lo inhumano es tener
la conciencia tranquila).
Para qué tantos
afanes que disfracen
la ruta verdadera.
Somos seres que no
podremos nunca
repudiar ni guiar
esta nave inservible que nos lleva
del temblor de lugares que ignoramos
a idénticos lugares,
que traslada la rabia
por el espacio a más de cinco mil
millas/segundo.
¿Hay alguien que contemple, que nos
mire
sarcástico y sonría desde fuera?
¿Dónde el autor,
donde el testigo (me pregunto)
de viaje tan extraño?
6 comentarios:
Pero, mal que bien, vamos guiando esta nave atolondradamente y no todo siempre sale mal. Gracias a los que no tienen la conciencia tranquila probablemente. Y, claro, no hay testigo ni autor por ahí afuera.
Preguntas de difícil respuesta que el poeta responde. ¡Ay de las conciencias tranquilas! Da pavor sentir que abundan tantas. Gracias por tus versos, necesitados estamos. Un abrazo.
Isabel FBQ
Pedro, cuando iba a catecismo me topé con la plabra providencia y el adjetivo divina. Me decían que era el cuidado que Dios tenía del mundo. Pero no, no nadie ahí fuera.
Isabel, la conciencia, si lo es, no puede vivir en la comodidad. Es algo propio de necios.
No hay nadie cuidando, ni vigilando. De ser así, sería terrible estar a su merced y cuidado.
Gran poema, Paco.
Un abrazo
Javier
Eso parece, Javier. No hay nadie al cuidado de este esfera lanzada al viaje infinito.
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