martes, 10 de marzo de 2020

Dos poemas de Francisco J. Carretero. Aún se forjan navajas





      Hay libros de poesía que convocan a pocos lectores y otros que se desparraman. El que traemos hoy es de estos últimos. Tal vez porque su disposición pública viene a glosar y cantar un sentimiento colectivo cierto y sano. Y para estos asuntos está también, desde Homero, la poesía. Para ser canto en alto que une, para ser dicha juntos, para alzarnos en identidad colectiva. Mi buen amigo, el poeta de Albacete, Francisco Jiménez Carretero (aclaremos que nacido en Barrax) disfruta estos días, y yo con él, de la tercera edición de su libro sobre la navaja. Es un clásico en la tierra llana del solar manchego. Nació de puntillas y va crecido. Uno de estos pasados días se presentó la edición actual de Aún se forjan navajas, tal el título, que ha impreso la Diputación Provincial. Fue en el Museo de la Cuchillería, en ese palacete modernista que es cofre y orgullo del acero labrado, de la artesanía que ha dado nombre mundial a la Ciudad. Los poemas acuden al molde clásico, donde con suma habilidad se desenvuelve el poeta, y lejos de complicaciones metafóricas, buscan el lugar donde los lectores guardan la emoción y el cariño por tan cotidiano objeto. Décimas, sonetos, romances y algún versolibrismo, acarrean en su decir una defensa a ultranza de ese bien humilde y proletario que es la navaja. Y de sus usos. Cierto que la vida moderna la va alejando de nuestros diarios quehaceres, pero las gentes del campo, esas que ahora levantan con justicia su voz, saben de lo que hablo. 

      Digo que la navaja necesitaba un poeta. Y lo tiene. Digo también que el libro agotará esta edición como hizo con las anteriores, y que está a la venta siempre en el citado Museo de la Cuchillería. Por si.

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Así es una navaja

Hoja bruñida de acero,
cachas de ciervo o de nácar,
talón, rebajo, “carraca”,
corazón de cuchillero.
Pestaña vitola, esmero
y filo de luna llena.
Noches de yunque que suena
a ritmo de martinete.
Templa su acero Albacete
para escapar de la pena.


Navaja estilete

Esa acerada finura
que acunaba entre mis manos
aquellos años lejanos
de mi inocencia más pura.
Esa delgadez, ternura,
que en mi niñez primavera
labró sobre la madera
el perfil de una sonrisa.
Esa estilete sumisa
fue mi navaja primera.

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