El poeta Mario Míguez Foto de Isabel Míguez. Tomada de las páginas interiores de la edición de "Versos aparte" que ha realizado la editorial Polibea |
El
poeta Mario Míguez murió en Madrid en 2017. Había nacido en 1962. José
Cereijo, su amigo y posterior albacea literario, recibió el encargo de cuidar y publicar (En Renacimiento, Pre-Texos y Polibea) sus últimos tres libros. Otros tres habían aparecido en vida. Hombre de
una sorprendente memoria, dicen que podía recitar más de mil poemas ajenos,
muchos de ellos en sus idiomas originales, se retiró pronto de la vida pública
poética, de la que era severo crítico, según recuerdan sus amigos. De su emoción
lectora da cuenta la entrega encargada a Polibea, la editorial que sostiene Juanjo
Ramos, la cual se presentó el pasado miércoles 26 de febrero. Curiosamente
Mario no quiso que se publicara en la colección de poesía “El Levitador” de la
citada editorial. Tendría sus razones. Sospechamos que porque no es una poesía
de creación pura, sino reflexiones en formato lírico al hilo de lecturas o
situaciones. Textos de afán entre didáctico e imperativo, dirigidos a moldear -o
modelar- conciencias y actitudes desde una situación de anacoreta contemplativo,
del que sabe que las dirige a un desierto del cual no desea salir. De ahí su
libertad. Pero también el cierto tono de selecta superioridad ante
el común. En puridad, construcciones ni aforísticas ni epigramáticas, aunque en ocasiones lo
parezcan. Me recuerda su lectura al último Jorge Guillén, en ocasiones a
Juan de Mairena, a veces a Eugenio d´Ors. Quiso como título Versos
aparte. Y se compone de 88 textos para los que acude al noble hacer
rimado, algo que acentúa la sensación de moraleja a recordar, aroma que orea
toda su extensión. Es oportuno señalar que incluye con frecuencia fragmentos
originales en otros idiomas, alemán, francés, inglés, latín, principalmente.
Como bien señala José Cereijo en el prólogo, en Versos aparte se
defiende una poesía no literaturalizada, pero sí mimada hasta el último detalle. Nada
más horroroso que el descuido. Una poesía que deje lejos la mecánica del acto, ese
hacer degenerado de un oficio sin emoción, lugar que Mario califica de viciado.
Una poesía que debe alimentarse de los clásicos, levantarse sin rebuscamientos,
clara en su dicción y en la procura de que las palabras trasciendan desde su difícil
sencillo uso. Una poesía que es siempre territorio exclusivo, no literatura,
no arte. Tal vez música, eso sí. En algún lugar se dice eso de unir lo
inteligente a lo sensible.
Mientras
la luz
se goza de libros así, de que editoriales tan pequeñas como dignas se ocupen de
estos asuntos, al tiempo que se lamenta de la falta de difusión y distribución
que las acompañan. Proponemos la lectura de esta mínima selección. Y la compra
de ejemplares.
Sabio
¿Sabio ese sin saber cuándo
callarse?
Aléjate, hijo mío, es un pedante.
Tecnorexia
Sin medida, sin freno, y con la ciega
inercia del consumo y del dinero:
la técnica por vicio de la técnica.
Patología aguda de este tiempo:
insensata y dañina tecnorexia…
Examen de conciencia
Al juzgarte a ti mismo
Evita estos dos vicios,
ni la autocomplacencia,
ni el hipercriticismo.
Crítica
Mal crítico será cuando confundas
“lo que está bien” con “lo que a ti
te gusta”.
Malogrados
Uno contempla triste a los que el vicio
de la literatura malogró
y que escriben poemas ignorando
que un poeta no es nunca un escritor.
Claramente
A un misterio no añadas ni poemas
ni enigmas, si lo tratas en tus versos.
Tú no oscurezcas más lo misterioso.
Tú muestra claramente ese misterio.
Vago
¿Vaguedad en los versos?
Más con palabra exacta.
Nunca esa “vaguedad”
que demuestra vagancia.
Emoción 1
Repásalo pues puede que engañes.
Indaga en tu poema muy despacio.
¿Seguro que es lo más emocionante
lo que has escrito más emocionado?
Ohne warum?
No maestro Silesio,
lamento disentir…
No es sin por qué la rosa,
la rosa es porque sí.
DeGoethe I
Qué fructífero el más pequeño espacio
cuando uno sabe cómo cultivarlo.
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