jueves, 17 de octubre de 2019

Arde Madrid. Zhivka y Galanes


Arde, arde Madrid en actividad poética. El derecho a escribir y a leer en público echa llamas. Nada que envidiar a otras ciudades. Y aún nos queda POEMAD, que este año viene más descentralizado y más internacional. Poco a poco adquiriendo la talla de un vero Festival y no un mero gesto de voluntades.
Elisabeta Botan, Margarita Todorova, Ricardo Virtanen,
Álvaro Hertnando y Gragorio Muelas
La pasada semana estuvimos ocupados en las cosas que pasan en la calle, ya saben los consuetudinarios eventos. Vino Gregorio Muelas, miércoles 9, todo tensión ilusionada, a presentar el nº 6 de Crátera, la ecléctica revista valenciana de poesía que dirige junto a otros dos amigos. La que se goza con las impresionantes portadas que Juan Carlos Mestre les regala. Un don. Dijo que tienen más de 50 suscriptores y varios encargados de secciones internacionales. Con algunos de ellos departimos a gusto en la chueca librería Nakama, pequeña y tierna a un tiempo. Les vi futuro. Tienen más acompañantes que subvenciones. Y eso es sano. Nadie a quien echar culpas cuando llegue el momento del cierre. 

(Foto: Jesús Cogolludo)

De allí salimos presto. Y prontos a escuchar a Zhivka Baltadzhieva, nuestra poeta búlgara, que por fin ha logrado reunir, en la colección El Levitador, de Polibea, sus poemas en torno a la represión familiar sufrida. Llegamos tarde, nos perdimos las palabras de Verónica Aranda, pero no la lectura –verdadera, tensa, humilde y susurrante­– de Zhivka. Uno piensa que a veces la poesía puede ser verdad y no un juego de lenguaje y espejos para iniciados. Llegamos tarde, pero a tiempo de aprender ciertas lecciones de cosas. Que se decía. Uno está últimamente poco receptivo a que le enseñen, pero siempre en disposición de aprender.
(Foto: MCBarri)
Al día siguiente sí que llegamos a tiempo para escuchar a Miguel Galanes, poeta de inequívoca personalidad. Tanta tiene que no quiso presentador y fue su actual editor, Pablo Méndez, quien improvisó algunas palabras. No entendí de ellas la razón por la cual para enmarcar (y remarcar) la manera reservada que tiene hoy Miguel de acercarse al hecho y al acto poético, tuvo que poner en cuestión otras costumbres, otros modos. Cosas. Miguel Galanes y la editorial Vitruvio presentaron un libro amplio en las dimensiones, extenso en su paginación (345 páginas) y ambicioso en su trazado. Bajo el título de La vida a contratiempo, reúne en un volumen tres libros del autor: Secreta aventura, New York Stress y Luces y sombras de ciudad: Madrid. Viene de lejos esta voluntad del daimieleño para asociar sus títulos en trilogías. Leyó Miguel con sosiego concentrado y enorme seriedad. En concilio buscado y obtenido con los asistentes. Numerosos. A nuestro parecer nunca ha tenido la palabra sensismo más sentido que el jueves 10 de octubre en el Centro Riojano. Es Miguel un poeta de sensaciones a flor y ras de piel, provocación a las que se entrega de inmediato mientras pone la palabra al servicio de tal sacudida. Como contestación, como necesidad y alivio. Y es también un libro escrito sobre tierra manchega, sobre asfalto y sobre adoquines. Poemas andados verso a verso. Nada de extrañar este así sabiendo la afición de su autor a lo peripatético. Poemas en donde la realidad, las lecturas, los prejuicios y las motivaciones dialogan, se retan, se enmascaran y/o se revuelven. Eso nos pareció. No es un libro habitual. El poeta tampoco lo es.
(Foto: MCBarri)

Por si Madrid se apagaba, estuvimos, espectadores, en el encuentro de poesía iberoamericana que organiza Alfredo P. Alencart en Salamanca. Buen ambiente. Nuestro impagable Francisco G. Marquina recibió el premio Francisco de Aldana a su combate poemático y psicológico con la figura de un Dios que existe, como nos recordó. Por allí estaba el poeta ecuatoriano Iván Oñate, al que pudimos saludar y al que escucharemos el próximo lunes en Madrid, en el Comercial, con motivo de la inauguración del curso en la Tertulia Hispanoamericana Rafael Montesinos. Arde Madrid.

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GLORIETA DE LEGAZPI

La sangre no llegará al río,
pero ver como pude ver aquella mañana,
en compañía del pintor José Lucas,
las salas de despiece en el matadero de Legazpi,
no sólo me transportaría a las regueras de la sangre,
los estómagos por el suelo, los menudos, las tripas,
las cabezas pendiendo de un gancho,
las manos y las patas en sangre sobre una mesa,
las pieles vueltas y los entresijos
y los gatos por los alrededores husmeando,

los matarifes con sus monos azules y sus botas
de goma, el cuchillo y los ganchos de hierro de tirar,
y las canales frías, colgadas y descuartizadas,
desprendiendo ese vapor nauseabundo
que distinguía la carne caliente
del ambiente gélido en el matadero municipal
en las mañanas de invierno en Lemiday

sino que los balidos, los mugidos y los chillidos
fueran un único aullido de lamento y protesta
por haber nacido y verse en el sordo ambiente
de unas voces alzándose entre tanta sangre
como la costumbre y el trabajo de otra forma de vida. 

La sangre no llegará al río,
pero era una y líquida y la misma
corriendo por las venas de mis ojos
y al descubierto como el cuchillo del matarife.

La sangre no llegará al río,
pero los ladrillos aún siguen estando rojos
y en pie como parte del artesonado de una historia
que cambia, ríe, se divierte y llora
en un triste y desgarrado lamento.

                                         Miguel Galanes

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