Tal vez lo fuera siempre, no puedo asegurarlo, pero para el
Jesús del Real que yo conozco, el de estos últimos años, la poesía es una necesidad. Una permanente insatisfacción provocadora. La entiende como un desafío dialogado, como reto que no abandona, que mantiene. Hemos hablado, caminando, muchas veces de Poesía. Es junto al Arte, en especial la Pintura, su mayor pasión intelectual y estética.
El
dominio del vértigo, aparecido recién en Huerga y Fierro, es su tercer
poemario.
Raíz y brote, el anterior, y
ya queda lejos aquel
Solaz de caricias
de 2007. La portada actúa de manifiesto. Ha querido que sea obra de Daniel
Canogar, de su montaje Ícaros, tema que pasea el libro. Y que refleja su modo
de acercarse a las realidades y los abismos.
El dominio del vértigo es un poemario sensual. La belleza –del mar,
del cuerpo esperado, de la cultura clásica– desborda lo intelectual para
asediar los sentidos. El poeta atiende a plenitudes de goce, que asume y
celebra. Un libro rico en insinuaciones cómplices.
Y hay, por contraste, un lenguaje enjuto,
comedido (salvo excepciones), escaso en adjetivaciones coloristas. Castellano,
diríamos, como la naturaleza del autor. Jesús del Real, va dejando de ser
observador atento para convertirse en agente del poema, en ara del poema. Velado
a veces por ciertas transparencias, pero dueño de sí para el poema: de su
infancia y sus gentes, de su huerto, de su pasión, de sus lecturas, de sus
aguas y atardeceres, de sus esperas y culminaciones. No es poesía débil la suya,
esa al uso que domina los principios del siglo, sino densa en el decir, una poesía que recorre los difíciles
caminos que van desde los sentidos al concepto, desde los accidentes a la idea,
desde el existir al ser.
Pero es la poesía
que necesitan los avisados lectores. La que nos hace volver..
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Yace un Ícaro en el acero y hormigón de cada
[puente,
pero en su luz se trazan los sueños de las cimas:
lanzarse y deshacer la trayectoria del calendario
o esperar y aureolarse con nubes,
volar a pie firme sobre el tablero
sin mirar a las estrellas, como advirtió Dédalo:
solo batir alas al justo medio.
Rememora la hybris
por si el orgullo
puede más que la ilusión y lleno de entusiasmo
te adentras en el tiempo del Olimpo.
La esperanza es una
necesidad de la cordura,
aprende las artes de la pintura o del vino
desde aquel oscuro Pramnio de Icaria o de Lesbos.
En la memoria de esta isla llegarás a amar
y acercarte al vuelo de lo que un instante la belleza fue.