domingo, 27 de mayo de 2018

Mientras la feria. Consejo de redacción.





       En este mismo instante hay cinco poetas poniendo el punto final a un nuevo poemario, seguramente un par de ellos comenzarán a buscar certamen al que presentarlo, otro par lo tienen ya decidido y solo el quinto, que pretende estar por sobre los verdes azares, sopesa si tal vez, Seis poetas están esperando fallo, fallo que con seguridad entenderán injusto, banal, venal. Siete están acicalándose para firmar en la Feria del Libro, que este año se ha visto obligada a limitar la invasión, pero ni así. Ocho consultan la agenda –día y hora exacta- para solicitar rúbrica del amigo encasetado, y abrazar. Nueve viven ajenos al bullicio o despechados: si no firman no van al Retiro: basta de ser miranda y apoquine, proclaman. Diez se reparten entre escribir reseñas o esperarlas. Cuatro permanecen mustios, hace tiempo que no les ocurre cosa cierta y saben que su nombre deviene olvido, por eso piensan en publicar sus obras completas ya, ya, pero ya, tienen el dinero preparado. Tres conversan afanosos, han quedado a tomar algo por Lavapiés y traman una mutualidad de justificaciones o superioridades. Dos hace décadas que se apartaron -a lo Cabañero, a lo Sahagún- y observan acodados, labios prietos, desde la forja de la baranda. Hay uno que vive lejos, tal vez en Mallorca, que todavía cree en la poesía, porque a veces se llaman para salir juntos.  Todo esto dijo el Jefe en el pasado Consejo de Redacción. 

¿Y Gimferrer?, preguntó la becaria.  

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