Salir en búsqueda de la poesía oral ha sido algo habitual en esta casa. Razón de existencia. Cuestión que ha conducido hasta las brasas a más de un redactor. Nunca confiesan motivos. Si por aburrimiento, si por agotamiento. Pero casi todos terminan cerrando el ordenador con furia, recogiendo soldada y efectos personales y dando un portazo por sello de despedida. Mas, así están las cosas, siempre acude, y firma jornada reducida, algún novato sin brújula. Con voluntad, pero sin convencimiento. Pocas semanas después, se sorprende de hablar solo, continúa por pedir consejo a la becaria (que le convence, aunque poco) y termina yoga sentado en una esquina de la redacción: postura del escriba primero y del sauce después. Cuando le acude el silencio metafísico todos sabemos y respetamos. El jefe ha decidido no suspender la sección, pero si reducir su periodicidad y amplitud. No es por misericordia, sino por exigencia del departamento de riesgos laborales. Hay acuerdo pactado en ello. Y lo dice la ley.¿La ley?
Confesó la volubilidad de sus criterios, su indecisión para lo propio. Que los poemas que
conforman La espiga y el viento, su antología de autor, son los que son,
pero bien podrían ser otros. Que los eligió entre la maleza de una selva de dudas.
Y lo volvió a hacer. Queremos decir que Juana
Vázquez Marín la volvió a presentar, esta vez en la librería Alberti, lunes
y 18. Con ella debutamos. Hubo primero palabras sencillas, sabias, solícitas y
contundentes de Rafael Soler, que
dejaron con delicadeza a Juana dispuesta y sola ante su libro reciente. Ya hizo
lectura de estos poemas en la tertulia Montesinos, primera presentación, pero
ahora estuvo más en sosiego. A Javier
Lostalé, allí presente, le gusta de ellos ese aparente prosaísmo, cuya
sombra logra ser modulada o alejada por un giro de muñeca lírico. Sobre todo,
asegura Lostalé, en los poemas de amor. Juana, condenada a ser poeta, lo es de una
poesía con tono confesional, escribe como vive y vive cuanto escribe. El viento
y la espiga, la vida y el cuerpo, ese baile de deseos que tan bien interpreta.
El libro ha sido editado por Ars Poética, un vendaval de novedades que dirige Ilia Galán, quien con cierto retraso
hizo presencia. Buen ambiente, buenos amigos, buenos lectores de la poeta, que,
en el barrido cronológico que fue su lectura, la oyeron detenerse en Tiempo
de caramelos, libro de su angustia, libro donde relata una infancia
desolada por circunstancias socio-políticas, libro que sigue preocupándole,
según nos dijo. Sonaron entonces palabras de consuelo, palabras que le hablaron
de sanación, de valentía. Ese libro parece ser su espina. ¿Quién no tiene?
Tienen los libros de
Tigres de Papel sus portadas color membrillo, esa fruta melancólica y ácida a
un tiempo. Otoñal de temporada. Abren el curso los Tigres con poeta de enorme
personalidad, de intenso mundo propio, mundo de cuidada introspección y culto desasosiego.
Abren temporada con el conquense Rafael
Escobar. Profundo y tímido, el poeta suele llegar azorado a estos eventos.
El viernes 22 volvió a suceder. Vino con él, para compartir presentación, Miguel Ángel Rubio, extraordinario conocedor
de la obra de Rafael. Es persona de esplendente capacidad verbal, gran
dominador del vocabulario crítico, decidido analista y experto en ilustrar con
imágenes su discurso. Lo demostró. Ayudó en la lectura de poemas. Rafa Escobar es
poeta como pocos, capaz de filtrar las emociones que atraviesan la piel:
aquellas que desde los adentros buscan ser voceadas, y aquellas que desde lo
ajeno acuden a ovarnos el vientre. Circuitos osmóticos les llamó Miguel Ángel.
Sujetos por un decir subordinado, los poemas, las respiraciones de Rafael, vuelan sin descanso desde la exhalación de la conciencia a la búsqueda del lector. Pero hay en los actuales menos justificaciones que en los anteriores. El poeta sabe que los ojos que miran ya conocen la clave, las obsesiones con que dicta su intimidad. O sus tentaciones morales. Y confía en una lectura cómplice de sus confesiones. Hay por ello más serenidad en el trazo. Y menor urgencia. La decisión de ser sólo, ante un mundo en donde su persona actúa como interrogador y como interrogado, se hizo evidente en el poema que habla de la muerte de los padres, escudos necesarios, y en la ironía del que recuerda la especificidad de los “solteros”. Dijo, y es cierto, que Sino a quien conmigo va, tal el título porque tal es su intención cuando escribe, contiene la novedad de textos de tono celebrativo. Leyó alguno. Señaló también sus deudas con lecturas de poetas que por circunstancias han resultado provocaciones escribidoras. Asuntos todos perceptibles en un acto que había sido preparado en exceso, lo que restó cierta espontaneidad a su desarrollo. Todo venía escrito y era demasía. Hubo que apresurarse. ¿Qué mejoran las prisas?
Sujetos por un decir subordinado, los poemas, las respiraciones de Rafael, vuelan sin descanso desde la exhalación de la conciencia a la búsqueda del lector. Pero hay en los actuales menos justificaciones que en los anteriores. El poeta sabe que los ojos que miran ya conocen la clave, las obsesiones con que dicta su intimidad. O sus tentaciones morales. Y confía en una lectura cómplice de sus confesiones. Hay por ello más serenidad en el trazo. Y menor urgencia. La decisión de ser sólo, ante un mundo en donde su persona actúa como interrogador y como interrogado, se hizo evidente en el poema que habla de la muerte de los padres, escudos necesarios, y en la ironía del que recuerda la especificidad de los “solteros”. Dijo, y es cierto, que Sino a quien conmigo va, tal el título porque tal es su intención cuando escribe, contiene la novedad de textos de tono celebrativo. Leyó alguno. Señaló también sus deudas con lecturas de poetas que por circunstancias han resultado provocaciones escribidoras. Asuntos todos perceptibles en un acto que había sido preparado en exceso, lo que restó cierta espontaneidad a su desarrollo. Todo venía escrito y era demasía. Hubo que apresurarse. ¿Qué mejoran las prisas?
EL DÍA
DE FIESTA
(Con Giacomo Leopardi)
Demandan
tu alegría,
llevan a
tu puerta los ramos del sol nuevo en
[mayo,
los cantos
sencillos de los templos,
y tú te
los echas ávido a los ojos,
convencido
del triunfo alto de su ser,
feliz en
el esfuerzo limpio de tu desmemoria;
por un día
aceptarás la vida que aún ofrenda su vuelo,
te darás
al vigor de su pujanza
como si no
supieras que la muerte mordió los frutos
y el amor
se voló a su hueco de sombra;
por un día
te sabrás promesa de hoy,
venderás
tu inocencia por los trigales como una joven
que
codicia el peso violento de un cuerpo
donde
aprende el duelo de morir por su contrario;
hoy serás
también mano entregada,
aunarás la
voz en un salmo de comunión de todos
y en ti se encarnará entre prodigios la
sabiduría
que revela
la felicidad como la fuga de un don,
un sueño
breve de raíz de agua,
una
semilla sin pan ni aliento en su mañana
cuyo
nombre es la belleza que no se puede poseer.
2 comentarios:
Aquí estoy, leyendo, aprendiendo,tal vez comprendiendo (ojalá). Que no decaiga, Paco.
La palabra Alfredo es sinónima de magisterio. Suelo alojarme en su posada, lugar donde el sol pasa la noche. Por hallar calor y algo de luz.
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