Hoy, 28 de julio, hace cinco años que perdimos al hombre y
al poeta que fue Vicente Martín.
Amigo de esta casa, de este refugio que es Mientras la luz, queremos que un
lustro después vuelva nuestro recuerdo, nuestro cariño, a su obra y al aroma de
su compañía. Cinco años que su voz y su cuerpo quebraron para los aires y la
luz, más no en nuestra memoria ni en la de aquellos que lo trataron, que lo
leyeron, que supieron de su pasión por la palabra escrita. Sorprendente siempre
en sus construcciones, en sus temas, en los recorridos por el alma del
lenguaje, fue dueño de un surrealismo de hondo temblor humano. Fue también
hacedor de casi imposibles soluciones para el poema. Su personalidad le hace
reconocible en cualquier paisaje poético porque en su cercanía crecen las rosas
y los mares limitan con los cielos. Él sabía que el mundo es sólo una metáfora
a punto nacer, por hacer. Y lo contaba.
Hace tres años apareció en Huerga y Fierro una muestra
completa de su obra con el título Lo que de mí puedo contaros. Allí se
guarda una muestra antológica de más de cien poemas, allí los últimos libros
inéditos que de su archivo, y gracias la
colaboración familiar, pudimos recuperar.
Hoy, para honrar, para servir su recuerdo, este poema.
Quién eres tú
que vienes de la orilla del frío
y me preguntas
la edad de los cerezos,
quién eres tú que pronuncias mi nombre si no sabes
ni a qué distancia vivo de mí mismo
y cuando quiero hablarte te has perdido entre nubes viajeras,
¿acaso algo de mí,
yo mismo,
desde el subsuelo más hondo de mi carne te he llamado
porque el tiempo del agua ha concluido?
Quién eres tú que traes
la misma soledad con que yo lloro,
la misma voz, la misma
manera de cubrirte los ojos
la edad de los cerezos,
quién eres tú que pronuncias mi nombre si no sabes
ni a qué distancia vivo de mí mismo
y cuando quiero hablarte te has perdido entre nubes viajeras,
¿acaso algo de mí,
yo mismo,
desde el subsuelo más hondo de mi carne te he llamado
porque el tiempo del agua ha concluido?
Quién eres tú que traes
la misma soledad con que yo lloro,
la misma voz, la misma
manera de cubrirte los ojos
cuando estalla una luz y no hay ventanas
que miren a lo eterno, quién eres tú
que atraviesas mi cuerpo y examinas mi sangre para ver
qué llevo escrito en ella.
¿No ves que ya no tengo las manos para amarte,
que estoy solo en el mundo y se me pueblan
los cabellos de mimbre?
¿No ves que estoy descalzo y no me llega
la ternura a los pies?
Puedo existir sin ti, ser yo sin ti, morir sin ti,
puedo escuchar el trino de los pájaros,
llorar con otros ojos,
amar con otras manos,
puedo
ser tú sin ti.
que miren a lo eterno, quién eres tú
que atraviesas mi cuerpo y examinas mi sangre para ver
qué llevo escrito en ella.
¿No ves que ya no tengo las manos para amarte,
que estoy solo en el mundo y se me pueblan
los cabellos de mimbre?
¿No ves que estoy descalzo y no me llega
la ternura a los pies?
Puedo existir sin ti, ser yo sin ti, morir sin ti,
puedo escuchar el trino de los pájaros,
llorar con otros ojos,
amar con otras manos,
puedo
ser tú sin ti.
5 comentarios:
Gracias por recordar al poeta, querido amigo, las obras perduran siempre vivas si ocupan la memoria del lector. un fuerte abrazo y la amistad de siempre.
Se hace no sólo sin esfuerzo, sino con mezcla de cariño y de devoción. Valoré su amistad y valoro su obra. Original, distinta. Un abrazo, viajero poeta.
Gran profesor, mejor maestro. Feliz reencuentro Don Vicente.
Lamentablemente no lo conocía, pero el poema me ha abierto las ganas: buscaré la antología y la leeré atentamente.
Merece la pena, A D. Juan también le gustará, creo. Y no es que l amistad ciegue, que algo ciega, es que hay pálpito en su decir. Que no es poco en estos tiempos.
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