Consejo de redacción. Diciembre
Dijo el Jefe:
Lo que distingue al poeta verdadero del poeta
de voluntad es que el primero sabe reconocer los silencios, el lugar donde
guardan. Lo advierte por la sumisión, por el temblor, de las palabras que los
flanquean. Y, zahorí, se detiene. El silencio es un cofre del que mana presente.
El poeta verdadero respeta su estancia, su sosiego. Deja de escribir en el
poema. Goza el fruto. Conoce que el
silencio anotado puede resultar oculto al futuro lector, pero confía en su
lectura atenta, en el placer que supone su desciframiento. El poeta verdadero
no debe oscurecer ni oscurecerse, simplemente saber que no es posible destruir
los silencios. A veces, pocas, el poema le pide continuar.
3 comentarios:
En poesía son tan importantes como las palabras...o más.
Bendito silencio sobrevolando, reposadamente, las palabras.
Gracias por esa reflexión, por recordar esa norma fundamental.
Buen día,luminoso día...
Sin silencios no hay vuelo en el poema, Miguel Ángel. Sin silencio la poesía se aproxima a la prosa. Y no.
Me gusta, Paco, esta distinción del poeta verdadero y el de voluntad. El verdadero adivina y escucha el silencio y lo respeta. El de voluntad, muchas veces no sabe guardar silencio cuando es necesario.
Qué importantes lo silencios, el lugar del poema en el que más se pide la entrega del lector.
Un abrazo, feliz domingo
Javier
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