La ladera de los
podencos salvajes
Huyó la perra al monte de los pinos
donde habitan salvajes los podencos.
Huyó a la luz de cielos ibicencos,
cielos de sol, de sal, de azul, divinos.
Huyó la perra al bosque y nuestros ojos
huyen a un mar lejano de delfines
donde otras islas cantan los confines
con caracolas, velas, labios rojos.
Como una llamarada nos invita
al bosque el animal, a las jaurías
nocturnas, al clamor de lo enlunado.
Aquí otro perro (o corazón) dormita
en ladera y en casa, en melodías,
en verso, en vino, en luz, y enamorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario