lunes, 5 de septiembre de 2016

Un poema de Antonio Colinas






      Se le señala como verso suelto del Culturalismo. Tal vez porque no formó parte de los nuevos nuevísimos. Bien lo tiene asumido Antonio Colinas, el nuevo Reina Sofía, y en ello se regocija. Aunque suele advertir que rechaza el tono peyorativo que con el tiempo y en ciertos sectores ha ido adoptando tal denominación. Porque, y lo remarca, para él Cultura es sinónimo de vida. Tanto vale un paisaje como una partitura de Vivaldi, tanto leer a Virgilio como escuchar el mar. En su Libro de la mansedumbre –una de las repasadas, reposadas, lecturas estivales– figura este soneto en donde la furia atávica y el disfrute sosegado dialogan y se saben.

La ladera de los podencos salvajes

Huyó la perra al monte de los pinos
donde habitan salvajes los podencos.
Huyó a la luz de cielos ibicencos,
cielos de sol, de sal, de azul, divinos.

Huyó la perra al bosque y nuestros ojos
huyen a un mar lejano de delfines
donde otras islas cantan los confines
con caracolas, velas, labios rojos.

Como una llamarada nos invita
al bosque el animal, a las jaurías
nocturnas, al clamor de lo enlunado.

Aquí otro perro (o corazón) dormita
en ladera y en casa, en melodías,
en verso, en vino, en luz, y enamorado.


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