Ay, septiembre, primer fogonazo, fin de la mansedumbre,
armazón de entelequias, mueres y apuntas lo por venir, el calendario furioso de
las lecturas, de las presentaciones.
Ay septiembre, Comenzaste para nosotros en Valdepeñas, con
la lectura de Antonio Hernández en
el Museo del Vino. Sábado 3 y de mañana. Precedida vino de un texto de Pedro A. González Moreno que dibujaba
con precisión las coordenadas del hacer histórico del poeta de Arcos. Su lectura,
ante una sala repleta, estuvo dominada por la cercanía. La palabra de Antonio
humanizó los textos ya de por sí hechos para la emoción. Uno de ellos ilustrará
una de las tinajas de la bodega A-7, jalonada de versos de poetas que han sido
premio nacional.
Elvira
En la mitad de todo, el fulgor de Cuenca. Luminosa de Júcar
y dignidad. Ocurrió tal y como anunciamos. Convocados alrededor de la
fragilidad sensible de Elvira Daudet,
un grupo numeroso de poetas y amigos acudieron a compartir verdad y palabra,
afecto y justicia. Es sabido que la excusa fue la lectura de la placa con su
nombre que honra a una calle de Cuenca. Un gesto, un abrazo del Ayuntamiento para con una de sus hijas. Era necesario que no pasara inadvertido, era
necesario vernos y verla. Elvira Daudet, conquense
de origen, hija de maestros, Mujer con eme mayúscula, atenta a su alrededor,
infatigable en el combate por lo justo, tan fuerte como tierna, acariciada
por un sol apacible y fraterno, recibió el cariño emocionado, emocionado, de
cuantos pudieron desplazarse. Amigos y poetas escucharon, bajo la placa, las
palabras de bienvenida de José Ángel
García presidente de la Real Academia Conquense de las Artes y las Letras. Sábado
y 17.
Luego, trasladados todos al local de la Academia, comenzó el
tiempo de la palabra. Los poetas Rafael
Soler y Jaime Alejandre
condujeron el acto con justeza, con la entraña. Lo abrió Julián Huete, como voz del Ayuntamiento, con un discurso nada
protocolario y con atención abierta. Estaba Elvira en la mesa acompañada por Carmina Casala y por Paloma Corrales, dos poetas como dos
ángeles cotidianos de amparadoras alas. Luego, la glosa de Jaime Alejandre
señalando los motivos del acto y subrayando la categoría personal y poética de
Elvira Daudet, tanto tiempo en mitad de la sombra y ahora, en que por fin es
conocida, en los cielos de la luz. La agarrotada garganta de Jaime contagio a
una sala que era puro temblor. Numerosos asistentes tomaron la palabra para
expiar sentimientos, pero sobre todo para, con la lectura de poemas de Elvira
Daudet, dejar patente el porqué de todo, para dar cuenta y razón de que bajo
la mejor poesía puede latir la mejor persona, y cuando esto ocurre, como es el caso,
es necesario que el susurro privado se convierta en vuelo público. Y reconocernos
todos. Tras Rafael Soler, certero siempre y elegante, cerró el acto la poeta –temblor
de voz y gratitud unidos– con la lectura de uno de sus poemas más indomables: Esperando a los bárbaros. En pie y
largo, en comunión de todos, el aplauso que puso fin al acto, el que abría la Puerta
de Elvira a los corazones.
Julieta
Más cómoda en las respuestas que en la lectura de sus
poemas, en donde nunca se sintió a gusto, Julieta
Valero estuvo en Enclave de Libros –lunes 26– convocada por el grupo conVersos. Se atrevió a expresar su temor de que sus poemas no trasmitieran la
emoción suficiente a los que escuchaban. Prefería no leer, se notaba. Prefería
conversar, describir su posición ante el hecho poético. Con humildad en el tono
y con sosiego, se confesó sierva de su hacer, incapaz de no escribir. Todos mis
poemas, dijo, son parte de mi vida. Una vida que ha cambiado con el
deslumbramiento de la maternidad, don que la ocupa de pleno. También aseguró
que otra de sus preocupaciones es la Memoria Histórica, el hecho de que nuestro
país no haya sido capaz de asumir el drama de la Guerra y superarlo. Y que cada
vez se siente más comprensiva con los demás, más alejada de la radicalidad
juvenil, más partidaria de poner, en el asunto de los afectos, antes a la persona que al poeta. Ya en los
finales, confesó que le parece estar cambiando su manera de poetizar. Alejándose
del magma, de las dificultosas construcciones lingüísticas que la caracterizan
y acercándose a la concisión, a la esencia. Algo en lo que no ha puesto intención,
advirtió, pero a lo que ha llegado. Que ahora no necesita más palabras para
decir. Leyó algún inédito que lo confirmaba. Tal es el estado de cuestión.