Primer consejo de redacción. Acta
Pero el jefe seguía con la bien
aprendida matraca: Dicen que W. Stevens aseguraba que los
entrechocados bordes de dos palabras pueden producir la muerte. Y que Lorca sospechó que dos palabras que no
se conocen están disponibles para el esplendor lírico. Caminando por estos
territorios es lícito pensar, escribir, que el hecho de obligar a que se amen
palabras que se odian a muerte produce excitación, Y que de ese roce salta la
chispa de la sugerencia.
¿Y eso por qué? -preguntó el novato ante la mirada inquisitorial de
los del colmillo. Agradezco tu pregunta,
–y continuó frenético– porque ambas deben
entonces desvestirse de sus significados, perder su orgullo de ser y verse
obligadas a reptar entre los entresijos del lenguaje para encontrar sitio, lugar
en donde hallar cobijo primero, desde donde gritar después. Y sucede que en
todo este juego, en todo este drama, el poeta no puede sino favorecer semejante
remuéveda, sino dejar fluir a su través. El poeta es entonces mediador, mediero
responsable. Quiero decir sensible y consciente. Porque es a él en exclusiva a
quien hay que pedir cuentas de los filtros y ritmos escogidos parar cerner el
enigma que las palabras se/le han plateado. Su oportunidad como medium valdrá
tanto como su capacidad para que el conflicto de la fricción ofrecida por
génesis se transforme en texto auténtico, en auténtico poema.
Piensen en esto cuando asistan a lecturas, cuando redacten crónicas. ¿Alguna
pregunta? Los pisotones proponiendo quietud labial se sucedían bajo la
mesa. El profundo silencio no le arrendró. Y aunque para discurso de
inauguración parecía suficiente, todos sabían que continuaría. Y lo hizo. Es el poeta, por tanto, cauce obligado desde
las señas con que el mundo nos advierte hasta llegar al fruto desconocido. Y senda
que lleva desde lo que nos perturbó hacia lo que debe perturbar. No es poco,
pero tampoco debe estimarse en demasía. Humilde cauce-senda que a veces le
permite conocerse y en otras asombrarse. Y también artefacto para provocar al
lector, quiero decir para trasladarle de forma reconocible –el poeta es el
dueño del orden, de los peldaños, de los huecos– la sugerencia de aquella
bautismal excitación de las palabras que se desconocían. Y todo porque las palabras
no son sino los flecos visibles de conmociones vitales –realidades,
experiencias, sueños, deseos…_ extrañas unas de otras, contrapuestas, que
chocan al mirarse, ignorando cuántas veces atrayéndose, cuántas con recelo.
¿Y el poema?-–se preguntó a sí mismo sin esperar a razones ni
desbandadas–. El poema auténtico es por
lo mismo fruto único, llegada y fonda. Testigo perdurable. Irrepetible. Inexplicable
en el misterio por y para el que ha sido levantado. Según Juarroz, el poema auténtico se reconoce porque tiene la capacidad
de alterar lo establecido, de inaugurar mundos. O por ser el hacha que rompe,
según Kafka, la capa de hielo que
nos cerca. Y formalmente porque no se puede separar de él ningún elemento, ni
palabras ni pausas, sin negarlo, sin destruirlo. Por estas cualidades, entre
otras, es posible distinguirlo de los textos que adoptan las formas del poema,
y carecen. Y es que al final, alejados del accidente que motivó su creación, su
concreción, sólo existen el poema y su realidad visible, trasmisible, de objeto
para todos. Sin él no existirían poetas
ni poesía. Sin los poemas de Claudio
Rodríguez no existiría el poeta Claudio Rodríguez. Ni existiría su poesía.
Parece obvio -musitaba entre dientes la becaria. Y lo es -susurró alguien cercano-, buena nos espera.
4 comentarios:
Lúcidas reflexiones del Jefe, vivedios, y útiles. Supongo que les serán de la máxima utilidad a la tropa becaria, y las crónicas del blog iluminarán en la nueva temporada con la luz que suelen. Y más.
Buen retorno, Paco (en ambos dos sentidos: deseo y constación). Seguiré atento.
Espero que los cronistas de Mientras la luz acudan a las sabias palabras del Jefe, ellos que creen saberlo todo. Así están las cosas Alfredo, bien venido a esta casa.
Bienvenido a septiembre, Paco. Aunque hoy hace años que entré en la orfandad, me alegra saber que "Mientras las luz" sigue en disposición de ofrecernos lecciones magistrales este curso. Mis feicitaciones a la enflaquecida becaria.
Juanjo.
Se agradecen los ánimos, Juan José, que falta hacen. Quedaste huérfano pero rico en aventuras según parece. La becaria sigue feliz, se lo diré cuando la vea por la redacción. Un abrazo.
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