Cruzamos
los Monegros. Aquí –dicen-
talaron
las sabinas, las que daban,
-cuentan-
techo al amor.
La
historia
de
su final inunda
de
sombras o de luz el automóvil,
nos
da sentido.
No
hablamos del final
de
nuestra historia,
del
sol endurecido en nuestro cuerpo.
Junto
al asfalto apenas
dos
mínimas acacias
con
las que conversar, y el aire que venía
desde
los esqueletos
Tú
y yo volviendo a cuatrocientos
ocho
kilómetros
de
Madrid.
Dos
tierras áridas bajo el azul oscuro.
Dos
nómadas en nómada desierto.
Una
sola esperanza, una sola
longitud
en el filo de los labios.
Dos
buitres que navegan
hacia
el hogar
devorador
del cobre. Digo:
¿Escuchas tú mi corazón
envuelto en los
recuerdos?
Conduzco.
Somos dos
pequeños
nombres, ásperos
bajo
el calor. Dices:
Hablas de tus recuerdos,
yo me agobio
con tu lírica lenta:
amor mío,
nos ha vuelto a pasar
otra vez el camión.
2 comentarios:
Mágnifico. Sensibilidad a flor de piel.
Me gusta! Limpieza y transparencia en un quehacer poético muy contemporáneo.
Un beso.
Laura
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