lunes, 16 de junio de 2014

Junio en sosiego

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Maria Luisa Mora entre el presentador, Antonio Daganzo
a su derecha, y el editor Pablo Méndez, a su izquierda.
     Hay poetas que viven en la calma. Poetas seguros de sí mismos, de que su relación con la poesía no tiene exigencias, y conocen la longitud del sendero. Que caminan con ella y en diálogo. También en el sosiego que da el retiro, cuando hace falta el descanso. Una de las poetas que así respira es María Luisa Mora Alameda, toledana, isleña en Yepes. Conoce desde mucho la sanadora costumbre de decirse conversando con la poesía, no guarda otra pretensión que la de estar cerca de ella, escuchando siempre y alguna vez diciendo. 
Estuvo en Madrid el pasado jueves 12, sin hacer ruido apenas, pero segura, clara, ojos tristes y limpios. La editorial Vitruvio ha editado su obra completa casi (11 de sus 12 libros) en un tomo, físicamente enorme, bajo el título El pan que me alimenta. Ya hubo otra presentación anterior. El piso de arriba del Comercial estuvo habitado por poetas, en su mayor parte manchegos, como ella. Es necesario que existan poetas pegados al corazón, suyo y de la tierra, que escriban desde él para aventarlo y aventarse, que cuenten el azar de lo cotidiano, que, sin despreciarlo, no se escondan bajo el pulido nácar del lenguaje, y que sepan levantar edificios así de conmovedores. La presentó Antonio Daganzo que no pudo ni quiso zafarse de la necesidad de las citas para ilustrar lo que de tierna sencillez y honda trascendencia vital hay en los poemas de María Luisa Mora. Agradeció la poeta esta nueva ocasión brindada. Sigue escribiendo, dijo, porque sabe que no lo ha dicho todo. Aparte, luego, confesó que su nueva entrega, Simulacro Cero, que ha obtenido el premio Nicolás del Hierro, incorpora momentos que hasta ahora no se había atrevido. La mujer, la soledad de su lucha, el amor, la entrega, la tensión de los otros, la muerte y la vida, el compromiso, el pan, la mirada a la misma altura del lector, la nobleza del traje con que viste el verso… todo estuvo en su lectura. No es extraño que los libros se agotasen como pocas veces. Mientras la luz estuvo.

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Alejandro Sanz iniciando el acto
     Mientras la luz estuvo, viernes 13, en el patio de Velintonia, 3, actual Vicente Aleixandre,3. ¿Por qué los poetas, que suelen pedir nombres de calles para sus colegas muertos, en está ocasión prefieren el nombre anterior? Sin duda, el mito. La Historia sin duda. En Velintonia 3 está el Vicente Aleixandre poeta y vivo. En Vicente Aleixandre 3, la simple oficialidad, la escayola. Era el asunto ocupar de nuevo el patio, como el año anterior. En esta ocasión para recordar los 30 años de su muerte y acompañar la presentación de un libro-compendio editado al efecto por La Revista Áurea. Y bien editado por cierto. Dos cientos de personas se evitaron la vergüenza del debut futbolero de España en el mundial. Y no sólo eso, sino que vieron atardecer, suave, prestadamente, desde uno de los lugares señeros de Madrid. 
Actual interior 
Hizo de conductor Alejandro Sanz, presidente de la Asociación “Amigos de V.A.” Después, un tranquilo y prolongado desfile de manifestaciones verbales y lectura de poemas. Pureza Canelo como siempre. Destacaron las de Vicente Molina Foix, Fernando Delgado y Javier Lostalé, jóvenes entonces, saludadores de Sirio y contertulios del poeta malagueño. No faltó la reivindicación a las instituciones para que se interesen por el edificio, santo y seña de la poesía española del siglo XX. Lleva 30 años desocupado y los herederos, parece, no pueden sostener más. Amaya, sobrina del poeta, hizo relato de aproximaciones históricas cuyos fracasos han desembocado en la nada actual, la de entregarlo a una inmobiliaria para su venta. Puede ser detonante. Se agradeció mucho, muchísimo, la intervención final y generosa de Luis Eduardo Aute, que cantó.  Al terminar el acto, la casa, casi encendida, pudo ser visitada por los asistentes. Con emoción. Con la misma que se espera el resultado de esta partida que ya dura 30 años. ¿Volveremos? 

2 comentarios:

Isolda Wagner dijo...

Es todo un placer leerte. Imagino, pues, cómo sería esa velada que nos cuentas.
Estuve en esa casa, con el poeta vivo, lo recuerdo con mucha claridad. Ahora lo pienso con la especial mirada de María Luisa Almeda que impregna sus escritos.
Un beso, Paco.

fcaro dijo...

Isolda, contar lo que pasa no tiene demasiada miga. Me gusta cuando encuentro gente que dice, que me devuelven a casa algo distinto. A veces pasa. Es un placer que me leas. Besos. Paco.