miércoles, 1 de junio de 2011

Federico Gallego Ripoll

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De Federico Gallego Ripoll hemos escrito alguna vez en este blog. Es poeta mío. Es amigo mío.

Junto a Miguel Galanes y Pedro A. González Moreno, es uno de los más sobresalientes poetas manchegos de los que alumbraron Poesía Última, antología que preparó José Mª González Ortega hace casi 30 años.

Vuelve por ser doble noticia. Recién ha salido su poemario Dentro del día, acaso, editado por Algaida, del que hablaremos, y a la vez ha querido acudir a Valdepeñas, el próximo 19 de junio, para beber con todos el vaso de vino de la tierra que ofrecen cada año los bodegueros poéticos de A-7, la elevada tertulia valdepeñera de Agustín, Julián y Matías.

Sé que ha preparado para el día 19 un Cuaderno de Valdepeñas muy a lo federicogallegoripoll. Con la ternura, la elegancia y los guiños precisos para unos lectores manchegos (y no manchegos, por supuesto) apenas recordados, apenas intuidos, pero hecho con enorme decisión. Su poesía es la transparencia tras la cual el poeta se muestra. Uno, múltiple. Él es la suma de todos sus poemas, repartido está en ellos de forma inagotable. Es imposible no verle. Hay en todo el Cuaderno un canto a la vida, a la existencia como un don digno de ser atravesado de forma gozosa. Hay en todo un aroma de algas y trigales, de alegría no equivocada. Incluso en el poema final, ese que intenta sellar la lejanía y la certeza, la distancia y el regreso, el olvido y el recuerdo de una tierra que nunca y siempre, al mismo tiempo, dejó de ser suya. El dibujo que abre esta entrada, obra también de Federico, es el que abre el editado Cuaderno de Valdepeñas.

Como también sé que Dentro del día, acaso (Algaida, 2011) comprende ocho poemas esenciales, parto de emociones sabiamente conducidas, limpiamente proclamadas. Dispuestas transitivamente con la claridad interior que la poesía precisa para ser, simultáneamente, conocimiento y comunicación. Dos maneras de entenderla que no se contradicen cuando crecen en manos como las suyas. Confesiones de esperanza, de deseo, proclamaciones de la voz como puente, del instante, de recuerdos que gustan de las alas, de gratitud por sentir el sol de la tarde en las palabras, acunándolas. Afán por saberse gota en el río. Gota que canta cuanto espera. Gota que es herencia, semilla. Por cuantos fueron soy lo aún no amanecido, dice.

Ahora y aquí, dos poemas de Federico: el primero pertenece a Quién, la realidad, el segundo a Dentro del día, acaso.


MUDANZA

En cuál de las cien cajas estará el corazón.


LOS NIÑOS DEL PIREO

Voy a morirme un poco solamente
para ver que respiras a mi lado,
que me cierras los ojos con dulzura
y bajas la persiana para que no me inquieten
las risas y los juegos en el jardín cercano,
ni el vuelo de las moscas por la tarde que deja
gotas de miel contra los ventanales.

Un poco solamente para oír que tus pasos
siguen llenando de alma las estancias,
que recorres cajones con tus manos,
y doblas mis camisas y planchas mis pañuelos
como si me esperaran todavía,
para sentir que cantas suavemente
meciendo en tu murmullo mi pecho silencioso,
mis piernas recién quietas
y este miedo que tuve –que tengo todavía-
a no poder contarte lo hermoso que me ocurre,
a que tú no comprendas que sigo siendo tuyo,
que el amor continúa creciendo tras la muerte
como crecen los ríos debajo de sus cauces.

Voy a morirme sólo lo preciso
para que puedas desplegar tus alas,
encender los balcones
y reclamar el peso de los ángeles
que tanta compañía nos hicieron,
a ver si permanecen al menos unos días
ocupando mi lado de la cama,
mi sitio en la cocina frente a la cafetera,
recordándote
que hay que cerrar la puerta y apagar las estufas,
y no gastar todo el dinero en rosas,
que algunos años tienen un invierno
tan largo como esta sombra fría
que va ganando lenta mi palabra
como la pleamar
gana el festón dorado de la arena
hasta empaparla, azul, de mar callado.

Voy a morirme tan pequeñamente
que no te des ni cuenta, y no sepas llorarme
ni echar de menos esos ratos torpes
en los que sin porqués nos abrazamos
dándole preferencia al no hacer nada
sobre cualquier otra tarea inútil,
dejando disolverse los minutos
como la última flor de chocolate
que un niño saborea en la penumbra
del cine de las cuatro.

Voy a morirme, amor, tan cuidadosamente,
que cuando llegues tú dentro de muchos años
al borde de este umbral que ahora yo piso
puedas sentirte triste pensando que me dejas
esperándote abajo,
en el portal de casa, como siempre,
mientras terminas de arreglarte,
y yo fumo impaciente de tu risa
y entretengo la espera –sabiendo que vendrás-
silbándote tan mal como tanto queriéndote
esa canción antigua que habla, nunca en domingo,
del amor con que sueñan,
ungidos de esperanza, los niños del Pireo.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Paco: ¿puedes ampliar la información del 19 de junio en Valdepeñas con Federico Gallego Ripoll?. Horarios, etc.
Gracias.

fcaro dijo...

Poco más sé, amigo anónimo. Tan solamente que su lectura comenzará sobre las trece horas (es lo habitual en la tertulia) del domingo 19, también que se desarrolla en las Bodegas A-7, de la calle Buensuceso 54, en Valdepeñas, y que tras la lectura suele haber un vino fresquísimo en el patio empedrado de la bodega. Como que a los asitentes se les suele entregar un cuadernillo editado para la ocasión con poemas del poeta invitado. Y sé que Federico es un poeta de mi agrado. Motivos todos suficientes para animarte a la asistencia. Gracias

Victor dijo...

Disculpa Paco por no indentificarme. Soy Víctor de Villarrubia. Animado estoy (espero poder asistir), pero quiero animar a los miembros del club de lectura. El año pasado estuve en el homenaje a Pedro Antonio, aunque no pude quedarme al vino.

Sobre todo me interesaba la hora, que no recordaba la del año pasado. Muchas gracias.

fcaro dijo...

Gracias Victor, allí nos vemos. Te buscaré. Un abrazo.