sábado, 11 de junio de 2011

¿Dónde la chicha?

Julio Santiago

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Una conversación con Julio Santiago, enemigo del aburrimiento poético, y una pasada por el blog de Julio Mas, me han devuelto a la anciana polémica de los Claros y los Herméticos. De la emoción frente al frío. De las entrañas contra las dudas en la expresión poética. Del discurso de la calle ante el discurso de la mente. J. Santiago me hablaba de la confesionalidad limpia como arma, como necesaria provocación. J. Mas defiende la no superioridad moral de ninguna poética -comunicación o pensamiento- sobre otra . Hace un tiempo, Neorrabioso organizó un partido de fútbol entre representantes de ambas tendencias, creyendo que la cuestión tendría así arreglo.

Julio Mas
Parece que ahora los Claros acusan de nuevo y con rabia a los Otros en un prólogo-manifiesto (Poesía ante la incertidumbre. Visor 2011). Dicen que los otros, los Oscuros, monopolizan el poder de la crítica actual, y que ellos ahora, los herederos de Ángel González y “El Granadino”, ocupan una posición marginal, conmiserativa, a pesar de ser los únicos que venden -por entendidos-, los únicos que buscan apresar, organizar, difundir auténticas emociones a la gente corriente, lejos de trabalenguas cerrados y esqueléticos, decadentes y corruptos. La chicha del sentido y la claridad ante todo, enarbolan. Y avisan: los Herméticos, esos que mandan, tienen la culpa del poco espacio que tiene la poesía en los estantes de los libreros. Nos llevan a la ruina. Y más cosas. Mi amigo José Luis Morales también me lo dice. Yo no sé donde estoy.

Advierte Julio Mas que la polémica es tan vieja como son viejas las puñaladas poéticas. Que viene de los órficos y luego Cicerón, que se sepa. Por si sirve, que sé que no, en el libro Paisaje (en tercera persona) se esconde, en nocturnidad, este poema que doy aquí a la luz. (Quiero decir a la nada.)


LA PRADERA DE ARGOS



El hombre escribe:
lo oscuro es el poema.
Comprende que
si llegase
al refugio sería
la luz como el error,
como una daga

a sus ojos

que se alzaría
la luz sobre su cuerpo,
devorándolo, muertas
de cuajo las vocales, sin batalla

que bajo las alzadas 
horcas los verbos que le ocultan,
sin soldados las últimas
razones de la noche,
derrotada

la trompeta y la aurora
derribarían densos
nombres y muros,

y quedaría sola
y alrededor la luz, blanco
silencio solo

nada.

3 comentarios:

Laura Gómez Recas dijo...

¿En qué cajón meteríamos este poema?
A mí me da igual. ¿Es claro por tener un discurso diáfano y de expresión urgente?, o ¿es hermético por estar dotado de una poética rotunda y de un lenguaje poético complejo?

Lo importante en todo esto es que la calidad literaria no se vea afectada ni por la llanura de lo prosáico, ni por las estratosferas de lo manido y rebuscado. Ni qué decir tiene que no contabilizamos en esto a los ripios altisonantes y a las prosas impúdicas que se disfrazan con líneas cortas y se apoyan en la primera esquina.

Mi beso,
Laura

fcaro dijo...

Mi querida Laura, yo no sé dónde estoy. Son polémicas forzadas por los extremos. La poesía y su construcción (el poema) traspasan cualquier muro de contención, cualquier apriori convenido, cualquier cliché que se establezca.

El poema nace al penetrar las zonas de oscuridad que la realidad contiene. Después, ¿qué hacer? ¿cómo organizar los silencios precisos, las palabras y las pausas nacesarias?

Todo depende entonces de por qué se construye el poema y para qué. Yo sé que cualquier respuesta a estos interrogantes tiene la misma validez para el poeta que levanta. Que el lector la acepte o rechace es otro asunto.

Un beso. Paco

Laura Gómez Recas dijo...

Me quedo con esta frase:
"El poema nace al penetrar las zonas de oscuridad que la realidad contiene."

Creo que los dos estamos en el mismo punto, en el de "yo no sé dónde estoy".

Por eso, lo importante en este debate es no perder de vista lo que es poesía. El lenguaje poético es el que ha conseguido dar calidad de arte al idioma. Y no vale el recurrente "... y qué es arte?". Podríamos citar a varios sesudos lingüistas que nos lo aclararían. Una vez conseguido esto, como bien dices, el gusto o el disgusto es asunto del lector.

Otro, otro beso. Y sonreimos.
Laura