martes, 24 de marzo de 2009

David Coll y "Las noches del corazón"




David Coll es un poeta y rapsoda tentado por el malditismo. Hijo literario del vigor de Espronceda, del acuciante ritmo de Rubén y del mundo socavado de Baudelaire, había publicado ya un libro harto interesante “La sed inmortal”, y otro de grafismo fallido "Amándote en la ausencia", pero ha sido durante este recién terminado invierno cuando ha aparecido lo que él considera la obra de su vida, en la que ha invertido, me cuenta, 17 años de rabia y dolor, de eyaculada existencia. Se trata de “Las noches del corazón” y ha sido editada por Sial/Fugger.


David viste de negro impertérrito, fuma, espera en el Gijón, declama y tiene una memoria aún no llena de versos propios. Yo soy testigo de cuanto manifiesto. Le he oído declamar con voz segura y envolvente en diversas circunstancias. Es amigo, a muerte y veneno, de la métrica clásica, bebe noche y sonetos, comulga alejandrinos. Sus rimas son rotundas, definitivas, esplendentes. Admira a Pepe Alcalá-Zamora, con quien cafetea. Yo soy alumno de algunas de sus tertulias. Y compro sus libros sin intermediarios. Él siempre se ofrece a la viceversa, o a la contraviesa, nunca sé.


"Las noches del corazón" es Coll, puro, alcohol. Un poeta que transita la ciudad desde la desolación hacia el imposible cierre, desde el Dios esquéletico y caprichoso hasta la imbebible bodega del Diablo. La triste luna sangra sobre el horrible mundo, es un verso escogido al azar, pero ahí está Coll, entero. (Entero no, falta la costumbre de escucharle)


Fui testigo de como una aspirante a la judicatura, sentada en la mesa de al lado del Gijón -tras escuchar su lectura de un soneto, contarnos que terminaba de aprobar el segundo ejercicio y que estaba enamorada- compró un ejemplar. (Se lo dejó en 20, como a mí)

¿Cuántos poetas hay así en Madrid 2009?
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EL ÁRBOL DE LA SANGRE



Bajo la inmensidad nocturna del espacio
sobre un gran lodazal extrañamente hambriento,
hay un árbol de sangre, mordido por el viento
que se hunde en el fango, despacio, muy despacio;

mientras el lodo cubre los últimos ramajes
y el árbol, impotente, se derrumba
en rumor de sangrientos oleajes
se abisma en el fangal, voraz, como una tumba.

Corazón, si tú crees que esta visión
de resignada y mansa destrucción
nada tiene que ver con tu latido

te engañas y te ciegas y confundes,
¡Corazón, tú también, como el árbol, te hundes
en las fangosas fauces del olvido!

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2 comentarios:

Laura Gómez Recas dijo...

No hay poesía más reconfortante que la urdida con las 14 cuerdas de un soneto bien hecho y mejor sentido.

Dejo, aquí, un abrazo para David y otro para el anfitrión.

Laura

Moisés dijo...

oormanYa va siendo hora de que se publique la existencia de POETAS, como David Coll y no esos que dicen, por ejemplo: " ha llovido y quizás haya viento..." y dicen que eso es poesía...Ya les vale !!! , ¿qué es eso del verso libre?. Aquí hay demasiada tolerancia con las expresiones y se tracamundan las cosas. Poesía es S. Juan de La cruz, Baudelaire o Espronceda, si señor. Ahí sí hay poesía.