A Luz Pichel, tras su lectura de
Cativa en su lughar/Casa Fechada
Atas la voz que esconde la madera,
esa forma raíz que ya es palabra,
a ese cabo y le pones
en su final rizados colores de papel,
el azar cartulina de algún naipe.
Coges fuerte el extremo
de la cuerda, del cáñamo y rodeas
tu mano y logras
que voltee, voltee vigoroso,
que voltee tenaz el verso y gire
el aire alrededor de tu cabeza.
Gozas su vuelo
sujeto a ti, gozas, zzsum, zzsum…
ahora su vibrar, oyes, pronuncias, cantas
su zumbido, su hueco.
Zoas, caminas, casi asciendes,
escribes, logras
que rumie el viento, sientes
el rumor renovado, revelado,
y le añades tu grito de victoria.
Tu monólogo zumba:
zumbas, rozas, rizas, alta ríes, zzsum, zzsum…
(Guardas, nos dices,
todavía su acorde,
todavía su brama, su zoar,
sus invencibles círculos, tu asombro
por los deshabitados
lughares de tu casa no fechada).
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