miércoles, 16 de abril de 2025

Dos poemas de MIGUEL MARTÍNEZ



     Conocí, y no nos hemos vuelto a ver (creo), a Miguel Martínez en Campillo de Ranas, uno de los pueblos de la pizarra negra. Estábamos convocados a un recital poético-nocturno bajo el marbete de “Se me está quemando la jalea”. Caminaba, recuerdo, taciturno y escondido tras una lata de Mahou inagotable (¿o eran distintas?). Leyó el último con un desparpajo y un a ras de vida y poesía que no he olvidado. Tan en otra armonía, y tan distinta como la que en mí suena, que desde el principio envidié su desenfado. No he coincidido con él (creo) en mis peripatéticas excursiones parapoéticas. Y lo siento. Luego vi su nombre pegado a premios, y lo entendí: Badajoz, Jorge Manrique y ahora Leonor, con Hermano pulpo, libro desde el que hablo. 

El otro día, un tal JL García Martín le dedicó un texto con el que coincido. Poesía y divertida, hallazgo y soltura, decía. Pues, mira, se agradece. Nos ponemos tan trascendentes en la meseta, que se agradece. Se dedica el poeta, al parecer, a lo de la filosofía en los institutos. Pobre. Le viene bien esta válvula de escape. Lo de escribir “poemitas”, digo (porque él lo dice).

Como muestra estos dos poemas, el segundo y el último.

 

MUNDO INTERIOR

            Profe, tú tienes pinta de tener mucho mundo interior
            (Comentario de una alumna de 2º de ESO)
 
Se vende, se traspasa, se alquila
mundo interior perfectamente reformado
en zona bastante egocéntrica.
Son un total de 39 metros inútiles
bien amueblados de preguntas raras,
dos pasillos largos para la ansiedad,
dormitorio ideal para perturbadores sueños
y amplio trastero de vidas imposibles.
 
Incluye todas las facilidades:
sangriento trauma de infancia,
pánico a la muerte instalado
en todas las habitaciones
y discapacidad afectiva renovable cada año.
Situado en calle Angustia Existencial número ay
no dispone de ascensor al más allá,
pero sí muchas posibilidades
de escribir algún poemita.
 
Aunque todas las ventanas dan
al interior de la autocompasión,
algunas noches la vecina de al lado
abre la ventana de una sonrisa mitológica
y entonces, solo entonces,
tiene vistas.
 
* *
 
BÍPEDOS
 
No te caigas papá,
mi padre camina despacio
bastón en mano
mirando al suelo.
 
Arriba, un cielo paleolítico,
los pájaros derrochan
eterna geometría,
las nubes desfilan
sombrías como lobos
y el tiempo afila
su colmillo de smílodon.
 
La vida, rosa carnívora,
cóndor absurdo, necesita
viejos caídos para engordar
el vientre de la primavera.
 
Mi hermana y yo
nos hemos adelantado un poco,
hablamos del trabajo, los amigos
y todas esas cosas
que tienen velocidad.
 
Mi padre solo quiere sentarse
alrededor de aquella vieja hoguera
con un montoncito de leña
y jugar con las sombras
de cuando éramos niños.
 
Donde vais con tanta prisa.
No sabemos, papá,
no sabemos.