Conocí, y no nos hemos vuelto a ver (creo), a Miguel Martínez en Campillo de Ranas, uno de los pueblos de la pizarra negra. Estábamos convocados a un recital poético-nocturno bajo el marbete de “Se me está quemando la jalea”. Caminaba, recuerdo, taciturno y escondido tras una lata de Mahou inagotable (¿o eran distintas?). Leyó el último con un desparpajo y un a ras de vida y poesía que no he olvidado. Tan en otra armonía, y tan distinta como la que en mí suena, que desde el principio envidié su desenfado. No he coincidido con él (creo) en mis peripatéticas excursiones parapoéticas. Y lo siento. Luego vi su nombre pegado a premios, y lo entendí: Badajoz, Jorge Manrique y ahora Leonor, con Hermano pulpo, libro desde el que hablo.
El otro día, un tal JL García Martín le dedicó un texto con el que coincido. Poesía y divertida, hallazgo y soltura, decía. Pues, mira, se agradece. Nos ponemos tan trascendentes en la meseta, que se agradece. Se dedica el poeta, al parecer, a lo de la filosofía en los institutos. Pobre. Le viene bien esta válvula de escape. Lo de escribir “poemitas”, digo (porque él lo dice).Como muestra estos dos poemas, el segundo y el último.
MUNDO INTERIOR
Profe,
tú tienes pinta de tener mucho mundo interior
(Comentario de una alumna de 2º de ESO)
Se
vende, se traspasa, se alquila
mundo
interior perfectamente reformado
en
zona bastante egocéntrica.
Son
un total de 39 metros inútiles
bien
amueblados de preguntas raras,
dos
pasillos largos para la ansiedad,
dormitorio
ideal para perturbadores sueños
y
amplio trastero de vidas imposibles.
Incluye
todas las facilidades:
sangriento
trauma de infancia,
pánico
a la muerte instalado
en
todas las habitaciones
y
discapacidad afectiva renovable cada año.
Situado
en calle Angustia Existencial número ay
no
dispone de ascensor al más allá,
pero
sí muchas posibilidades
de
escribir algún poemita.
Aunque
todas las ventanas dan
al
interior de la autocompasión,
algunas
noches la vecina de al lado
abre
la ventana de una sonrisa mitológica
y
entonces, solo entonces,
tiene
vistas.
* *
BÍPEDOS
No
te caigas papá,
mi
padre camina despacio
bastón
en mano
mirando
al suelo.
Arriba,
un cielo paleolítico,
los
pájaros derrochan
eterna
geometría,
las
nubes desfilan
sombrías
como lobos
y el
tiempo afila
su
colmillo de smílodon.
La
vida, rosa carnívora,
cóndor
absurdo, necesita
viejos
caídos para engordar
el vientre
de la primavera.
Mi
hermana y yo
nos
hemos adelantado un poco,
hablamos
del trabajo, los amigos
y
todas esas cosas
que
tienen velocidad.
Mi
padre solo quiere sentarse
alrededor
de aquella vieja hoguera
con
un montoncito de leña
y
jugar con las sombras
de
cuando éramos niños.
Donde
vais con tanta prisa.
No
sabemos, papá,
no
sabemos.