Alguien te dijo: guárdate de la llaga
que no sangre, de aquella que desconozca el
grito. Y desde entonces, desde que hablaste del secreto con él, ya sólo escribes con afán genitivo de la luz mientras la luz ocurre, de la sed --la que crece plural-- o de tu cuerpo nieve cuando se sueña copos
de los patios y agostos que curvan los caminos, de tu siempre, de cuanto sigue siendo heterónimo cauce de tu vida, de todo aquello que se oculta en ti