(Primer domingo de Adviento, 1579)
Amado,
porque bien me conoces
y
conoces las casas que me ocupan,
Tú
que
has visto en las paredes
que
levanto señales
de
incendios o diluvios, Tú que sabes
que
mi celda conserva pocos muebles,
-que
jamás quise míos-, una mesa,
una
silla,
pintados
del color de los que aguardan,
y
el seco lecho
en
donde cada noche
espero
tu piedad, no tu abandono.
Tú
que siempre quisiste
que
a solas nos hablásemos
de
colores que ascienden,
de
inquietudes y abismos
o
de días granados,
y
escuchaste en mis labios,
encalados
de sal,
que
voy muriendo mientras
se
ha empeñado el temor en visitarme
igual que se
visita un río seco
o se da una
limosna.
Por tantos días
líquidos y andados
por tantos días
nublos y veredas,
por tanto
desamparo como a veces sentimos
como a veces
soñamos, ven,
Amado, ven
a
esta luz que te nombra,
a
esta voz que te alumbra,
que
te invoca con ojos de crepúsculo.
Llégate
Amado,
manda
en mí, deja
que
me envuelva tu sombra dulcemente
disuelta
en la callada
quietud
con la que vivo,
ven,
hoy
que ha vuelto mi mano perezosa
al
oficio y al gozo de escribirte,
háblame,
quiero
saberte
en este anhelo de llanuras,
en
esta labrantía
tierra
de fundación donde tanto me apremia,
en
estas tierras calmas donde
los
inflamados oros del trigal
darán
pronto su abrazo
a
nuestras tapias nuevas.
Para
buscarte ando,
atravieso
los bosques,
los ríos,
los
poblados,
las
nieves que los mapas confundieron
con
dolor, con olvido,
y
hoy se llaman derrota o esperanza,
ven
a
mí, Amado, vuelve
a
esta celda que aún por Ti resiste,
a
este patio que espera,
a
sus piedras azules,
a
la dulce penumbra
en
donde sigue y tiembla el desafío
que
mi espíritu teje.
Quiero
gobernar nuestros
bocas
con divinas
lujurias, remover de ese cielo
que tienes
prometido
las brasas
nuevas, quiero saciar
esta sed que me
rompe,
quiero
para esta luz
manchega que levanto
rescatar –carne y
leña–
altos fuegos que
limpien,
hacer vuelo mi
cuerpo, contemplarte.
Amado, ven,
porque siga mi
boca
siendo pozo de
lumbre y oración,
huerto y hogar en
donde crezcan ,
juntos y siempre,
como esposos,
tu voluntad y mi
alma.
(Rescatado por el azar de la sombra de los archivos samsung ¿2010?, este poema que quiere buscar cobijo bajo el del poeta Fernando José Carretero. Y que seguro fue escrito pensando en el certamen teresiano de Malagón).
(Ilustración: M Pezzolano)
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