Nunca dejó de escribir. Aunque los últimos años no tuviera necesidad de editar. De Carmen Jodra iremos conociendo gota a gota nuevos poemas. Como este que ofrecemos gracias a la gentileza de Diego Román, su amigo. Viene provocado por una estancia de ambos en Islandia. Diego lo leyó el día del homenaje en el Ateneo. Comentó que fue un regalo de cumpleaños que la poeta le hizo. Se lo rogué.
Mientras la luz se complace en darle luz escrita. Gracias, Diego.
NUESTRA FUTURA CASA EN
TJARNARGATA
No puedo precisar por qué
aquellos días tienen
la cualidad del sueño (mucho
más que otros viajes,
que otras vacaciones). Tal
vez era la luz,
tan oblicua y dorada en el
camino de la falla de
Almannagjá;
sí, la luz; también vivir con
gente tan joven – aún se
me representa
Lukas en la piscina caliente:
qué deliciosas
las diminutas arrugas junto a
sus ojos; qué dulce niño.
Estar contigo. Los gruesos
gatos que, acostumbrados
a la atención casi
reverencial que les profesan
los más civilizados de entre
nosotros, se dejaban
acariciar tranquilos, displicentes.
La luz; la llovizna. Nuestra
futura casa en Tjarnagata:
un pequeño jardín muy verde
en el que cuelga
un globo rojo. La cualidad
amable del ensueño,
mirar hacia un futuro tan
incierto y velado
como el cielo lechoso; por lo
mismo, a veces se parece
a la esperanza,
cuando estamos de buen humor.
Ovillos
de todos los colores, siempre
de pura lana
de ovejas islandesas; la
chica a la que vimos
esa primera tarde
(estaba despejado, una tarde
preciosa),
que se había sentado en el
césped, al sol, para tejer.
Carmen Jodra Davó