lunes, 20 de mayo de 2019

Consejo de redacción de mayo: El auriga sabe

Foto: MCBarri



        Me preguntaba el expuesto auriga, el de Delfos, cual era la razón por la que se había puesto de moda en Madrid la costumbre del vermut poético. A mí, que, tras sortear la maleza que encubre la fuente, subía de humedecerme los labios con un buchito de agua castalia. A mí. Puedo deciros que su mirada de marfil sereno e inquisitivo esperaba mi respuesta. No supe qué decirle. Él estaba seriamente preocupado. Me habló de nuevo: No tenéis suficiente con haber conquistado las tardes de los viernes para vuestros jubileos y presentaciones, ahora pretendéis ocupar el sagrado rito del vermut sabatino para dar la barrila a la gente, y va a ser que no. Terminaréis derrumbando los templos, convertiréis el hacer poético en un campo de ruinas, os abandonarán por cansinos, por okupastodo. Y yo no sabía qué responderle admirado como estaba de su precisa información. De la que os traigo noticia. Con tales palabras justificaba el Jefe su prolongada ausencia. Cierto –subrayó la becaria– yo fui testigo de la increpación, y puedo asegurar que el rostro del auriga trazó un rictus airado al preguntar: ¿Es cierto que también pretendéis hacer vuestro el vermut de los domingos? ¿No tenéis otro momento para honrar a vuestros maestros mayores que a la salida de misa mayor? Y supimos que hablaba por el homenaje previsto a Jesús Hilario Tundidor en el Alambique. Tuve que corregirle. Eso todavía no ha llegado, le dije, porque el homenaje será el sábado 1 de junio, pero todo se andará. Ratifico que el Jefe continuó callado, que bajó las escaleras del santuario confuso, mas también asombrado de que ni lejos de su tierra, ni lejos de su blog, tan abandonado, remitiera el runrún de la nuestra poetiquería. Habló preguntando el redactor víbora: ¿Tanto ruido armamos que se escucha tan lejos? ¿La poesía española no es tan inane como nos parece?  La poesía española –contestó el Jefe­–, y en especial Lorca, fue capaz, a los pocos días, de callar a multitudes variopintas en el Teatro de Epidauro. Será preciso que nos respetemos un poquito más. Tengamos algo de orgullo. Si no por el presente, por el pasado.

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