viernes, 27 de octubre de 2017

Poema: El zapato adjetivo



zpatoizqu
ierdozpat

zptoizqui
sumisozi

izquierdo
zptosumi

zptoizqui
Nunca sé si olvidado o escondido,
sumiso o desertor, ese
zapato izquierdo y solo,
fatigado adjetivo sin carisma,
al que hace un mes vigilo ¿y alimento?
debajo de una cama,
parece cuervo herido
y asustado

vive preso
entre el muro y la más última pata

que su pareja huyó, parece obvio,
aunque jamás le escucho lamentarse
con palabras de tango,
sé que sabe
que ha mucho le robé
la parva intimidad de su secreto,
que conozco su pena.

Él mantiene su reto, y yo
siempre que paso
cerca de su distancia le susurro:
el otro ha muerto, murió lo sustantivo,
que tanto acompañaste:
valor, vuelve a la vida

tan terco en su refugio
o tan inerte,
prefiere no atender,
prefiere no acudir a mi reclamo,
debe sentirse allá,
allá en su fondo y solo,
seguro en el desahucio

¿sabrá que yo,
transido de creencias
o dolencias,
no puedo arrodillarme?

domingo, 22 de octubre de 2017

Un poema de Tomás Rivero: Publica pájaros

  Foto de Mara Troublant

      El viernes y 21 vino desde Galicia Tomás Rivero, oficio de librero en Lugo. Y extremeño de origen, humilde y vocación. Poeta a solas durante mucho tiempo. Dijo que, alejado del ruido poetical, siempre soñó con que alguien lo descubriera. Al final ha optado por dejarse descubrir, eso parece. Le oí leer, náufrago en Cuenca y en el noviembre pasado, textos de su primer libro, Cámara de humos, que compré.  Ayer hice lo mismo con su De un libro que no pienso escribir nunca que le han editado en Tigres de Papel: le oí recitar y compré su libro. Confieso, y confiesen conmigo, que pocas veces nos ocurre algo similar en el transcurso de 12 meses naturales. Explicó que el libro anterior y este nacen del acopio de tantos años guardando lo escrito contra la vida y a favor de ella, y que con él da por cerrada una etapa para ¿abrir otra? Contó de su infancia. Contó de una casa cantora y corchera. Contó de cómo fue el libro de poemas que su madre dejó junto a un lebrillo de perrunillas –que devoraba– lo que le llevó a la pasión. Ha tardado mucho en publicar, cada vez hay más poetas de publicación tardía, pero parece resuelto a quedarse (a pesar del poema mandato que ofrecemos). Lució camisa blanca en su diálogo con Paco Moral. Impecable. Igual que el libro luce un prólogo de Miguel A. Curiel, vecino y amigo.


Publica pájaros   

No publiques libros.
Publica pájaros.
No escribas versos,
escribe vuelo, pluma.
No busques la llave,
encuentra la jaula
y quédate dentro
lamiendo la fría cerradura.
Que el poema te abra
y el viento te arrastre.
No publiques libros,
publica lagartos, puestas de sol,
flores encendidas,
músicas que te traen recuerdos
de paisajes y cuerpos deseados,
fotos de cuando eras joven,
para que todos vean
que tu rostro de catre
presagiaba un futuro
de páginas emborronadas.
Pública pájaros contra el azul del cielo.

jueves, 12 de octubre de 2017

Un poema de El oficio del hombre que respira


  
Porque vivir es esto,
un viaje sin excusa,
un reto de distancias, nunca quise
ser transeúnte roto en sus caminos.

Sabedor de sus túneles y alfombras,
de sus bifurcaciones,
de sus tretas gordianas, de que nunca decreta
cárcel para los buitres ni da salvoconductos,
hice largo el trayecto, pero rumor mis pasos.

De cada recorrido guardo
el polvo de la marcha,
el sol con que se guían los audaces
y la plata encendida de las cumbres,         
no recelo
de veranos con nieve,
de crepúsculos pálidos,
de posadas con voces clandestinas, sigo
poniendo nombres
al fracaso de algún ayer intruso,
a las aves y encinas que me cruzan,
a los patios del sueño,
y escribo, si me deja, de sus provocaciones,
de sus enemistades,
del amor junto a los acantilados.

Aún espero a Borges
en las noches de tregua y estrelladas,
no pregunto a quien pasa,
no respondo.
  

lunes, 9 de octubre de 2017

De poetas viajeros: Soler, Azaústre, Curiel


Soler en NY / Foto: Marianela Medrano

   



   Al tiempo que un poeta tan cercano a todos como Rafael Soler abandona su predio más querido de la Glorieta de Bilbao, de El Comercial, para irse a leer a Nueva York, llegan a Madrid poetas de residencia lejana para acercarnos sus novedades. Vientos que mudan y transportan. La poesía es un pájaro ciego que teme de los lugares sellados, de las almas repetidas, de los límites. 




Foto: MC Barri
       Se anunciaba recia la tramontana. Era septiembre, 29 y viernes. Desde Lugo (o así) acudió Miguel Ángel Curiel, que es poeta celebrado en estas latitudes. Repetía en la librería Enclave de Libros, ya estuvo en marzo a presentar El nadador, su poemario anterior. Vino en esta ocasión a ofrecer Manaciones, su libro de Amargord en la colección .C que dirige Cecilia Quílez. Manaciones se compone de dos partes Pathos e Informe sobre la belleza, esta última, dijeron, es reescritura de textos anteriores recuperados. Anunció el poeta que escribe por trilogías editoras y que volverá a editar Manaciones junto a otros dos  próximos textos. Y que llamará Bendito a este nuevo proyecto. Es poeta, pues, que vuelve sobre su obra, como se dice de JRJ. Que no olvida. Obra en marcha que decía el de Moguer. Lo presentó Luis Luna, dijo que a Miguel Ángel le gusta enterrar las palabras para luego verlas crecer, que su escribir es arcilla maleable, y volvió a recordarnos su  tendencia al poema inconcluso. Más que al fragmento, al apunte. No se engaña ni nos engaña, sus textos se agotan cuando se agota el manantial que los genera. No hay más estiramiento ni artificio. Digamos que el autor ya no es el remiso lector que era, que ya no huye de la lectura pública. Escuchándole pudimos percibir en sus poemas el dominio del negro como color que agudiza sus intenciones. Cumple en él la misma función que el amarillo en Gamoneda. A veces pozo a donde encaminarse, a veces puerta por donde escapar. El libro tiene una cualidad novedosa: aunque no está pensado para edición francesa, toda la segunda parte ha sido vertida al francés por la poeta Carole Gabriele, con quien alternó la lectura de poemas en ambas lenguas.     

Foto: Javier Astasio


       El jueves cinco, con la tramontana soplando a pleno abismo, encontramos refugio en la Librería Alberti, la que ha convertido su pequeño escondite en ara de novedades. Hasta allí trajo la hispalense Vandalia Poemas para leer en un centro comercial, el nuevo libro de Joaquín Pérez Azaústre., uno de nuestros ocho autores cardinales. Se advirtió del libro que su origen data de hace unos diez años, de cuando El jersey rojo (2006), y que sus poemas, generosos ellos, fueron cediendo sitio a otras inquietudes hasta que el autor ha decidido ejecutar su hora. Es un libro largo que atiende a diversas provocaciones. De él dijo su presentador Jacobo Llano, y dijo bien, que dentro del ejército de máscaras que es un poeta, algo que se agudiza en tan larga gestación, el libro mantiene una extraña unidad en torno a un desencanto combativo, a una celebración escéptica. Sus poemas nos hablan de las dificultades externas, y de la voluntad reflexiva. Que un tono elegíaco tensa toda su dicción poética. No lo negó Joaquín cuando tomó la palabra sino que lo subrayó. Como declaró lo evidente: su pasión por los mitos cinematográficos, de los que bebe con frecuencia: Gilda, El padrino, Paul Newman, El graduado, que junto a las anotaciones de la cotidianeidad vital y/o lectora forman el grueso de la entrega. Vino desde Argel -a donde regresaba presto- para acompañar la edición del libro. Y tuvo tiempo para dejar en el aire el poema que ofrecemos. En donde lectura, cine, desencanto y Stefan Zweig traman el recorrido. 

PETRÓPOLIS

                       La tolerancia no era vista, como hoy, con malos ojos, como una debilidad y una flaqueza, sino que era ponderada como una virtud ética.

                                          Stefan Zweig
                                              El mundo de ayer

En esta habitación de hotel no soy un hombre,
ni soy un hombre más, ni un único hombre,
ni mucho más que un hombre a punto de morir.

El espejo del baño me muestra un hombre muerto,
que ya sabe que ha muerto,
que ya ha planeado exacta la liturgia
que añadirá hasta el fin de las horas contadas
y las pocas palabras que aún podrá escribir. 

No serán más que éstas:

                                   Yo transcribí del sol
al lenguaje más vivo de todos los idiomas,
y crucé el continente en la calima
del fuego incandescente, su griterío en domingo,
la música de orquesta resonando
al volver de la tarde por el campo de Viena.

Yo acaricié en silencio la voz de Cicerón
y salvé su cabeza de los pies del senado,
y vi resucitar a Händel en Irlanda
con robustez titánica al Mesías,
y pude leer a tientas, en esa oscuridad
mecida un canto benévolo y tardío
la Elegía de Marienbad de Goethe.

Era el mundo de ayer, ése era el mundo
que pudo ver nacer La Marsellesa
tras tres horas geniales de una vida invisible,
en la estela fulgente del viejo Dostoievski
vivo como un león tras vencer al cadalso,
suave como el viento en la tumba de Tolstói.

La flor del balneario, las noches espectrales
de una mansión nodriza con todos mis amigos,
pabellón de reposo del palacio de invierno.

Ahora estoy aquí solo, en esta habitación
y no tengo ni rumbo, ni unas señas posibles,
ni tampoco una carta de alguien que me espere.

Los campos de exterminio no son ningún secreto,
ni la estrella amarilla cosida a la chaqueta
ni el expolio terrible de la casa de todos.

Ya no me queda tierra, ni barrio, ni ciudad.

No soy un hombre joven, y en esta habitación
morir al menos es un acto de conciencia.

He desaparecido. Ya no tengo ni nombre
y mis libros se queman, son el carbón del cielo.

No tengo identidad. No tengo rostro
ni nadie que me diga que soy Stefan Zweig
y que una vez amé la ceniza de Europa.


jueves, 5 de octubre de 2017

Un poema de Eugénio de Andrade: Coração habitado

      

      Dice su traductor, Miguel Losada, que lo blanco viene a ser el componente esencial de su poesía. Un estado primigenio de inocencia. Un muro de cal levantado con palabras. Una señal de transparencia. Por eso ha titulado  Blancura a su selección de poemas de Eugénio de Andrade que ha publicado Polibea en la colección Orlando. Lleva razón. Jamás se desprendió el portugués de esa luz de infancia que siempre lo acompañó. El esplendor del blanco para hablar desde la intimidad del misterio.  Blanco y misterio, concreción y sospecha como senderos vitales. Eugenio es poeta de tiempo amplio, poeta para lectura sostenida. Nacida de nubes de espiritualidad, despojamiento y rebeldía, la sencillez profunda de su hacer es lluvia pequeña. Voz que termina inquietando hondo. Penetrándote. La obra de Eugénio es una habitación de claridades, un sur de geranios en donde residir. Pocos temas importan, y para ellos las palabras justas. Lejos unas de otras para que pueda, por las rendijas, orearlas el viento, pero al tiempo tan cerca otras de unas, que el viento sólo pase cuando se torne brisa. 
      Traducido, por Ángel Crespo, su amigo, en 1981, el conocimiento de la obra del solitario Eugénio de Andrade no ha hecho sino crecer entre nosotros. En 2004 apareció en Pre-Textos una antología amplia, hija de la edición de sus obras completas en portugués, llevada a cabo por Ángel Campos Pámpano. Cabe señalar el respeto de esta traducción de Miguel Losada, en donde apenas se aprecia la mano gestora. Los poemas aparecen limpios y capaces. Guarda el aliento del portugués original y lo aventa.     

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CORAÇÃO HABITADO

Aqui estão as mãos.
São os mais belos sinais da terra.
Os anjos nascem aqui:
frescos, matinais, quase de orvalho,
de coração alegre e povoado.

Ponho nelas a minha boca,
respiro o sangue, o seu rumor branco,
aqueço-as por dentro, abandonadas
nas minhas, as pequenas mãos do mundo.

Alguns pensam que são as mãos de deus
—eu sei que são as mãos de um homem,
trémulas barcaças onde a água,
a tristeza e as quatro estaçôes
penetram, indiferentemente.

Não lhes toquem: são amor e bondade.
Mais ainda: cheiram a madressilva.
São o primeiro homem, a primeira mulher.
E amanhece.


CORAZÓN HABITADO

Aquí están las manos.
Son los signos más bellos de la tierra.
Los ángeles nacen aquí:
frescos, matinales, casi de lluvia fina,
de corazón alegre y habitado.

Pongo en ellas mi boca,
respiro la sangre, su rumor blanco,
las caliento por dentro, abandonadas
en las mías, las pequeñas manos del mundo.

Algunos piensan que son las manos de dios
—yo sé que son las manos de un hombre,
trémulas barcazas en donde el agua,
la tristeza y las cuatro estaciones
penetran, indiferentemente.

No las toquen: son amor y bondad.
Más aún: huelen a madreselva.
Son el primer hombre, la primera mujer.
Y amanece.

lunes, 2 de octubre de 2017

Consejo de redacción: Café Gijón

Pedro A. González Moreno
(Tomado de El País)



      El Jefe vive en lo obvio, de lo obvio. Sigue en Torrevieja, atento a las escaramuzas de la guerra del norte. Ayer tarde hubo video-conferencia. Comenzó con algo parecido a esto:  Decía Ángel Crespo que toda buena literatura debe estar impregnada de poesía, y no al contrario. Polémica antigua, muy antigua, esa de si la poesía participa de la literatura o la sobrevuela. Cansa.  En la práctica hay poetas que dedican su tiempo ¿libre? a hacer literatura, eso es cierto. Un cambio de devoción. A veces lo dedican a la crítica, otras a la novela. En otras amalgaman. Dicen que no hay géneros, que lo mestizo es más verdad que las fronteras. Y cierto es que este territorio de las letras todavía no las tiene. Levanta la mano el botones: Yo he visto poemas hechos drama en un escenario. Y funcionan. El jefe: Bien volvamos al tema. Si existe un afán crematístico o no, o si son las urgencias creativas las que animan tal barajeo, es lo de menos. Pueden ser también las ganas de salir de lo mullido. O la voluntad exploradora. Sin descartar el contagio por celo del prójimo. De todo vive el Señor, y por todo pasa. En fin, que hay poetas puros (en la monotonía de su ejercicio) y hay poetas mixtos en sus afanes. Y eso es bueno. Lo que no es habitual, entre los últimos, es que mantengan el mismo nivel de calidad en sus distintas manualidades públicas. Los testigos de estas variaciones suelen disentir sobre en qué paisaje: poesía, narrativa, teatro o crítica, logran su nivel de excelencia, cuáles son sus debilidades y cuáles sus fortalezas (por decirlo con la jerga actual). Aquí levantó la mano y el gesto la becaria, más callada este año que de costumbre. Jefe, eso lo saben hasta las vascas y los vascos de pecho, aquí nos interesa el morbo de los nombres, la comidilla ¿nos puede iluminar con ejemplos de unos y otros? Este tema da para mucho. Breve descanso. No está el patio para jaleos nuevos, piensen en Umbral, piensen en Gala, que yo con lo que tengo encima – prosiguió el Jefe– no caeré en trampas de poner propios actuales a esos otros que ustedes saben o suponen. Sólo diré que, en las cercanías que nos atañen, existen unos como Joaquín Pérez Azaústre o Pedro A. González Moreno, este último reciente ganador del premio Café Gijón de novela, con los cuales es fácil distinguir su poesía y/o su literatura de la literhartura.  Y apagó el plasma.