Nos reunió el Jefe para tratar sobre la indolencia,
enfermedad contagiosa que suele atacar a los poetas de cuando en vez y cuyo
agente patógeno se está investigando en Colombia. La conversación no llevaba a
dique cierto y poco a poco se fue mezclando con asuntos sobrevenidos. Todo
para buscar explicación a la parálisis de la redacción durante este enero cruel.
Algo que ya venía presintiéndose desde noviembre.
Por eso los poetas tardíos, además
de tenaces, son ucrónicos por definición: están fuera de su tiempo y editan sus
primeros libros cuando los de su quinta ya andan cerrando las obras completas,
pero semejante desfase lo compensan con una lopesca fecundidad que resulta a
menudo febril y hasta envidiable. Gracias a la jubilación o a cualquier otra
forma de inactividad forzosa, han encontrado el mejor aliado posible de la
escritura, que es el tiempo libre. Y aunque se sientan generacionalmente
desubicados, han descubierto con retraso que la literatura, en efecto, poseía
una cualidad salvadora y balsámica. Se diría que luchan dramáticamente contra
el tiempo y por eso su actividad creadora puede volverse compulsiva, como si
pretendiesen recuperar toda esa existencia anterior que sólo fue, para ellos,
un largo y anónimo silencio […]
Oye, exclamó el
joven redactor, eso está bien visto. Eso
explica muchas cosas. Ay si yo fuese tardío para derrotar a la indolencia. ¿Quién
lo ha escrito? El Jefe cerró con autoridad. Un amigo de la casa. Y nos fuimos.
8 comentarios:
Querido Paco, hoy mi comentario solo pretende darte las gracias por tu compañía en la Alberti y por tu afecto siempre renovado y cómplice. Fue un placer verte de nuevo, como es un placer seguir tus entradas en el blog. Siento lo de Nicolás del Hierro, y por fortuna su poesía se queda con nosotros. Un abrazo.
Genial ese amigo de la casa!!!! :)
A ti, José Luis, tan certero y sagaz como siempre en la interpretación. Volvemos poquito a poco a la actividad. Nicolás era un gran amigo. y gran persona. Un abrazo.
La casa tiene amigos y amigas. casi todos geniales. esa es su fortaleza, Laura.
Nunca es tarde si la dicha es buena. O sea, la Poesía es la aspirina del espíritu y, a cierta edad, hasta la viagra de las neuronas...Felices aquellos que, tras el laborioso desempeño de una vida laboral y familiar, sientan cátedra de poetas y marcan camino a los que se empeñan-nos empeñamos en aprender siempre, aunque sean-seamos los supervivientes llenos de cicatrices de aquellas benditas y sacrificadas generaciones de la posguerra.
Abrazos.
Los poetas tardíos, que no indolentes (como es tu caso) son lo mejorcito que hay. Porque la Poesía ha reposado y madurado y ahora llega el fruto que gozamos los lectores, tus lectores. Enhorabuena, Paco, por este nuevo libro.
Espero poder estar el martes 7 acompañándote.
Un abrazo
Javier
Ay, Miguel Ángel, qué alta la cátedra de la Poesía. Apenas si podemos vislumbrarla entre la niebla. Virgilio y Dante y los procesionarios. Pero, es cierto nunca es tarde para incorporarse con una nueva vela-luz en la mano.
Ojalá puedas acompañarme, poeta. Será una alegría. Que el jueves 9 repetiremos a tu costa. Un buen abrazo.
Publicar un comentario