domingo, 26 de junio de 2016

Al dorso de un billete: Un poema de Jorge de Arco



    

    La poesía se escribe para trasladar las emociones, las sensaciones. A veces con afán de conocimiento, como vía en donde el poeta pueda reconocerse. A veces como liberación de circunstancias represadas. Siempre como propuesta de comunicación. En tan amplias coordenadas debe el poeta caminar con voz propia. Dejar sus huellas. Las de Jorge de Arco se trazan por senderos de serenidad y fortaleza. Dueño de un lenguaje cuidadísimo, tan elegante como claro, su decir, lejos de las provocaciones vanguardistas, es una herramienta construida con el acero de la armonía y la ductilidad de la arcilla.  Termina de publicar La lluvia está diciendo para siempre, premio Rafael Morales 2015. No es la vez primera que organiza sus poemas alrededor de la imagen del agua -antes aparecieron Las hora sumergidas y La constancia del agua- y siempre para remitir a lo que fluye, al paso del tiempo, a la sensación de la pérdida. Y siempre para contraponerlo al símbolo de la casa como lugar que permanece, a pesar de su desmoronamiento. Porque ese es el núcleo fundamental de la escritura de Jorge de Arco, la constatación del derrumbe y lo patente de la fugacidad. Uno de los grandes universales de la poesía, que en él tiene un tratamiento vigoroso y nuevo. En  La lluvia está diciendo para siempre, el poeta alterna la voz elegíaca del yo poético: un lamento estoico, un dolor aceptado, con la voz de ella, su envés, que vive la pérdida no como meditación sino con los ojos desolados ante el paisaje, ante aquello que era palpable -carne, cuerpo, sentidos…- y ahora es nada. Dos modos, dos maneras de enfrentarse al futuro desde el recuento del pasado.  De ti, quedaré yo, de mí, tan sólo tú, dice como corolario.

Jorge de Arco es poeta siempre atento a la voz de los otros. Quiero decir generoso con los poetas y con la poesía. Dirige la revista Piedra de Molino, y sus reseñas en Andalucía Información son un referente.

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Al dorso de un billete
dibujo mi horizonte.
Simplemente quisiera
dejar la algarabía de las sombras,
el frío del fracaso,
la mansa soledad que un día hundiese
en mi costado
un ángel de cristal y pesadumbre.

Lo primero sería
aprender a mirar
el cielo adolescente,
consumirse en su luz,
no ser el inventario
al que sobrevivirse.

Y tal vez, fuera lícito, también,
hacer del don sencillo del amor
lago, costa, bahía,
océano infinito, agua nueva…
al cabo,
mirífica oración por uno mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estoy agradecida a Jorge por la presentación que me hizo de un libro mío, que fue fabulosa. Considero que es uno de los poetas más sobresalientes y me alegra que hayas comentado su buen hacer y su generosidad hacia los amigos poetas.
Poema infinito el que publicas en el blog, esa es la palabra.
Soy Cristina Cocca. Abrazos a los dos.

fcaro dijo...

Llevas toda la razón, Cristina. Y tienes motivos para estar agradecida. Además no se puede negar nada, sino darte la enhorabuena por tu reciente éxito.