Seguimos en lo mismo. Ante la dimisión de tantos foros antaño de prestigio, la
Librería Alberti parece el único lugar posible para atender una digna demanda
del toma y daca poético. Su semisótano ligero y sabio guarda intenciones de sancta sanctorum. Colaboran en ello, y sin descanso, la agilidad de las editoriales sevillanas, que no dejan pasar una sin
presentación madrileña. Todo corre el riesgo de ser rutina. Pero no.
Otro sí. A la chita
callando regresa la sabiduría poética a Cibeles, A CentroCentro. El ciclo de
años anteriores, Favorables Madrid Poema
que manejaba Juan Carlos Suñen,
vuelve con el mismo conductor pero mudado de nombre y estrategia. Ahora se hace
llamar Favorables Taller Poema,
aunque sigue celebrándose en Madrid. Su responsable pretende indagar un jueves
de cada mes en el pozo, insondable y secreto, del hacer poético. Lanzar cantos,
no sabemos su grosor, para saber si hay agua. Para escuchar si hubiera eco. Anuncia
que para arrojarlas contará con la presencia de Ildefonso Rodríguez, músico a no perder, Menchu Gutiérrez, Pilar
Martín Gila y Jorge Riechman. El
Jefe está interesado en el experimento. Mas nadie se acerque, me dice, si no
está limpio de corazón y sabe geometría.
Jueves 4
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Chema, Soler y Paloma Corrales
Foto: Jaume Suau |
Comenzaba en la Antigua Casa de Fieras del Retiro, hoy
biblioteca pública, un ciclo de poesía actual para los jueves de febrero, leían
Ada Salas y Sara R. Gallardo, buena oferta, pero en la Alberti estaba Paloma Corrales, una poeta emergente de
gran calado. Madrileña, vive en Alicante por razones climáticas y tal vez laborales.
Y porque la poesía. Si hace dos años nos sorprendió con El rurún de las palabras,
su primer libro, en esta ocasión vino con Celebrar el aullido, al que ha
puesto papel La Isla de Siltolá. Isla que camina con urgencia hacia la
superpoblación. Atendiendo a lo nuevo, seleccionando. Magnífico el acto, pleno
de buen hacer, atractivo por elegante, por bien tramado. Cuando se habla lo
justo y por lo mismo se dice, cuando la música es ángel, cuando la lectura es
dicción sosegada y explosión, cuando el silencio adquiere la densidad de lo aceptado, pueden producirse estas rarezas, estos milagros. Habló Rafael Soler calmo y directo, ocho
minutos, señalando las heridas ocultas como baluarte de la poeta. Dijo de la
consolidación de su voz. Personalísima. Resaltó la justeza de sus elecciones, así
como la belleza de su tanteo alrededor de las provocaciones, de como hace ley de
la sugerencia. Provocaciones que la poeta no logra (porque no lo pretende) ni
sofocar ni describir. Siempre las mantiene en el nivel de inestabilidad preciso
para que el poema sea poema, para que jamás habite en ellos la solución. Leyó
Paloma sin apenas preludio, sino el preciso de los agradecimientos y en
especial a dos personas. A la ausente y amiga Elvira Daudet y al presente Jaume
Suau, leridano venido para la ocasión. Leyó y la guitarra de Chema Abascal lo agradecía con susurros
a lo divino. Leyó, con potencia contenida, poemas que se asoman a las
laceraciones, a lo curvo del existir, a la carne y sus afanes. Poemas que
atisban el hallazgo y la pérdida, el vuelo triste y la generosidad de la
lluvia. Que escriben lo inestable, el hoy y su espiral, la celebración de la
fugaz plenitud. Nadie pudo mover un músculo tras la palabra gracias con que suelen finalizar los poetas.
Algunos escucharon con los ojos cerrados.
Viernes 5
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Lostalé, Fombellida y Canelo
Foto: Librería Alberti |
De la colaboración entre la Fundación Gerardo Diego, cántabra,
y la sevillana Renacimiento surge
Dominio, la poesía reunida de
Rafael Fombellida. Llegó a última hora,
pero llegó,
Abelardo Linares, el
editor, que no intervendría. Dijeron que nace urgida por
Pureza Canelo, gestora de la Fundación, que abrió al acto con la
alabanza de una de sus últimas publicaciones: el tomo que recoge todas las
noticias, autores, obras y circunstancias de la poesía en Cantabria durante el
XX y el XXI. Luego, azorada por la pérdida de los papeles (que traía escritos)
vino a la fuerza de un discurso improvisado. Que tal vez algunos agradecieran. Sí
los conservó, y numerosos,
Javier Lostalé, presentador acostumbrado a penetrar,
berbiquí, en la tensión emocional de la obra presentada, presto siempre a la empatía
con lo leído. Habló con largueza, temporal y analítica, de la poesía de Rafael. Dijo: lenguaje traspasado por la vida, el amor, los sueños y la muerte, cada vez más
afirmado en sus motivaciones, discurso no interesado por la moda de lo coloquial,
cuidadosamente dispuesto: poesía visual, pintura sonora, transparencia de los
estados interiores, imaginación táctil, sensualidad. Todo lo ilustró con la
lectura de amplios fragmentos de los poemas, todo dejaba ver, y por extenso, la
admiración. Llegado al fin el turno del poeta, dijo a lo Larra que escribir en Cantabria y en los ochenta, sin maestros, sin tradiciónes, sin difusión, era llorar. Que él aprendió leyendo, vagando, tanteando, buscando. Y que está conforme con el ahora. Dijo que en
Dominio ha seleccionado, corregido y en ocasiones reescrito. Es hombre cordial, dado a las explicaciones en la corta distancia. Tardó en leer. El primer poema apareció casi una hora después de comenzado el acto, pero mereció la pena. textos largos, discursivos, meditativos, pero de luz asumible. Con toques biográficos en sus provocaciones, pero sin moraleja, sin afán sentencioso. Parecen de voluntad minuciosa, deseosos de anotar todo lo que el poeta percibe. Y con anhelo de perfección formal, que se agradece. Leyó el poema
Nadadores, que ofrecemos
, con la garganta trabada. Rafael, que llegaba por primera vez a la Alberti, es junto a
Carlos Alcorta y
Lorenzo Oliván, el presente más conocido de la poesía del Norte, con norte.
NADADORES
En el lago mi hijo es una cuerda atirantada.
Hemos nadado juntos hasta que mis pulmones se han abierto
y dejado escapar su poco hálito. Lo veo regresar
suculento y
desnudo
desde la orilla en donde espero. La tiniebla escarlata
del
crepúsculo
encapota mi piel abandonada a un húmedo estremecimiento.
Cuánto detesto esta rojez de gasa adherida a una honda
cortadura.
A mi lado, mi hijo está secándose envuelto en esta luz
color
fresón maduro.
Silba Lady Tonight, se tiende soberano sobre el
entarimado
y remece sus sólidos tobillos en la maraña tosca
de las
plantas acuáticas.
Me habla con mi voz, pero su idioma no es mi lengua muerta,
es un desperdigarse
suelto, vivaz, sincero lo mismo que un galope de caballo.
Soy el padre de un hombre, un hombre grave, meditativo,
oculto,
que se gobierna con pericia mientras cabe pensar
que su mano, ya enorme, clausurará mis párpados
como se
sella un ataúd de plomo.
Su cuerpo se ha acostado bajo la vena cárdena del cielo.
Miro su trazo hermoso, la cabellera untada con arcilla
de un
ocaso granate.
El braceó más lejos con mi salud, mi fuerza, mi enconada
constancia,
y se reclina ufano como un bárbaro después de violentar
a
sus mujeres.
Es la masa engreída que yo amo con el temple
del nadador de
fondo.
Es el rival que aguarda mi ahogamiento con el bravo estupor
del aspirante.
Ocupa mi lugar porque es su padre joven, prematuro,
inconsciente de toda dentellada del tiempo. Disfruto esa
codicia
de converger conmigo, arriesgada ambición de parecérseme.
Miro el milagro de su mocedad. La atmósfera bermeja
de la última hora da a su pecho el impulso de un incendio.
Ha cerrado los ojos. Silabea sin ganas Love, hate, love.
Despreocupado, ajeno. Sólo espera que el púrpura del aire
me desintegre. Adoro el esplendor de su avidez.