Jesús del Real y Lola de la Serna
Lola de la Serna Foto: Móvil |
A veces hay que viajar hasta Vallecas, hasta una librería
que se pretende alternativa, La esquina del zorro, y estar en familia de cinco con
editores y libreros para presenciar una lectura comme il faut. Sucedió el
jueves 24 con Jesús del Real. En la
naturalidad del que sabe, sazonó la lectura de cinco o seis de sus textos, no más,
con disquisiciones sobre el poema, la poesía, su función en el mundo actual y
la naturaleza del mismo. Me agradó sobremanera el selecto uso de las citas y la
sabia medida. Leyó de Brote y raíz, libro reciente de Huerga y Fierro.
Hay otras ocasiones en que es preciso
caminar bajo el verde triste del que gozan ahora los árboles del Retiro
madrileño, viernes 25, para gozar del milagro de la emoción. Porque si algo se
derramó en el piso de arriba de la Casa de Fieras, fue comunión y pálpito. Por
nada del mundo me lo hubiera perdido. Lola
de la Serna presentaba el corpus completo de su obra (tres poemarios)
reunido el solo volumen al que titula El
solo del espejo. Lo ha editado Vitruvio,
como casi toda su obra. Manuel López Azorín tuvo el gesto
magistral de unir calidad poética y personal en el retrato que hizo de la
protagonista. Con suave elegancia, con la tranquilidad que nace de una amistad
antigua y fecunda. Lola estuvo espléndida, trasmitiendo a la sala la
importancia íntima del momento, y recibiendo el abrazo de los asistentes. Leyó
mucho más de lo que ella suponía. Es poeta de sutiles silencios y de
insinuaciones. Dueña de una poesía humanizada, hunde su verso en el enigma del
hombre, barquero en un piélago de obstáculos y vacilaciones. Y aunque López Azorín
y Pablo Méndez ayudaron en la
lectura de poemas, se notó la ausencia de Carmina
Casala, maestra en tales lides. Dos actos de los que confortan: al cerebro,
al corazón.
Agustín Fernández Mallo
Fernández Mallo, la penumbra y Rodríguez Marcos Foto: Móvil |
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