Consejo de redacción de octubre.
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Foto: Javier I. Sanchís (r) |
El jefe habla, los demás escuchamos, a veces oímos.
Ya desde
Baudelaire –dice–
como punto de partida aceptado, hay escritos en los que el
fondo y la intención de un texto no coinciden con la forma canónica de su
presentación. Hubo que buscar una terminología nueva para una nueva realidad. Prosa
poética apareció como algo posible. Pero no. Devino en débil, devaluador de la
poesía y de la prosa. Quienes aún la utilizan revelan su condición. Hubo que buscar alternativas. Se intentó con los neologismos
proema y/o prosema, que se mantienen sin cuajar. Hizo fortuna, sin embargo, poema en prosa. Como expresión y como
práctica. Lo que animó a innumerables a abandonar el renglón fragmentado y pasarse
a la caja. O alternarlos. Subyace en
todo un coqueto rechazo a lo que algunos llaman el corsé del verso, a pesar de
la enorme libertad que éste se ha dado a sí mismo en acentos y extensiones.
Todo esto es sabido.
Por supuesto –apuntó por lo bajo el nuevo, que parece leído.
Dicho lo anterior, es preciso aceptar que los contrarios se
tocan –continuó el Jefe. Y es que lo aprosado –¿lo prosaico?– acepta cada vez más
la tentación del verso para presentarse. Hace unos meses escuchamos de un
poeta, moderno y conocido, decir que cuando no le es posible encontrar con
prontitud el lenguaje poético preciso para aquello que desea comunicar en el
poema, no se detiene demasiado y dice lo que quiere decir sin pararse en
formalidades ni torturas (entiéndanse tensión, medida, cadencia). Me
sorprendió, pero comprobé, al leerlo después, que era sincero en su afirmación,
que abundaban las situaciones así anunciadas, lo sin madeja. Para estas
realidades cada vez más comunes, para estos alardes, sería necesario acuñar una
nueva expresión, que por supuesto no debe ser la de poema aprosado, que le
procuraría cierta sombra peyorativa, sino la más selecta, por paralelismo, de prosa en poema, que sin duda le añadirá
valor, postmodernidad. Y así lo haremos en Mientras la luz, oíd bien, cuando comprobemos que la prosa, abocada como está, en lo formal, al renglón completo, renuncia a terminar su recorrido, el que el papel le ofrece, tentada por el deseo de aparentarse poema.
¿Podría poner
ejemplos, Jefe? – reclamó la nueva figura- porque, al margen de su disposición topográfica, la prosa y la poesía son como el día y la noche, el problema no está en sus opuestas realidades, sino en distinguir la penumbra de sus fronteras, si es que fuera preciso establecer fronteras.
Por si lo fuera -respondió (todo parecía preparado)- traigo cuatro dispuestos para mostrar. Comencemos por uno de mi autoría construido al efecto en donde destaca tanto su
compromiso con la realidad, con el lenguaje cotidiano, como el excelente uso de
los encabalgamientos -léase sabia segmentación– y la sencillez de su ironía. Ante
situaciones semejante empleen la expresión prosa
en poema. No teman equivocarse.
Tres chocolates
Se llama así por la
exquisita
combinación de los tres chocolates
usados para
prepararla:
negro,
con leche y blanco.
En tres
capas sobre una base
de galleta,
es una
tarta para
sorprender
a tus invitados,
gusta
tanto a jóvenes
como a mayores.
Preparar la tarta tres chocolates
con Thermomix es fácil
y en muy pocos pasos,
además no es preciso
uso del horno ya que se
deja
cuajar en frigorífico.
La tarta de tres
chocolates es postre
ideal para amantes…
del chocolate y de
los tres en tarta.
¿Qué les parece? Al
fin y el cabo la poesía castellana, al decir conocido de Cernuda, ha vivido
siempre en la dialéctica del lenguaje hablado / lenguaje escrito. Obsérvese en este segundo escenario la extrema tensión a que el lenguaje es sometido, terso casi, y la
también sabia segmentación en este poema reciente de Julieta Valero, con él intenta llegar por el camino opuesto al mismo fin: a la cocina, a la belleza poética. ¿Es
posible el encuentro? Esa es la cuestión, la permanente duda.
Anunciación
Cuando nos hayamos diluido, y el último rastro
de humedad y
de afecto sobre nuestros retratos
cuando entonces
cuando esto
cuando los objetos no tengan a nadie que los
reconozca o tú y yo seamos un libro y una
caja china que
ha inventado el silencio
el silencio como perfección del más doloroso de los gritos
cuando el olvido siga constituyendo al mundo
como es su deber, su compost, su premura
seguirás de pie en nuestra cocina, escuchando a las
cebollas, la frente perlada de generosidad y de viajes
al centro de la Tierra. La mujer que le lee sus derechos
a
la belleza. Nuestro hijo ahí.
Y en esta pugna de contrarios, ¿cabe la síntesis? -preguntó el novato, que al parecer de muchos estaba resultando un poquito sobón.
En estos tercer y cuarto territorios escritos que ofrezco a vuestra observación crítica hay algo que puede moverte a reflexión -condescendió el Jefe con misericorde generosidad. El tercero está extraído de una entrega reciente de Elena Medel a Visor con su poesía reunida. Parece rico en posibilidades para que podáis anotar y valorar la sobriedad de la síntesis lograda entre poema, prosa, tentación de huida e intención metapoética. Espero vuestro análisis, vuestra, opiniones.
a) Mi padre es
viajante, me dice. Recorre carreteras día y noche, enseñando sus tesoros en
puntos que un mapa no registra. Conoce curvas, socavones. Viajantes y poetas: no
tienen memoria, no saben cuantas veces ejercitan sus costumbres.
b) La poesía es una forma de memoria. Encierra cuanto hemos
vivido, y cuanto vive quien la lee. Me pregunto, entonces, si sería aceptable
volver a ignorar los géneros literarios canónicos, e incluir ciertos libros de
poemas en las estanterías dedicadas a la historiografía.
(De La caída del Imperio Romano)
Y para terminar, que se nos va haciendo tarde, este cuarto ejemplo que su autor Vicente Luis Mora, excelente narrador y crítico, ha dado para las librerías aprovechando el otoño, en ejemplares titulados Series
y publicados por Pre-textos. ¿Lenguaje hablado? ¿Lenguaje escrito? ¿Mix sabio? ¿Confusión? Repitan la lectura de la primera estrofa antes de responder.
Apenas en agosto cantaba,
rodeado por los suyos,
en crepitante polifonía
simétrica, de pies binarios,
el arco arcaico
de su complexión sonora.
Ahora está ahí abajo,
en el jardín común,
solo.
Por qué fascina el grillo,
el último grillo de noviembre
cuando los demás han muerto,
dejando para mayo nuevos huevos.
El grillo terminal,
rasgando por costumbre,
con su cri-cri en legítima defensa
cantando mientras siente
que ningún otro grillo le responde.
Quien dice cantar duele ignora
lo que duele ser el último
que canta.
(De la serie Visión del
grillo)