sábado, 11 de abril de 2015

Preguntas y respuestas

¿Cuáles son sus primeros recuerdos literarios?

No había una gran biblioteca en casa. Casi ni había. Mis primeros recuerdos infantiles se remontan a las antologías escolares y a un libro de tapas rojas que cayó en mis manos sobre los once años, se titulaba Las mil mejores poesías de la lengua castellana. Allí bebió mi memoria, allí leí, allí aprendí mis primeros romances. Me gustaba recitar los poemas más cercanos. Aún recuerdo partes del romance Un castellano leal del Duque de Rivas, de la famosa Cena de Baltasar de Alcázar. Lo más socorrido de Gabriel y Galán. Yo creo que muchos de mi edad podríamos repetir la misma historia.

¿Por qué se decantó por la poesía?

Lo hice tarde, muy tarde, pasados los 50 años, tras una acumulación de experiencias y guiado, tal vez, por el efecto contagio que me produjo el contacto con poetas vivos, su amistad y sus obras. Siempre había cultivado la lectura poética, en especial las generaciones del 27 y del 50: Blas de Otero, Gil de Biedma, Cernuda, Salinas, Claudio Rodríguez… Un incidente de salud y el reposo consiguiente me puso en el disparadero de la escritura. Nunca se llega tarde a la poesía, nunca se sabe cuando el proceso de acumulación afectiva y lectora puede ponernos en el camino de la creación.

¿Cómo definiría la poesía?

- La poesía es tan indefinible que admite tantas definiciones como veces se plantee la pregunta. Digamos ahora que la poesía es un modo de lenguaje, que la poesía es música, que la poesía es una tensión sostenida y que atiende tanto a la intención como al ritmo. Que se concreta en poemas. Los poemas se construyen con palabras, pero no son sólo palabras sino también los huecos que dejan entre ellas y la brisa que por esos huecos circula. Es un modo de lenguaje en el que la forma es también fondo. Pero también, y mirada tras el prisma de la urgencia, es una pantera que asalta para ser construida, algo que exige, algo que al poeta se le presenta como necesario y de lo que nunca está seguro. Gabriel García Márquez, hizo suyas estas palabras, tal vez exageradas, del poeta Cardoza y Aragón: la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre.

¿Piensa abordar algún otro género literario?

En estos momentos, no. En ocasiones he abordado el artículo, bien sobre temas históricos, bien de opinión o crónica, bien de reseña literaria, pero no me tienta lo narrativo. Lo que me interesa es el lenguaje poético, su capacidad para insinuar y sugerir emociones, su inmediatez comunicativa. La poesía es un camino directo hacia la reflexión, hacia la provocación. El poema puede golpear la conciencia (emotiva o intelectiva) si el poema está bien construido. Con eso me conformo. No soy un narrador frustrado. Me conformo. Es posible que no esté dotado para la paciencia y el proyecto a largo plazo que supone la novela. 
                       
¿Qué papel juegan los recuerdos, el pasado, en su obra?

La emoción del recuerdo, la belleza en el recuerdo, que decía Wordsworth, los hace indestructibles. Somos mientras somos memoria de lo que fuimos. El futuro como ambición no ha llegado en el instante en que vivimos; nos sirve y alienta, pero no somos en él. El recuerdo es necesario en la poesía, la tentación elegíaca es enorme en el momento de la creación. Dicho esto, debo aceptar que en mi poesía aparece de forma sesgada, disimuladamente, velada casi. Tan sólo en Desnudo de Pronombre se hace explícita. También en algún poema de Cuerpo, casa partida, mi última entrega. 

¿Qué consejo le daría a la gente joven que empieza a escribir poesía?

No suelo dar consejos en la vida real, pero por no obviar la pregunta diría que lean, aunque, por supuesto, no esperen a leerlo todo para escribir; que no imiten, pero que tampoco desprecien la herencia, porque somos herencia; que busquen y ojalá encuentren su propia voz; que sean fieles a su tiempo…  en fin, cosas poco sorprendentes. Joan Margarit recomienda algo original a los que comienzan, algo así como que escriban a mano, lentamente, poemas importantes, para que así calen en ellos.  Y los ahormen y sosieguen. Algo parecido a un mix entre humildad y ambición.

¿Puede contarnos algún recuerdo de su vida como estudiante en Ciudad Real?

Más allá de anécdotas, que las hay, recuerdo lo que significó para mí. Estudié Magisterio en Ciudad Real al comienzo de los años sesenta. Tenía 14 años. En la Normal que ocupaba el sitio del actual Museo Provincial. Procedente del mundo rural (Piedrabuena), la capital me ofreció algo nuevo en el ambiente cultural. Recuerdo mis visitas a la entonces recién inaugurada Biblioteca Provincial, la de Fisac, junto a la Catedral. También una enorme riqueza en las relaciones personales. Un mundo más rico en posibilidades. Ahora los transportes y las telecomunicaciones permiten una sociedad más homogénea en experiencias, se resida donde se resida. Entonces era distinto.

¿Usted ha recibido numerosos premios literarios, ¿qué opinión le merecen?

Los premios existen. Son buscados y demonizados -a veces al mismo tiempo- por gran cantidad de poetas. Otros parecen ignorarlos. Depende de su trayectoria y de su proyecto poético. Yo, que llegué tarde y con dudas al hecho poético, comencé a utilizarlos como posibilidad de tanteo, también como vía para la publicación. Debo admitir, cómo no, que produce alegría cuando tu obra es libremente considerada y valorada, pero es un aquí y un ahora. No son garantía de valor permanente. Mi actitud ante ellos es no ocultarlos, no pregonarlos. En resumen, no deben ser llevados en procesión. Aunque ayudan a que tu nombre sea conocido, siempre son el pasado, y al poeta lo que debe importarle es el instante exacto de la creación. Solamente después viene el momento de considerar la manera de hacerla pública. Es entonces cuando aparecen los premios como camino, algo que debe entenderse como un asunto accesorio, pero preciso. Hay una línea roja: jamás debe escribirse pensando en los premios.

¿Cuáles son sus poetas favoritos?

Ya he avisado antes. En general, aquellos que me formaron. Primero Gil de Biedma, Machado y Ángel González, luego la poderosa voz de Blas de Otero y la cercanía al misterio de Claudio Rodríguez. La confesionalidad y los modos de Cernuda.  Ahora estoy con el argentino Roberto Juarroz. Debo confesar que me cuesta acercarme a la poesía traducida, recurso que considero necesario para los que no nos manejamos en otros idiomas, pero en el que siempre advierto una sensación de pérdida. Me he detenido con agrado en Paul Celan y en Wislawa Szymborska, tan lejanos, tan distintos en sus modos y provocaciones.

¿Qué opinión le merece el panorama poético actual en España?

Mi opinión es que está en un momento de espera y esperanzador. Sin una gran figura que marque tendencia, ni corriente definidas, hay un gran número de poetas de alta calidad. Las ofertas son muy distintas porque la libertad es total. Apenas quedan maestros indiscutibles, tal vez Brines. Vivimos en lo múltiple y dispar, y no exageraría si dijera que hay más gente que escribe que gente que lee. Si uno oye a los editores queda avisado de que hay multitud de autores al tiempo que disminuye el número de lectores, las tiradas son más cortas y la distribución escasa. Un best-seller nacional apenas llega a 500 ejemplares. Proliferan las pequeñas editoriales. La autoedición es mayor en este ámbito que en ningún otro. Otra contradicción es que existiendo, como existe, un gran número de foros físicos y virtuales para la poesía, esta ha ido perdiendo presencial social. Los poetas sienten la dificultad de romper la barrera de un mundo endogámico para proyectarse a una mayoría social. Tal vez sea culpa suya. Decir por último que la poesía ha encontrado refugio en las redes sociales, donde resiste. Y resistirá, no olvidemos, recordando algo ya dicho que es la única prueba de nuestra existencia.
   
En su experiencia como profesor de Historia, ¿cree que la juventud se ha ido alejando de la literatura?

Como profesor de Historia, en concreto, no creo poseer datos originales para una opinión particular. En general, creo que no. Puede que se haya ido apartando de la lectura de libros como hábito, pero conozco a numerosos poetas jóvenes, muy jóvenes, tanto ellos como ellas.  Puede que para muchos sea un fogonazo de búsqueda, pero bastantes de ellos se quedarán. Por lo demás, creo que se ven afectados por el mal genérico de una literatura fácil, creada por y para el consumo efectista y de distracción. Sin gran peso. Predomina, creo que también en los jóvenes, el abandono ante los primeros obstáculos.  Aunque en esto es imposible generalizar, mi experiencia como profesor me indica que hay numerosos jóvenes atentos y decididos que a veces permanecen disimulados entre la normalidad aceptada, pero que están dispuestos a romper.


(Respuestas para una entrevista en El país de los estudiantes elaborado en el IES Maestro Juan de Ávila de Ciudad Real)

4 comentarios:

Alfredo J Ramos dijo...

Interesantes respuestas, Paco. Se agradece la concreción.

JOSÉ LUIS MORANTE dijo...

Una de las cualidades del buen escritor es la de asomarse a su geografía interior para ir explorando las preguntas esenciales de su trabajo. Me ha encantado la entrevista, querido poeta. Es luminosa y emotiva, amasada con palabras que dejan olor a pan. Enhorabuena y un abrazo.

fcaro dijo...

He procurado la sencillez, Alfredo. Mi territorio.

fcaro dijo...

Olor a pan. Gracias José Luis por ese halago. Con un poco de pan y algún amigo cerca la vida es diferente, nueva.