¿Cuáles son sus
primeros recuerdos literarios?
No había una
gran biblioteca en casa. Casi ni había. Mis primeros recuerdos infantiles se
remontan a las antologías escolares y a un libro de tapas rojas que cayó en mis
manos sobre los once años, se titulaba Las
mil mejores poesías de la lengua castellana. Allí bebió mi memoria, allí
leí, allí aprendí mis primeros romances. Me gustaba recitar los poemas más
cercanos. Aún recuerdo partes del romance Un
castellano leal del Duque de Rivas, de la famosa Cena de Baltasar de Alcázar. Lo más socorrido de Gabriel y Galán. Yo
creo que muchos de mi edad podríamos repetir la misma historia.
¿Por qué se decantó por la poesía?
Lo hice
tarde, muy tarde, pasados los 50 años, tras una acumulación de experiencias y
guiado, tal vez, por el efecto contagio que me produjo el contacto con poetas
vivos, su amistad y sus obras. Siempre había cultivado la lectura poética, en
especial las generaciones del 27 y del 50: Blas de Otero, Gil de Biedma,
Cernuda, Salinas, Claudio Rodríguez… Un incidente de salud y el reposo
consiguiente me puso en el disparadero de la escritura. Nunca se llega tarde a
la poesía, nunca se sabe cuando el proceso de acumulación afectiva y lectora
puede ponernos en el camino de la creación.
¿Cómo definiría la poesía?
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La poesía es tan indefinible que admite tantas definiciones como veces se
plantee la pregunta. Digamos ahora que la poesía es un modo de lenguaje, que la
poesía es música, que la poesía es una tensión sostenida y que atiende tanto a
la intención como al ritmo. Que se concreta en poemas. Los poemas se construyen
con palabras, pero no son sólo palabras sino también los huecos que dejan entre
ellas y la brisa que por esos huecos circula. Es un modo de lenguaje en el que
la forma es también fondo. Pero también, y mirada tras el prisma de la
urgencia, es una pantera que asalta para ser construida, algo que exige, algo
que al poeta se le presenta como necesario y de lo que nunca está seguro.
Gabriel García Márquez, hizo suyas estas palabras, tal vez exageradas, del
poeta Cardoza y Aragón: la poesía es la
única prueba concreta de la existencia del hombre.
¿Piensa abordar algún otro género
literario?
En estos momentos, no. En ocasiones he abordado el artículo, bien sobre temas
históricos, bien de opinión o crónica, bien de reseña literaria, pero no me
tienta lo narrativo. Lo que me interesa es el lenguaje poético, su capacidad
para insinuar y sugerir emociones, su inmediatez comunicativa. La poesía es un
camino directo hacia la reflexión, hacia la provocación. El poema puede golpear
la conciencia (emotiva o intelectiva) si el poema está bien construido. Con eso me conformo. No soy un
narrador frustrado. Me conformo. Es posible que no esté dotado para la
paciencia y el proyecto a largo plazo que supone la novela.
¿Qué papel juegan los recuerdos, el
pasado, en su obra?
La emoción del recuerdo, la
belleza en el recuerdo, que decía Wordsworth, los hace indestructibles. Somos
mientras somos memoria de lo que fuimos. El futuro como ambición no ha llegado
en el instante en que vivimos; nos sirve y alienta, pero no somos en él. El
recuerdo es necesario en la poesía, la tentación elegíaca es enorme en el
momento de la creación. Dicho esto, debo aceptar que en mi poesía aparece de
forma sesgada, disimuladamente, velada casi. Tan sólo en Desnudo de Pronombre se hace explícita. También en algún poema de Cuerpo, casa partida, mi última
entrega.
¿Qué
consejo le daría a la gente joven que empieza a escribir poesía?
No suelo dar consejos
en la vida real, pero por no obviar la pregunta diría que lean, aunque, por
supuesto, no esperen a leerlo todo para escribir; que no imiten, pero que
tampoco desprecien la herencia, porque somos herencia; que busquen y ojalá
encuentren su propia voz; que sean fieles a su tiempo… en fin, cosas poco sorprendentes. Joan
Margarit recomienda algo original a los que comienzan, algo así como que
escriban a mano, lentamente, poemas importantes, para que así calen en
ellos. Y los ahormen y sosieguen. Algo
parecido a un mix entre humildad y ambición.
¿Puede
contarnos algún recuerdo de su vida como estudiante en Ciudad Real?
Más allá de anécdotas, que las hay, recuerdo lo que
significó para mí. Estudié
Magisterio en Ciudad Real al comienzo de los años sesenta. Tenía 14 años. En la
Normal que ocupaba el sitio del actual Museo Provincial. Procedente del mundo
rural (Piedrabuena), la capital me ofreció algo nuevo en el ambiente cultural.
Recuerdo mis visitas a la entonces recién inaugurada Biblioteca Provincial, la
de Fisac, junto a la Catedral. También una enorme riqueza en las relaciones
personales. Un mundo más rico en posibilidades. Ahora los transportes y las
telecomunicaciones permiten una sociedad más homogénea en experiencias, se
resida donde se resida. Entonces era distinto.
¿Usted
ha recibido numerosos premios literarios, ¿qué opinión le merecen?
Los premios existen. Son buscados y demonizados -a veces al mismo tiempo- por
gran cantidad de poetas. Otros parecen ignorarlos. Depende de su trayectoria y
de su proyecto poético. Yo, que llegué tarde y con dudas al hecho poético,
comencé a utilizarlos como posibilidad de tanteo, también como vía para la
publicación. Debo admitir, cómo no, que produce alegría cuando tu obra es
libremente considerada y valorada, pero es un aquí y un ahora. No son garantía
de valor permanente. Mi actitud ante ellos es no ocultarlos, no pregonarlos. En
resumen, no deben ser llevados en procesión. Aunque ayudan a que tu nombre sea
conocido, siempre son el pasado, y al poeta lo que debe importarle es el
instante exacto de la creación. Solamente después viene el momento de considerar
la manera de hacerla pública. Es entonces cuando aparecen los premios como
camino, algo que debe entenderse como un asunto accesorio, pero preciso. Hay
una línea roja: jamás debe escribirse pensando en los premios.
¿Cuáles son sus poetas favoritos?
Ya he avisado antes. En general,
aquellos que me formaron. Primero Gil de Biedma, Machado y Ángel González,
luego la poderosa voz de Blas de Otero y la cercanía al misterio de Claudio
Rodríguez. La confesionalidad y los modos de Cernuda. Ahora estoy con el argentino Roberto Juarroz.
Debo confesar que me cuesta acercarme a la poesía traducida, recurso que
considero necesario para los que no nos manejamos en otros idiomas, pero en el
que siempre advierto una sensación de pérdida. Me he detenido con agrado en
Paul Celan y en Wislawa Szymborska, tan lejanos, tan distintos en sus modos y
provocaciones.
¿Qué opinión le merece el panorama
poético actual en España?
Mi opinión es que está en un momento de espera y esperanzador. Sin una gran
figura que marque tendencia, ni corriente definidas, hay un gran número de
poetas de alta calidad. Las ofertas son muy distintas porque la libertad es
total. Apenas quedan maestros indiscutibles, tal vez Brines. Vivimos en lo
múltiple y dispar, y no exageraría si dijera que hay más gente que escribe que
gente que lee. Si uno oye a los editores queda avisado de que hay multitud de
autores al tiempo que disminuye el número de lectores, las tiradas son más
cortas y la distribución escasa. Un best-seller nacional apenas llega a 500
ejemplares. Proliferan las pequeñas editoriales. La autoedición es mayor en
este ámbito que en ningún otro. Otra contradicción es que existiendo, como
existe, un gran número de foros físicos y virtuales para la poesía, esta ha ido
perdiendo presencial social. Los poetas sienten la dificultad de romper la
barrera de un mundo endogámico para proyectarse a una mayoría social. Tal vez
sea culpa suya. Decir por último que la poesía ha encontrado refugio en las
redes sociales, donde resiste. Y resistirá, no olvidemos, recordando algo ya
dicho que es la única prueba de nuestra existencia.
En su experiencia
como profesor de Historia, ¿cree que la juventud se ha ido alejando de la
literatura?
Como profesor
de Historia, en concreto, no creo poseer datos originales para una opinión
particular. En general, creo que no. Puede que se haya ido apartando de la
lectura de libros como hábito, pero conozco a numerosos poetas jóvenes, muy
jóvenes, tanto ellos como ellas. Puede
que para muchos sea un fogonazo de búsqueda, pero bastantes de ellos se
quedarán. Por lo demás, creo que se ven afectados por el mal genérico de una
literatura fácil, creada por y para el consumo efectista y de distracción. Sin
gran peso. Predomina, creo que también en los jóvenes, el abandono ante los
primeros obstáculos. Aunque en esto es
imposible generalizar, mi experiencia como profesor me indica que hay numerosos
jóvenes atentos y decididos que a veces permanecen disimulados entre la
normalidad aceptada, pero que están dispuestos a romper.
(Respuestas para
una entrevista en El país de los estudiantes elaborado en el IES Maestro Juan de Ávila
de Ciudad Real)
4 comentarios:
Interesantes respuestas, Paco. Se agradece la concreción.
Una de las cualidades del buen escritor es la de asomarse a su geografía interior para ir explorando las preguntas esenciales de su trabajo. Me ha encantado la entrevista, querido poeta. Es luminosa y emotiva, amasada con palabras que dejan olor a pan. Enhorabuena y un abrazo.
He procurado la sencillez, Alfredo. Mi territorio.
Olor a pan. Gracias José Luis por ese halago. Con un poco de pan y algún amigo cerca la vida es diferente, nueva.
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