No hay descanso. No señor, no lo
hay. Ni se le espera. Los puentes son un simple paso atrás para dar dos, tres, veinte hacia adelante. O tomar carrera. Qué ímpetu en el ambientillo madrileño -dice
el jefe, que comienza a tomarle gusto al asunto. Nos agotarán. Leve, pero firmemente, asiento. Escribe poco –continúa-
aunque no debes desengañar, ni debes estropearte, vivimos de esto. No
respondo. Ni siquiera le digo: No sé si podré.
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Juan Carlos Rodríguez Búrdalo |
Cómo no hablar de Juan Carlos Rodríguez Búrdalo, bonhomía extremeña, tan contradictorio en oficio y coherente en afición. Vivencias propias del alma noble. Leyó el martes 10 en la disminuida, aunque eficaz, tertulia Montesinos. Acelerada y barrocamente lo presentó el profesor Morales Barba. Leyó Búrdalo con justeza y estuvo en drama durante la lectura del poema al padre. Dijo que ha vuelto a la escritura de poemas con cierto temor, que se observa en dudas y dificultades, pero ha vuelto. Qué remedio.
Rafael Morales (Foto Rafael César Montesinos) |
Al día siguiente, 11 miércoles, aumento del censo. El presentador del martes presentaba el miércoles. El mundo de los poetas es una espiral infinita. Rafael Morales Barba inauguró en la librería Alberti la circulación de su libro Climas, que le ha editado, justo a tiempo de cerrar, la colección AbeZetario de la Diputación de Cáceres. De 25 sillas previstas se ocuparon 24 ¿quién hace tan exactos los cálculos? Morales Barba es profesor universitario y crítico apasionado por las tendencias de la nueva poesía española, la de XXI. Había publicado en Italia (2006) Canciones de deriva. Con Climas rompe su virginidad en papel ibero. Dijo que es producto de la tensión de 20 años. Poemas enjutos, de rebelde y selecto vocabulario para investigar los vientres del paisaje. Confesó ser viajero sin penitencia. Habló del libro el último gestor de la extinta Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco, que citó a los griegos para ayudarnos a entender. Morales Barba leyó sin interrupción ni comentarios. Dijo que era su costumbre. También que no va a premios. Bienvenido entonces.
Fernado López Guisado (centro) en La Cacharrería (Foto Elena Muñoz) |
El jueves 12 fue nuestro,
pero el viernes volvimos al reporterismo urbano. El bar La Tapa de Era (Reina 1)
tiene un sotanito bien dispuesto y mesas de palet. En él quieren los dueños
hacer cositas culturales. Con cierto retraso pero con grande habilidad y
destreza leyeron David Morello, Davina Pazos y el cacereño Carlos Ortiz, joven
aún. Versos para un bautismo. Veremos. Hubo tiempo para ver y oír luego a
Fernando López Guisado en el Ateneo, rodeado de familia y de poetas (Paco Moral,
entre ellos, ya agobiado por el proyecto editorial Tigres de Papel, y no ha comenzado,
conversaba con el editor Rafael González Serrano: entre iguales iba el juego). Fernando,
presentado por otro editor, el suyo, Pablo Méndez, se dio un baño de aplausos y
cariño, el mismo que él derrocha, obligado como estaba a transitar por poemas canónicos, que su público
le pide, y al tiempo deseoso de mostrar sus nuevas formas, algo alejadas ya
de los pétalos negros. Hay frescura en su puesta en escena. Aplaudidísimo.
Crsitóbal López de la Manzanara en el homenaje a Paco Chamusca (Foto MCBarri) |
Apenas queda sitio en las jornadas laborales para veleidades y hay que aprovechar los sábados. En Getafe, 14 del 12, un grupo de evangelistas, parece que seis, decidieron glosar la figura de Paco “El Chamusca”, un personaje de la noche y de la prehistoria rural de lo que fuera pueblo. Han escrito versículos, romances y sonetos: algarabías. Han buscado a Chema de la Quintana, han hecho un niño Amargord de 12 euros, han convocado a leer y a beber. Y todo sucedió. Digo alguno de los nombres de quienes así gozan la nocturnidad: Matías Muñoz, Cristóbal López de la Manzanara, Manolo Romero, Ezequías Blanco… Matemáticos todos, casi todos sin sueño. Tentados por el afán de lo noctívago. El dolor de beber es infinito. ¿O infinitivo? Apenas si recuerdo.
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Pérdidas
Tiempo de pérdida
y horas pensativas, por la orilla
entregadas,
(es su sierva la tarde)
con su olor de centauro o adelfa,
o la sombra manchada del cañaveral al agua.
Por la orilla errabunda todavía
somnolientas derivas de tierra
y rutas imprecisas (sentimientos recónditos)
y el incierto tornasol
que arde.
Rafael Morales Barba
4 comentarios:
No sé que hacen que no te contratan en un periódico de gran tirada. Claro que habría que ayudarte, porque otras aves poéticas volaban esos días por otros parajes que no alcanzaste a ver.
Un abrazo amigo, y felices fiestas.
Ana, creo que me pagarían lo mismo que aquí. Me quedo.
Las aves que vuelan alto o por otros cielos se me escapan.
Feliz tiempo de solsticio.
Muchas gracias Paco por la cariñosa mención. Es un honor navegar mientras la luz :D
Placer escuchar poesía leída con tal frescura e ilusión.
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