viernes, 26 de junio de 2009

El arrepentimiento de ENRIQUE GRACIA TRINIDAD











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Enrique Gracia Trinidad va con el medio siglo, y va de negro. Es su color. No permite que le ahoguen las cosas y las ropas. Parece que tampoco los versos, por la facilidad con la que los respira. Lo conocí personalmente, desde la lejanía de mi butaca, en la Biblioteca Nacional el día que hizo vivo al poeta, y paisano mío, Nicolás del Hierro. Ya entonces tomé nota de su singularidad.

EGT, perdonen la confianza iniciática, es un agitador de voz subyugante e impar. Sabe decir el verso propio y ajeno con acento fértil. Él lo sabe y no admite sobre ello apuesta ni comparación, no está en esas batallas, es más, suele aprovechar escenarios en donde se le deja manejar para procurar que otras personas lean, nos lean. Una vez encontró a una mujer que leía mejor que él. No lo puedo soportar, decidió casarse con ella. Y en estas cosas está. Nunca quieto.

Poco a poco he ido intercambiando con él saludos y comentarios, amigos comunes, visitando su blog, sus blogs, escuchando sus versos en lecturas y sobre todo oyendo las presentaciones a los poetas vivos que invita a la Biblioteca Nacional, en las que huye, como de la Esperanza, de comentar o valorar los versos del adjunto. Está más preocupado por comprobar si los datos inmediatos de la infancia de quien le acompaña presagiaban el final insospechado a que se vería sometido. Suele acertar en la ironía, en la contención, en el humor, en el buen gusto. Yo disfruto. (Aunque recuerdo, cierta vez, a un estirado de Bellas Artes decir que no se reconocía en lo dicho por EGT, y que no sabía por qué razón estaba allí. Después de su lectura y su piquito lo comprendí todo: tenía razón).

Hace un mes y tras la lectura de una gallega maravillada, Luz Pichel, fuimos a El Espejo a tomar algo. La cosa se lio porque alguien negó a JRJ, otros no lo negaron. Enrique, que todo lo pone en duda y no da un céntimo ni quita a nadie una rupia, hablaba de releer. Así pasaba el tiempo hasta que el grupo fue aclarándose en su número, momento para que abriera su cartera y nos obsequiase a Miguel Galanes y a mí con sendos ejemplares de su último libro, Pentimento. No sólo eso hizo, sino que tiró de rotuladores, una caja, y nos caricaturizó con gracia junto a la dedicatoria. Un placer. Pentimento se había presentado días antes en el Ateneo del Prado en un viernes de imposible asistencia. Edición de Sial*.

EGT fue poeta joven, luego intermitente, después accesitado, desembocó en premiado (ahí lo cacé yo, cuando se hallaba Sin noticias de Gato de Ursuaria), hasta coincidir en una lectura de Manuel Moreno, donde me regaló Todo es papel, un casi Torrevieja. Por eso sé de su gusto por una ironía, contenida o no, siempre al borde de la vida, por la poesía contaminada de hombres sin rutina, de humos de tabaco, de papel garabateado, ázima y amiga -perdón por las buscadas asonancias-, viva.

He leído Pentimento, hace ya algunas tardes, y hoy lo he vuelto a leer por si añadía un comentario a sus versos en estas líneas. No lo haré, pero me atrevo y digo algo. Me parece muy EGT. La trascendencia tras la cotidianeidad. El gusto por el detalle observado. El respeto al lector: hablo del lenguaje, de un fraseo alejado de la pedantería. De la amplitud de sus intereses. De Li Po, de Atocha y la Azores. De ayudar a Dionisos a sujetar a Apolo. De poner en solfa, cariñosa, muletas culturales establecidas o poses obedientes. De dar aviso a/de la última dama. De saber que nuestra vida es otra vida tras la estampa que el cuadro ofrece. De la necesidad del pentimento, para ser uno y otro a la vez y no estar loco. También usa tanka.


Gracias, Enrique Gracias Trinidad.


(*) SIAL es una editorial empeño de Basilio Rodríguez Cañadas. Hace portadas sin respeto al margen, a folio quemado. Procura calidad en los materiales y su finalización. Usa una tipología con ese arqueológicamente enlazada en situación preconsonántica. Cuida todo, hasta las solapas; procura en ellas que al relacionar los Últimos títulos aparecidos no se junten autores churras con autores merinas.




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